Investidura
Andreu Claret

Andreu Claret

Periodista y escritor. Miembro del Comité editorial de EL PERIÓDICO

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¿Cuántos tanques tiene Puigdemont?

El expresidente tiene una baza para condicionar la investidura de Sánchez, pero no la tiene para cambiar la historia de Catalunya

Estas son las 3 condiciones de Puigdemont para negociar con el PSOE la investidura de Sánchez

La ANC pide activar la declaración unilateral de independencia cuando quede aprobada la amnistía

Carles Puigdemont

Carles Puigdemont / EFE/EPA/OLIVIER HOSLET

Cuando Carles Puigdemont aseguró, hace unos días, que buscaba un ‘acuerdo histórico’ con el Gobierno de España, me acordé de Stalin. No solo utilizó el término para darse lustre. Sostuvo que la negociación con Pedro Sánchez puede y debe ser histórica, citando 1714. Cómo si hubiese llegado el momento de resarcirse de una derrota transformada en mantra por los independentistas. Olvidémonos, pues, de Pujol, Tarradellas o incluso de Prat de la Riba: él cambiarà la historia de Catalunya y, de paso, la de España. Eso sí es tener poder, como dice uno de los protagonistas de 'El Rey León'. Al oírle me vino a la memoria cuando le sugirieron a Stalin que tratara mejor al Vaticano, y él preguntó: ¿cuántas divisiones tiene el Papa? Desde entonces, sustituyendo divisiones por tanques, la frase ha hecho fortuna. Las batallas políticas se ganan o se pierden antes de librarlas. En el acierto a la hora de calibrar el poder propio y el del adversario. Acoquinarse ante el contrincante puede conducir a perder oportunidades. ¿Las perdió Pujol, a finales de los 70, al renunciar al cupo? Menospreciar al Estado lleva a derrotas. Como la del ‘procés’.

El poder real de Puigdemont viene de su capacidad de condicionar la investidura de Sánchez. No es poca cosa, pero se equivocaría pensando que lo es todo. En política, los tanques son votos, diputados y cargos públicos. Presencia institucional. ¿Cuánto poder tiene hoy Junts per Catalunya? Tiene siete diputados en el Congreso. Los mismos que ERC y los 'comuns', lejos de los 19 del PSC. En el Parlament, Junts es el tercer partido. Tiene 334 alcaldías, pero la más importante es la de Sant Cugat. Hijos de una nación sin Estado, los catalanes tendemos a menospreciar el poder de las instituciones y a sobrevalorar aquello que Joseph Nye llamó el poder blando, el de las ideas y la sociedad civil. Los independentistas han sido maestros en su utilización. Sacaron un millón de personas a la calle, una y otra vez, y el referéndum del 1 de octubre obtuvieron más de dos millones de votos. Una movilización única que puede provocar un orgullo legítimo, pero también alucinaciones. Como las que padece la presidenta de la Assemblea Nacional Catalana, Dolors Feliu, cuando propone pillar la amnistía y, al día siguiente, reactivar la declaración unilateral de independencia. No es de extrañar que la ANC esté de capa caída y que Ómnium sea el refugio de quienes creen compatible ser independentista y saber contar

Soy de los que piensan que Puigdemont no es cómo Feliu. En otros momentos ha dado muestras de realismo. Sin embargo, el momento de gloria que le han proporcionado los resultados de las últimas elecciones puede ofuscarle. No hay que quitarle mérito porque lo buscó, pidiendo a los suyos participar, pero la ola que le hacen muchos puede nublarle la vista. Ahora tiene una baza importante para condicionar la investidura de Sánchez, pero no la tiene para cambiar la historia de Catalunya. Está en condiciones de reclamar la amnistía o algo que se le parezca, pero no debe abarcar más de lo que le permite el resultado de las últimas elecciones (traducción: 'estirar més el braç que la màniga') si no quiere perder otra batalla que para él podría ser la definitiva. No son tiempos de grandes mudanzas. Ni aquí, ni en Europa. El protagonismo que le dan a sus siete diputados y el escaparate que le ofrece Bruselas, falsea la debilidad de un independentismo que ha retrocedido en la calle y en las encuestas. Menos humos y más pactos. Menos pensar en la historia y más en la investidura. La lección del 23J es que mucha gente quiere pasar página, en Catalunya y en el resto de España. Este sentimiento colectivo avaló los indultos y ahora permite pensar en una suerte de amnistía que quepa en la Constitución, devolver la política a su sitio y dejar de criminalizar al independentismo por el hecho de existir. No permite volver a las andadas. Los números son tozudos. El Partido Popular y Vox están a cuatro escaños de la mayoría absoluta y, en estas condiciones, no se puede jugar con la repetición de las elecciones. La cosa está para salvar los muebles y seguir avanzando, no para pasar a la historia.  

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