Opinión | Modelo de ciudad

Carol Álvarez

Carol Álvarez

Subdirectora de El Periódico

Vivir o no vivir en un eje verde de Barcelona

El tercer varapalo a la superilla de Barcelona enmienda las formas, no el modelo, y los ejes verdes proyectados de futuro en decenas de puntos de la ciudad están a la espera de conocer en qué términos se van a desplegar 

El eje verde de Consell de Cent, florido tras las lluvias

El eje verde de Consell de Cent, florido tras las lluvias / MANU MITRU

El tercer varapalo al invento de las superillas verdes que culminó la alcaldesa de Barcelona en su último mandato no ha sido una sorpresa: las otras resoluciones judiciales ya señalizaban la ruta que seguirían el resto de procesos judiciales abiertos y que tarde o temprano acabarían dando su veredicto. Colau lo hizo mal, concluyen, porque quiso usar un atajo legal que no podía usar, una ironía total en este caso: es como si hubiera querido acelerar la llegada a destino metiéndose en coche por un camino peatonal que le habría hecho tardar muchísimo más tiempo.

El entramado urbanístico de Barcelona está pensado desde un plan general que lo rige que va más allá de unas calles tiradas con regla y cartabón sobre un plano, mucho más allá, y la justicia apela a esa ciudad pensada para decirnos que no puede tumbarse a la brava un modelo, por muy conveniente que le parezca al alcalde de turno. Deja la última sentencia un razonamiento luminoso, cuando la jueza apuntala su criterio para revocar las formas que empleó el ayuntamiento para peatonalizar ese trocito del corazón del Eixample: “Significa un cambio de paradigma respecto a cómo se había concebido hasta ahora la urbanización del espacio público: implica pasar de calles pensadas para los coches a calles pensadas para las personas, invirtiendo por completo sus prioridades y usos", señala. 

Que la justicia sea lenta ha tenido por una vez sus beneficios. Vecinos, comerciantes y denunciantes han podido ver y pasear, sufrir y disfrutar, la realidad cotidiana de cruces verdes como este, y la mediación para encontrar una salida al cumplimiento de la resolución está en marcha. Volver a la pantalla anterior no es posible porque la explosión verde ya corre por las venas de los afectados, que son muchos, pero toca ponerse a corregir y equilibrar esa convivencia entre coches y peatones en la vía urbana. 

Un cambio de paradigma, decía la jueza. La necesidad de multiplicar las zonas verdes en la ciudad no es discutible: la sequía y la crisis climática nos llevan a un nuevo paradigma urbano a la fuerza, nos guste o no gastar dinero en ello. ¿Si pierdes la vista, no usaremos gafas? ¿Si tienes sed, no buscarás agua? El verde y sus beneficios urbanos dejaron de ser un capricho preciosista para ser una primera necesidad, con todos sus efectos colaterales, desde la inversión económica hasta las molestias puntuales o incluso la proliferación de mosquitos. Y para este nuevo escenario hacen falta decisiones costosas pero firmes, y allanar los próximos pasos a seguir: los ejes verdes proyectados de futuro en decenas de puntos de la ciudad están a la espera de conocer en qué términos se van a desplegar. 

Porque el modelo de superillas solo evitará la gentrificación verde, la expulsión de los vecinos y la subida de precios salvaje de la zona afectada, si se multiplican los ejes peatonalizados por la ciudad  y se distribuye así su impacto. Y esa ampliación requiere un refuerzo de la movilidad del transporte público y no caer en la ingenuidad: el coche existe y hay vecinos que lo necesitan. 

El desafío que supone la nueva red urbana que necesita Barcelona es formidable. Vecinos, gobernantes, comerciantes y urbanistas han podido proyectar en el laboratorio hecho realidad de superillas como la de Rocafort sus beneficios y vulnerabilidades, y parar un momento es lo suyo, para pensar y corregir, pero el camino ya está trazado y solo podemos retomarlo con más brío.

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