Elecciones 23J

Las trincheras enlodadas de Puigdemont

Gastada la pólvora judicial, ser decisivo tras el 23J era la única opción que le quedaba para mantener un protagonismo que el paso del tiempo le va quitando. Pero esta opción, para la que hacía falta que diera una conjunción astral poco probable, es hoy inverosímil.

expresidente generalitat carles puigdemont mitin central junts a Amer

expresidente generalitat carles puigdemont mitin central junts a Amer / Europa Press

Andreu Claret

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Hasta que el 'procés' cambiase las reglas, el nacionalismo catalán siempre se había comportado, ante unas elecciones estatales, con una doble esperanza: que ganase el partido español menos adverso (la política del mal menor) y que quedasen puertas abiertas, gobernara quien gobernara, para obtener lo mejor para Catalunya y los suyos (la política del ‘pájaro en mano’). Jordi Pujol fue el artífice por excelencia de esta estrategia, que practicó con Felipe González y con José María Aznar y que le permitió seguir al frente de la Generalitat durante más de 20 años. Con el 'procés', el pragmatismo se vino abajo. Quedó sustituido por la confrontación, que unos pretendían más inteligente que otros, pero que dejó al nacionalismo catalán sin influencia en el Congreso de los Diputados. Carles Puigdemont encarnó como nadie una mutación que terminó con una derrota en todos los frentes y con una división del independentismo en seis o siete corrientes que van desde el radicalismo sin límites de Clara Ponsatí hasta el intento de injertarle savia xenófoba para darle un nuevo brío, un experimento con el que Sílvia Orriols ha llegado a la alcaldía de Ripoll. 

Tras una década perdida, no es de extrañar que los dos millones de catalanes que acabaron apoyando la causa independentista se muestren perplejos y desconcertados ante la próxima convocatoria electoral. ¿Qué votar? se preguntan quienes escuchan a Puigdemont decir que la única diferencia entre Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo es que el primero amputa con anestesia y el segundo no la necesita. Los líderes independentistas justifican sus arremetidas por el voto útil hacia los socialistas catalanes que detectan entre los suyos. Podrían criticarle muchas cosas a Sánchez, pero equipararlo con Feijóo y lo que puede venir es un disparate. No fue Sánchez quien actuó de pirómano frente a la vía unilateral, fue Mariano Rajoy. La memoria es corta. Rajoy no fue mencionado en el acto central de campaña que ha dado este domingo Junts per Catalunya en Amer, el pueblo natal de Puigdemont. El mitin fue un aquelarre contra el líder del PSOE. Por cada mención crítica de Feijóo o de Santiago Abascal, hubo entre ocho o diez de Sánchez. Interviniendo desde Waterloo, Puigdemont optó por no añadir leña al fuego, como suele ser habitual en él en momentos de confusión y arrebato. No hacía falta. El día antes había declarado que Sánchez no sería presidente con los votos de Junts.  

¿Entonces, cuál es el sentido del voto independentista? ¿Enterrada la vía clásica del pájaro en mano, denostado el apoyo parlamentario que Esquerra Republicana ha ofrecido al Gobierno de Sánchez durante la última legislatura, qué camino queda? La trinchera, dijo Puigdemont. ¿Con qué mimbres? ¿Con los ocho o nueve diputados que puede sacar Junts en Madrid? Parece un sarcasmo hablar de trincheras independentistas tras unas elecciones que darán al PSC y al PP uno de sus mejores resultados en Catalunya. ¿No será que Puigdemont confunde su situación personal, agravada por el contratiempo que ha supuesto la última decisión judicial europea, con la del país? Atrapado por la lógica de una campaña contra el PSOE, ni siquiera habla, como podría hacer, de amplias trincheras democráticas y catalanistas que supusieran refugios sólidos en caso de que Feijóo y Abascal acaben gobernando juntos. Las suyas son las trincheras del 1 de octubre, sin percatarse de que, desde entonces, ha llovido mucho. Tanto que los terrenos del independentismo han quedado enlodados. 

El apoyo de Puigdemont a la participación, en contra de los más radicales, parecía indicar que estaba dispuesto a dar una batalla política. Llegó a soñar incluso que los votos de Junts pudieran ser indispensables para llevar a Sánchez a la Moncloa. Gastada la pólvora judicial, ser decisivo tras el 23J era la única opción que le quedaba para mantener un protagonismo que el paso del tiempo le va quitando. Pero esta opción, para la que hacía falta que diera una conjunción astral poco probable, es hoy inverosímil. Atrapado en los discursos broncos de Laura Borràs y los mas radicales, le quedan pocos cartuchos. "Los votos catalanes no pueden servir para apuntalar a partidos españoles", llegó a decir Míriam Nogueras en el mitin de Amer. ¿De qué sirve, entonces, ir a votar?

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