Jóvenes extraordinarios

De un instituto de Cerdanyola a una beca en Harvard: "Si se trata a los niños migrantes de tontos es muy difícil soñar a lo grande"

EL PERIÓDICO rescata en una serie especial para estas fiestas navideñas algunas de las historias de este 2023 que por el alud de informaciones que se generan en el día a día merecen una nueva mirada y atención

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Sara Padilla Amenkar sostiene la solicitud aprobada para estudiar los próximos cuatro años en la universidad de Harvard.

Sara Padilla Amenkar sostiene la solicitud aprobada para estudiar los próximos cuatro años en la universidad de Harvard. / ANNA MAS TALENS

Elisenda Colell

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Sara Padilla siempre ha sido una estudiante brillante. Lo sabía su madre, Fatiha Amenkar, que vio como la niña aprendía a leer sola antes de empezar la escuela. O cuando la profesora la ponía al cargo de sus compañeros porque terminaba los deberes de forma voraz. "Yo sabía que llegaría muy lejos, pero no sabía cuánto", cuenta ahora con orgullo su madre, que ha luchado para que ni Sara ni sus otros tres hijos quedaran atrás.

La joven, que en junio acabará con notas excelentes el Bachillerato Internacional, dará el salto de Terrassa a Boston (EEUU): ha sido admitida para estudiar a partir del curso que viene en la Universidad de Harvard, una de las mejores del mundo, y becada para poder hacer tales estudios ya que sus padres ingresan menos de 85.000 euros al año. Aún no ha decidido qué carrera: está entre el doble grado de Matemáticas y Políticas o el de Informática.

"Cuento mi historia por si puedo ayudar a alguien que se esté desmotivando, que piense que no puede... sí, sí se puede hacer"

Sara Padilla

En el camino hasta llegar ahí, Sara ha conocido las diferentes caras de la escuela pública. "He visto lo mejor y lo peor. Si en vez de entender a los alumnos migrantes les tratamos como tontos... ¡claro que se desmotivan y abandonan!", concluye.

No hace ni tres años que llegó a Catalunya y su catalán es el de un nativo. Sara nació en Sevilla, de padre español y madre marroquí. Ha vivido en la capital de Andalucía, en Marruecos y en Ceuta, donde ha pasado gran parte de su escolarización. "Es una ciudad que no ofrece muchas oportunidades y en las escuelas hay una falta de profesores competentes", zanja. La primaria en Ceuta no fue para ella una buena época. "Veía que nunca llegábamos a aprender", se queja.

Fatiha Amenkar besa a su hija, Sara Padilla, tras haver sido admitida para estudiar en la universidad de Harvard.

Fatiha Amenkar besa a su hija, Sara Padilla, tras haver sido admitida para estudiar en la universidad de Harvard. / ANNA MAS TALENS

Cuando cursaba 3º de la ESO decidió ponerse el velo. "Es una decisión que yo he tomado, nadie me ha obligado, ni a mí ni a mi madre", señala la chica. De pequeña, dice, jamás sufrió racismo. "Me protege el nombre de mi padre español y mi apariencia, nunca me he sentido forastera y esto es un privilegio que puede marcar la diferencia". Aunque en cuanto se colocó el 'hiyab' todo cambió. "Recuerdo que un profesor me preguntó qué quería estudiar, yo le dije que Medicina y se sorprendió. Me veía incapaz de hacer nada solo por llevar el velo. Lo bueno es que yo nunca me había sentido así y sabía que él no tenía razón", se queja Sara.

Durante la pandemia del coronavirus y el confinamiento, se empapó en Youtube de vídeos para aprender inglés y logró sacarse el nivel C1. Fue en esa época en la que descubrió el Bachillerato Internacional y los centros públicos que ofrecían esta opción. "Estábamos entre ir a Madrid o a Barcelona, y al final vinimos aquí porque había oportunidades también para mis hermanos", sigue. Uno de ellos estudia Ingeniería.

A punto de dejar los estudios

La familia llegó al barrio de Sant Pere de Terrassa en septiembre de 2021, justo para que Sara empezara 4º de la ESO. "Como llegamos tarde no pude elegir. Me tocó un instituto de alta complejidad", explica la chica. Es con diferencia, dice, la peor experiencia educativa que ha vivido jamás. "Era horrible. Era tan horrible que me desmotivé, estuve a punto de dejar los estudios", revela.

Su paso por un centro de alta complejidad es "la peor experiencia" que ha vivido: "Era tan horrible que estuve a punto de dejar los estudios"

Su descripción del centro es significativo. Su testimonio refleja uno de los problemas que los malos resultados del Informe PISA han expuesto con toda su crudeza: la segregación escolar y la inequidad en el acceso a la educación. "Es un centro con mucho alumnado migrante, con muchas necesidades. Pero los profesores no las conocen, no las cubren, no entienden su realidad... y entonces se da un enfrentamiento innecesario entre alumnos y profesores".

"Hay profesores que no conocen ni entienden las necesidades del alumnado migrante"

Lamenta que nadie atiende ni ataja esa realidad. "Los profesores no quieren entender todo esto. Solo ven que el chaval ha sacado un cuatro en un examen". "Muchas veces nos tratan como a tontos porque somos inmigrantes o hijos de inmigrantes. Yo pude salir de ese instituto porque tenía un objetivo, pero si eso es lo único que ves desde pequeño te lo acabas creyendo... no piensas en grande", insiste la chica, que pide más recursos para el alumnado más vulnerable.

