La nota

Pablo Casado: ¿por qué le han abandonado?

Vox subía y los barones no le aguantaban. Pero peor, el 67,4% de los electores del PP ya decían tener poca o ninguna confianza en el presidente del partido

Casado se dirige a su asiento en el Congreso

Casado se dirige a su asiento en el Congreso / DAVID CASTRO

Joan Tapia

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En su reciente libro ‘Política para adultos’, Mariano Rajoy dice: “El hiperliderazgo que generan las primarias desemboca en situaciones menos democráticas (…) el debate interno, las diferencias de criterio, las distintas sensibilidades dejan de tener sentido (…) porque el líder elegido por los militantes es su único intérprete”. Y concluye: “La experiencia de las primarias ha demostrado que tenían mucho más de populismo que de mejora de la calidad democrática de los partidos”.

Teniendo en cuenta que el PP solo ha elegido en primarias a Pablo Casado, que hoy confirmará su renuncia ante la junta directiva del partido, está claro que el expresidente ya condenaba hace semanas el liderazgo de su sucesor. El ridículo ante Isabel Díaz Ayuso, con manifestación en su contra de 3.000 personas ante la sede de Génova, ha sido una espectacular explosión que ha hecho estallar las costuras del partido, pero solo ha sido la última gota. El choque entre los barones del PP y Casado y su brazo ejecutor en el partido, Teodoro García Egea -que quería relegarlos a un papel secundario- venía de lejos. Y al final ha sido una conjunción de los barones con más poder (el gallego Núñez Feijóo, el andaluz Moreno Bonilla, el castellano Mañueco y la propia Isabel Díaz Ayuso) la que lo ha liquidado.

Ya no lo aguantaban. No solo porque Vox se afianzase como un gran competidor en la derecha -lo que puede ser difícil de atajar-, sino porque la línea esencial de su mensaje, la acusación a Sánchez de ser un okupa ilegítimo de la Moncloa, que rompía España y la llevaba a la ruina, alimentaba el discurso catastrofista de la extrema derecha. Y los errores eran repetidos. El penúltimo, el anticipo electoral en Castilla y León, para minusvalorar a Ayuso y demostrar que Sánchez estaba terminal, solo logro que Vox saltara de 1 a 13 escaños. ¿Se podía disparar mejor contra uno mismo?

Pero la inmadurez de Casado -un líder afable en el trato privado- era notoria. Nombró portavoz parlamentaria a Cayetana Alvárez de Toledo, que llegó a decir, como candidata por Barcelona, que no tenía obligación constitucional de hablar catalán, lo que es peor que presentarse por Valencia y mostrar desdén por la paella. Y tras ser destituida escribió un libro que dejaba a Casado como un don nadie. También se empeñó en imponer a Isabel Díaz Ayuso como candidata por Madrid. Ayuso tuvo más éxito electoral que Cayetana, pero no le ha salido respondona, sino que le ha preparado la silla eléctrica.  

Pero es el propio electorado del PP el que -pese a que la prensa conservadora lo callaba- ya no creía en Casado. No es un momento en que los líderes políticos -sobre todo si han gobernado en tiempos difíciles como la pandemia- sean apreciados. Quizás por eso el 66,4% de los españoles dice, según el CIS, tener poca o ninguna confianza en Sánchez. Lo que es más extraño y muy significativo es que el número de electores del PP que manifiestan poca o nula confianza en Casado sea todavía superior, el 67,4%. La desconfianza en Casado de los votantes populares es incluso algo superior a la de la totalidad de los españoles, voten lo que voten, en Sánchez.

Con estos números era imposible que los barones del PP, más pragmáticos porque están obligados a la gestión, no aprovecharan la ocasión -el éxito de Vox en Castilla y León y el conflicto con Ayuso- para forzar el cambio en el liderazgo del PP. Y el doctrinario Casado, que se rebeló contra el pausado de Rajoy, va a ser relevado por el pragmático Núñez Feijóo (gallego como Rajoy) que no se presentó en 2018.   

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