La virgen de Pedro Sánchez

No hay pueblo ni época que no tenga su catálogo de apariciones. Seres sobrenaturales que se le presentan de repente a alguien, normalmente en trance místico, en duermevela o rendido a un sueño fecundo. Los aparecidos pueden ser ángeles, demonios, personas muertas o incluso vivas pero ausentes, y suelen portar (o eso sostienen los videntes) un mensaje, o al menos una intención.

La Virgen tiene predilección por aparecerse a pastorcillos analfabetos, niños paupérrimos y novicias turbadas. Lucía, Francisco y Jacinta, de 10, 9 y 7 años, en Fátima. Bernadette Soubirous, de 14, en Lourdes. Muchísimos más personajes relatan asombros similares. Tal es la aglomeración de videntes marianos que el papa Francisco se vio en la necesidad de poner en guardia a los fieles al poco de llegar al Vaticano: "La Virgen no es la jefa de Correos que envía mensajes todos los días".

Pedro Sánchez no es pastorcillo ni niño pobre ni novicia. Tiene 47 años, es socialdemócrata, preside el Gobierno español y no es creyente. Pero se le está apareciendo la Virgen.

Adversarios confundidos

Debe de ser ella, la Virgen, quien está confundiendo a los adversarios electorales de Sánchez. Si no, no se entiende tamaña falta de inteligencia política. Hace solo once meses, Ciudadanos aparecía en todas las encuestas como la expresión de una derecha más o menos moderna y europea, sin anclajes rancios, ajena a la ciénaga de la corrupción del PP. En todos los cenáculos se pronosticaba que Albert Rivera sucedería a Mariano Rajoy en la presidencia del Gobierno. Pero la moción de censura que aupó a Sánchez cambió repentinamente el paso del baile y, diez meses después, Rivera y los suyos aún no han logrado sobreponerse a la sacudida.

En lugar de perseverar en la idea que les había llevado al podio demoscópico, la han dilapidado en apenas tres  soplos: la alineación con el PP y la extrema derecha en Andalucía, el desfile con los mismos camaradas en la plaza de Colón de Madrid y la concepción de una campaña electoral más pendiente de las evoluciones del PP y de Vox que del afianzamiento de aquella imagen triunfal, hoy desleída.

Zonas cavernosas

El PP de Pablo Casado acusa la endeblez del líder y el repliegue a las zonas cavernosas del partido en una competencia miope con la ultraderecha. Incapaz de imponer una agenda propositiva, vive enredado en polémicas estériles o directamente suicidas, como la contrarreforma del aborto, que ya le costó la carrera política a Alberto Ruiz-Gallardón. 

En el flanco izquierdo, Podemos se desangra por las heridas internas y algunos errores estratégicos que un segmento del electorado no olvida: sin la decisión de Pablo Iglesias, Rajoy no habría tenido segundo mandato.

Entre tanto, Sánchez marca la agenda propositiva y se guarda del pim pam pum que se escucha a diestra y siniestra. Y da gracias a la Virgen.