Dos miradas

El doctor Roca

JOSEP MARIA FONALLERAS

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A partir de ayer, el cocinero Joan Roca puede ser tratado oficialmente de doctor. Lo es -honoris causa- gracias al reconocimiento académico que le ha otorgado la Universitat de Girona. En su parlamento, la rectora dijo que no se exaltaba sólo al chef y la bondad «extrema» de su cocina, sino que con el elogio se rendía «homenaje al hombre que es continuación de una estirpe arraigada en el país, en las tradiciones de esta tierra». El honoris causa a un cocinero despierta expectación porque todavía pensamos que se trata de una distinción reservada a grandes intelectuales, finísimos escritores o sabios concentrados ante un microscopio. ¿Y qué hace un cocinero como Joan Roca? ¿Es un artista, es un científico, es un artesano que trabaja con la precisión de un relojero, un genio que puede transmitir emociones? Un poco de todo. Como él mismo dijo en la aceptación del doctorado: «Es fácil perseverar si hay pasión; la pasión enciende el fuego del conocimiento». Por todo ello, el mayor de los Roca, los Roca como estirpe, la culinaria que busca la belleza y respeta la vejez, mereció el tributo. Después de hacer un repaso de los maestros, desde el anónimo recetario de Sent Soví hasta Ferran Adrià, pasando por Eiximenis o Pla, Roca, en nombre de los hermanos, dijo: «Ninguno ha influido tanto en mi cocina como la madre que me parió». Hay historias que reclaman un resumen así. Contundente, sin brechas. Como una roca.