Urbanismo
Juli Capella

Juli Capella

Arquitecto

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Ejes verdes, balance provisional definitivo

Las virtudes saltan a la vista: no han colapsado las calles adyacentes. No se ha arruinado el comercio. No se han bloqueado los parkings

Barcelona descarta replicar el modelo de ejes verdes al costar su mantenimiento diez veces más que en otras calles

Los comunes acusan al PSC de aliarse con la derecha contra los ejes verdes del Eixample

Escenas inesperadas de la Superilla del Eixample

Escenas inesperadas de la Superilla del Eixample / JORDI OTIX

Estamos esperando un informe técnico de los ejes verdes implantados hace ya un año en Barcelona. Seguro que aportará datos muy interesantes. Pero no hace falta esperar más para poder valorar su impacto. Constituyen una clara mejora del Eixample y de la ciudad. Y van a seguir adelante, en este u otro mandato del ayuntamiento, en esta u otras ciudades, con esta u otra configuración. Porque constituyen un paso adelante natural y urgente para diseñar las calles, ante el cambio climático que nos urge a humanizar las ciudades. Y sí, sí es posible que en cierta medida el tráfico en vehículo privado se esfume. Si hay alternativas, transponte público o calles agradables como estas que te animen a ir andando.

Analizando estos ejes y plazas, vemos un cúmulo de errores. Como toda experiencia novedosa deja mucho que desear. Ahora pues, prototipada, será más fácil ir mejorándola. Las virtudes saltan a la vista, para cualquiera que sin apriorismos los haya paseado. Se sienten. Y todos los miedos apocalípticos que se esgrimían en su contra se han disipado. No ha colapsado las calles adyacentes. No se ha arruinado el comercio. No se han bloqueado los parkings. Y no se han cargado a Cerdá, que ya andaba muy maltrecho, porque jamás se construyó su ciudad donde abundaba el verde.

Un análisis funcional parcial y subjetivo podría ser el siguiente: por la mañana temprano se llena de coches y furgonetas. Entran por donde quieren y salen por donde les da la gana. Aparcan por todas partes chafando lo que convenga. Nunca hay un guardia urbano por allí. Las bicicletas cruzan veloces por en medio, sobre todo de Glovo. Los peatones, que al principio se atrevían orgullosos a caminar por en medio, han ido refugiándose en los laterales junto a la fachada. Solo algún 'runner' se atreve a ir por el centro. Más tarde, el tema se normaliza. Los abuelos pasean y ocupan bancos. Los que se desplazan de un lado a otro ya van con menos prisa. Algunos fuerzan su trayecto para pasar por estos ejes verdes aunque no encaje de forma óptima en su recorrido. Por la tarde, todo cambia. Las calles se llenan, la gente va más pausada, los coches se atreven menos. Las plazas se llenan, no queda ni un banco libre. Algunos niños al llegar del cole juegan a la pelota o al 'pilla pilla'. Muchos pasean al perro, oyen música, miran el móvil, descansan o toman unas cervezas –aunque está prohibido, hay que ir a una terraza para hacerlo legalmente– . Los fines de semana se desbordan de paseantes. Con los ejes han salido ganando peatones, terrazas de barres, comercios, carga y descarga –que ahora se hace justo enfrente y no desde los chaflanes– y la movilidad. Hay vecinos que están encantados de que les haya tocado una calle sin tránsito ni tantos humos. Pero otros que se quejan: demasiada gente pululando. Morir de éxito.

Ciertamente ha habido gentrificación. Han aumentado precios en locales y pisos adyacentes. El mercado. Por tanto, el principal defecto de la experiencia es que solo se haya implantado en tan pocos tramos. Si fuesen muchas más calles, la lotería se extendería como pedrea, y no serían tan relevante a quien le toca. Lo que no podemos aceptar es que se nieguen mejoras porque alguno pueda aprovecharse. Por esa regla de tres, no se haría nada en ningún lugar, por miedo a no beneficiar a todos.

Ahora llegarán los técnicos con sus informes y dato objetivos: que si es muy caro mantenerlo, que si la contaminación no ha bajado tanto, que si los pisos han subido de precio… argumentos ciertos, pero ¿quién valorará cuánto vale que, por fin, se pueda caminar por el Eixample sin sentirte emparedado y ahumado por los vehículos? O poder disponer de unos cuantos metros cuadrados más de vegetación y con sombra. Recordemos que la Dreta de l’Eixample tiene 0,56 m2 de verde –¡contando alcorques!– por habitante, Barcelona 7 y la OMS recomienda 15. ¿Qué precio tiene la salud de la gente y que respire mejor? Que pueda pasear a su bebé, jugar de nuevo en la calle, quedar con alguien a charlar ocupando un sitio donde antes había una caja de metal sobre ruedas de tonelada y pico vacía. Y la belleza de estas avenidas, ¿qué valor tiene?

Creo que nos están saliendo muy baratas.

Suscríbete para seguir leyendo