La clave
La banca que maltrata al cliente
Iosu de la Torre
Coordinador de Pódcast.
Periodista. Vasco de Barcelona. En EL PERIÓDICO desde 1986. Coordinador de Pódcast. Universidad de Navarra y Universitat Autònoma de Barcelona.
IOSU DE LA TORRE
Tras 25 años como cliente, abandoné la caja de ahorros en busca de un banco que me tratase como una persona. Mi despreocupación con las finanzas y el rechazo a los usureros no me impiden olvidar de dónde ingresan mi nómina, mantengo un plan de pensiones, pago todas las obligaciones fiscales y de consumo. Soy hombre de pocas visitas a la sucursal, pero necesito que aquel que me atiende sepa adivinar mi presencia cuando pregunto en la cola quién es el último. Que te oriente qué hacer con tus ingresos, esos que tantoenriquecen a la banca. Que hable claro, que no mienta.
El empleado de banca figura en el paisaje de varias generaciones, con el médico de cabecera, el quiosquero, la peluquera o la pescatera.
El día que me decidí por el BBVA de Gran Via-Villarroel me encontré con Susana Bergua una mujer amable, psicóloga de asalariados y ahorradores, que al instante adivinaba las posibilidades de quién tenía delante. Atendió y entendió mi oferta y así acepté traspasar mis cuentas a un gigante que nunca me gustó.
La hiel de las fusiones
Las tertulias de café antes del trabajo se esfumaron al poco tiempo. Quizás su jefe la apartó con la excusa de renovar la plantilla salpimentada con la hiel de la fusiones. De poco le sirvieron 35 años de antigüedad. Meses después la prejubilaron con buena pensión. Llevo desde el 2011 en el BBVA, he mantenido una relación cordial con los sucesores de la señora Bergua, pese a que el compromiso sellado con un apretón de manos se desvanecó. Si ruego al de la ventanilla que actualice mi cartilla, me envía al automático, «que también sirve para pagar recibos, multas y transferencias». Lo siento. Soy un antiguo, me gusta el tú a tú, no el malhumorado gesto de adáptese a los nuevos tiempos (tiempos salvajes). La otra mañana estallé: querían cobrarme un comisión de 10,45 euros por una trasferencia avisar del cambio de reglas. «Sepa que la gran banca planea que en el 2020 el dinero sea solo electrónico, que a usted no le necesitarán, que a usted y a mí nos darán por el culo», bramé cual demagogo on fire. La protesta desbarató el atraco-comisión. Pedí disculpas.
No sé si volveré a verlos.
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