Su objetivo era ser aceptada en el Bachillerato Internacional del instituto Forat del Vent de Cerdanyola del Vallès. "Si no fuera público no habría podido entrar", agradece ella. El centro solo tiene 25 plazas para cursar este bachillerato y recibe el doble de solicitudes. El currículum y la evaluación vienen determinados por las directrices de una organización internacional con sede en Ginebra. La carta de presentación que envió Sara para pedir una plaza no tenía desperdicio. "Empezaba diciendo: 'Soy la inmigrante que te va a quitar tu trabajo'", recuerda emocionado su tutor David Castelló, orgulloso del trabajo y el potencial de su alumna.

Sara Padilla Amenkar, en el comedor de su casa de Terrassa, con su madre.

Sara Padilla Amenkar, en el comedor de su casa de Terrassa, con su madre. / ANNA MAS TALENS

"Que Sara haya llegado hasta Harvard es un hecho insólito que nos llena de orgullo a todos", dice el tutor y profesor de Filosofía. "A lo largo de mi carrera como docente ningún alumno había logrado algo así. Es algo a tener en cuenta, no es frecuente y demuestra que la escuela pública también puede hacer las cosas bien", añade el docente. "El problema es que des de la escuela pública no se habla tanto de estas oportunidades porque no se conoce", añade la alumna.

"Que Sara haya llegado a Harvard es un hecho insólito que nos llena de orgullo y demuestra que la escuela pública puede hacer las cosas bien"

David Castelló

— Profesor del instituto Forat del Vent de Cerdanyola

Hace tres años que Castelló imparte clases de el Bachillerato Internacional en Cerdanyola, que combina con el resto de bachilleratos que ofrece el instituto. "Es verdad que es más trabajo. Nos hacen evaluaciones y este tipo de bachillerato se ve como elitista, pero es que tampoco se fomenta entre los centros públicos", cuenta. La mayoría de sus alumnos harán carrera en el extranjero. "Son chicos que en la escuela estaban aburridos y en algunos casos sufrían 'bullying'... Aquí llegan a un microcosmos donde se sienten cómodos y el nivel es altísimo".

Sara está a punto de terminar el Bachillerato. Sino decae de su media de 9 ya tiene asegurada su plaza en Harvard. Dice que formar parte de esta clase ha sido lo mejor que le ha pasado. "Es una clase excepcional, es maravilloso: desde las ciencias, las mates, la literatura y la filosofía. No está hecho para que te acuerdes, está hecho para que pienses y entiendas las cosas", subraya.

"El caso de Sara demuestra que si damos oportunidades, los alumnos lo consiguen. Y son un referente para el resto de compañeros"

Jordi Fernández

— Director del instituto Forat del Vent de Cerdanyola

Es aquí donde se vio capaz de todo. Incluso de pedir una plaza en la Universidad de Harvard. Solo dos personas en toda España han sido admitidas este año en este prestigioso centro. "Me han hecho muchas pruebas y pensé que no me aceptarían", dice. El proceso de solicitud está repleto de anécdotas. Por ejemplo, tuvo que pasar una entrevista que le hizo una exalumna. "Yo hablé del genocidio en Palestina, de la opresión que sufre este pueblo... y la chica me dijo que su marido era judío", recuerda.

"El éxito de mis hijos, el éxito de Sara, lo siento como si fuera el mío"

Fatiha Amenkar

— Madre de Sara

Un instituto a contracorriente

El director del instituto Forat del Vent, Jordi Fernández, cree que la historia de Padilla, y la de todos sus compañeros, compensa todas las dificultades. "Nosotros ofrecemos el Bachillerato Internacional porque los docentes tuvimos esa vocación hace tres años". "Al final, es más trabajo con los mismos recursos. La Conselleria d'Educació no nos da nada por dar esta oferta extra y es muy complicado hacerlo cuadrar con el resto de clases y el funcionamiento del instituto".

Sin embargo, las satisfacciones de sus alumnos hacen que todo ese esfuerzo valga la pena. "Es muy gratificante. Demuestra que si damos oportunidades, los alumnos lo consiguen. Y también son un referente para el resto de alumnos del centro". Este centro cuenta con un 17% de estudiantes en situaciones diversas de vulnerabilidad. "Imagínate si los políticos apostaran por proyectos como éstos", apunta Fernández.

Los sacrificios de la madre

Sara opina que su historia no es excepcional. "A mí nunca me ha faltado de nada. Si había que comprar un ordenador, se compraba. Si había que hacer clases de inglés, se hacían. Mi madre ha hecho lo imposible para que no nos faltara nada", cuenta la chica.

Su madre se deshace en lágrimas cuando recuerda estos años. "He hecho lo que ha hecho falta", explica la mujer. Jamás pudo homologar su título universitario en Marruecos y le tocó volver a estudiar de cero en España. Se quedó a un año de terminar la universidad y obtener el graduado. "Lo dejé por mis hijos. Era incompatible", explica. Hoy asegura que no le duele este sacrificio. "Ahora, el éxito de mis hijos, el éxito de Sara, lo siento como si fuera el mío", sostiene la madre, emocionada.

"Cuento mi historia por si puedo ayudar a alguien que se esté desmotivando, que piense que no puede... sí, sí se puede hacer", subraya Sara. "Pensamos que estas universidades sólo aceptan gente de 'coles' privados, con millones de extraescolares pero no es así. Quieren gente crítica, madura, responsable y que quiera ir más allá. Y afurtunadamente no entiende de clases sociales: el talento esta en todas partes", insiste.

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