Dos miradas

El futbolista solitario

JOSEP MARIA FONALLERAS

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Lo reconozco de entrada: me cuesta entrar en el mundo del arte contemporáneo. Debe ser porque no entiendo lo suficiente. Hace unos días, en el Guggenheim de Bilbao, vi El intervalo luminoso, una muestra de la D. Daskalopoulos Collection. Había instalaciones con hilos que colgaban del techo y coches de donde salían morcillas rojas de plástico y armarios donde se condensaba la vida y la muerte. Y también el proceso de limpieza con jabón de un esqueleto humano y una habitación con una pared de la que colgaban pieles de conejo y con una mesa sobre la que chorreaban cinco botellas de vino tinto que emitía una peste equiparable a la de las antiguas bodegas (te emborrachabas solo con entrar y oler el ambiente) y donde los zapatos se te enganchaban al suelo.

En el Guggenheim también contemplé la idea del americano Paul Pfeiffer titulada Los Santos. Exactamente eso: una idea. En un espacio inmenso, limpio y blanco, una sala de proyección donde se veían las imágenes de la final del Mundial de 1966 y la imitación de los gritos del público de entonces realizada por un millar de orientales 40 años después. En el exterior, en una pantalla de un centímetro cuadrado, deambulaba, en solitario, un jugador alemán. Todos los demás habían sido borrados del campo. Un futbolista en el desierto, como un náufrago, como un orate. Aquí sí supe ver una metáfora del mundo actual. Bien, esto es lo que creo.