Cara a cara sobre la 'superilla'

Que la desmantelen, para vergüenza pública internacional

Fue un ataque ideológico contra Colau, no conceptual. Nunca la han tragado ni considerado que su elección democrática pudiese tener relevancia. Los que mandan en Barcelona, han sido y deben seguir siendo ellos

Cara a cara: moraleja de la sentencia de la 'superilla', por Gabriel Capilla

Escenas inesperadas de la Superilla del Eixample

Escenas inesperadas de la Superilla del Eixample / JORDI OTIX

Juli Capella

Juli Capella

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

La sentencia debe ejecutarse. Hay que obedecer la ley. Las obras de derribo deben iniciarse inmediatamente y devolver Consell de Cent a una calle convencional. Esto es lo que se merecería el lobbi de comerciantes de Barcelona Oberta y Foment del Treball. Para que todo el mundo vea el calado de su iniciativa judicial, en contra del urbanismo humanizado. Y además se equivocan: los comercios, como es bien sabido, también van a salir beneficiados con esta reforma. Después del reconocimiento mundial que ha tenido la gestión urbanística del Ayuntamiento de Barcelona, felicitado incluso por la ONU como ejemplo a seguir, sería muy chocante ver portadas de diarios internacionales, que lo han alabado, explicando ahora su marcha atrás con excavadoras arrancando árboles. Barcelona, de vanguardista a la retaguardia.

El Plan General Metropolitano, vigente en Barcelona desde hace casi medio siglo, fue un gran instrumento de planeamiento, pero hoy ineficaz. La vida se ha acelerado, va mucho más rápido que la burocracia. Y el cambio climático es un nuevo factor que nunca se tuvo en cuenta. Que el legalismo de no haber reformado ese obsoleto sistema del PGM haya sido el motivo de la querella y la sentencia es triste. Demuestra que era un ataque ideológico contra Colau, no conceptual. Nunca la han tragado ni considerado que su elección democrática pudiese tener relevancia. Los que mandan en Barcelona, han sido y deben seguir siendo ellos.

Pero al parecer, ahora se han dado cuenta de la monumental pifia. Forzar por una minucia el sentido común y la voluntad de la mayoría de vecinos, sean 'botiguers', empresarios o paletas. Han optado por la estrategia del PP, judicializar todo lo que no han podido controlar a su gusto. Pero la buena noticia de este lamentable episodio es que no hay vuelta atrás. Nadie que haya paseado por los ejes verdes puede estar en contra –ni la jueza–. Tal vez le afecte personalmente para bien o para mal, pero entiende sus virtudes. Está a rebosar. Además funciona mejor la carga y descarga por la mañana, y facilita el paseo por el atiborrado Eixample. Esta propuesta se extenderá por cientos de ciudades, con versiones y estrategias diferenciadas, pero con el mismo espíritu, hacer la calle sana y equitativa. No puede ser que el coche ocupe el 60% del espacio publico trasportando solo al 27% de la población. Nadie está contra el coche, ese adorable ingenio de movilidad, solo debe ponerse en su sitio. Como tampoco nadie aborrece el turismo, ese interesante ejercicio de placer foráneo, simplemente debe gestionarse. Y desde el estamento público. A quien vote la gente. No desde despachos de los interesados.

La Unesco acaba de nominar Barcelona como capital de la arquitectura para el año 2026, entre otras cosas por el proyecto 'superilla'. Tenemos que seguir su desarrollo y corregir fallos, que los hay. Pero en todo caso, ampliarlo y extenderlo por más barrios. Esperemos que el nuevo consistorio no se acobarde, y tire por la borda el esfuerzo realizado, por miedo a enfadar a unos pocos querellantes.

Suscríbete para seguir leyendo