¿Qué miden las pruebas?

PISA, género y clase social

Las pruebas no nos hablan de los malos resultados de los/las estudiantes españoles en general sino de aquellos con mayores dificultades para vivir con las condiciones materiales mínimas que permitan centrarse en estudiar y aprender

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Primer día de clase en la escuela Mercè Rodoreda de Barcelona, el pasado 6 de septiembre.

Primer día de clase en la escuela Mercè Rodoreda de Barcelona, el pasado 6 de septiembre. / ELISENDA PONS

Gemma Altell

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Durante unas semanas no hemos parado de hablar de las pruebas PISA y los malos resultados de los estudiantes españoles. También hemos dibujado mil teorías sobre las razones de estos malos resultados. Algunas de ellas desarrolladas por personas especialistas en educación, pero lamentablemente, muchas por quien se atreve no solo a opinar sino incluso a pontificar sobre cualquier cuestión. A mi modo de ver, muchos de los análisis -una vez más- parten de un desconocimiento y una mirada prejuiciosa sobre la juventud actual. Sin embargo, no querría entrar en este tema desde esta vertiente en esta ocasión. Querría centrarme aquí en reflexionar sobre los ámbitos que sí conozco como psicóloga social feminista: género y desigualdades sociales.

Ahondando un poco más en los datos de este último Informe PISA en España podemos observar que estas dos cuestiones de calado han sido mucho menos expuestas al análisis público. Por un lado, las diferencias de género: los chicos presentan mucho mejores resultados en ciencias que las chicas y ellas mejores resultados en comprensión lectora. Por otro lado, la constatación de que los/las estudiantes pertenecientes a familias con menor nivel socioeconómico obtienen puntuaciones significativamente más bajas.

Son dos vertientes que pueden parecer desconectadas, pero no lo están. La brecha de género en cuanto al tipo de contenidos -ciencias y letras como decíamos antes- nos habla de un sistema (educativo, familiar, social, etc.) que sigue perpetuando unos estereotipos que encasillan a chicas y chicos pero de una forma -sin duda- desigual. Esta brecha de género no es neutra y condicionará sus elecciones en estudios y/o profesiones posteriores y (¡oh!, casualidad) estas elecciones posteriores corresponden a profesiones mejor o peor retribuidas, valoradas y reconocidas socialmente. Todo lo que tiene que ver con el ámbito tecnológico, científico, está mejor valorado, mejor pagado y masculinizado -como ya sabemos-. El Informe PISA ahonda además en el análisis de la ansiedad generada por el aprendizaje de las matemáticas, y como estos síntomas también presentan brecha de género -es decir están mucho más presentes en las chicas- se nos educa para sentirnos más “lejos” de las matemáticas y, por tanto, nos atemorizan más. Así pues, una vez más, confirmamos que todas las dimensiones que influyen en el aprendizaje (insisto: escuela, familia, entorno próximo, sociedad en general) no están siendo suficientemente transformadores como para revertir las brechas de género que vienen dadas por las expectativas, la educación diferencial o la “adecuación” a los roles tradicionales de mujeres y hombres, etc.

Por otro lado, los resultados de Pisa -cuando no nos quedamos con los titulares que hablan de promedios- evidencian desigualdades muy claras entre los estudiantes provenientes de familias con niveles socioeconómicos altos o medios y aquellos pertenecientes a familias con niveles bajos. Dicho de otro modo, pertenecer a la clase baja es un predictor de peores resultados académicos. Sí, clase baja. Ya no usamos el concepto 'clase' porque no suena políticamente correcto; sin embargo, está más vigente que nunca y deberíamos reivindicarlo en lugar de invisibilizar las desigualdades sociales actuales. Por consiguiente, PISA no habla de los malos resultados de los/las estudiantes españoles en general sino de aquellos con mayores dificultades para vivir con las condiciones materiales mínimas que permitan centrarse en estudiar y aprender. Actualmente, hablar de niveles socioeconómicos bajos significa hablar de personas migradas, de personas de otras culturas. Así, las mujeres/chicas jóvenes, de nivel socioeconómico bajo, procedentes de otras culturas y otros países son -a día de hoy- las que salen realmente perjudicadas por las pruebas PISA. Son las que engrosarán en el futuro la 'feminización de la pobreza'. Por tanto, quizás no nos hemos de preocupar tanto de la excelencia y la innovación en nuestro sistema educativo sino de como hacemos políticas que reviertan desigualdades y que permitan la equidad educativa.

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