ENSAYO

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Nadal Suau

Nadal Suau / EFE/ALEJANDRO GARCÍA

Elena Hevia

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Nunca en una rueda de prensa había interesado tanto el cuerpo de un escritor. En concreto, el del crítico literario mallorquín Nadal Suau -que prescinde de su nombre de pila, Josep en su nombre de pluma- que el objetivo de las preguntas. ¿Cuántos tatuajes tienes? 21. ¿Alguno en partes íntimas? Sin comentarios. ¿Te erotizan los tatuajes? Ejem…

No es que los periodistas se hayan vuelto enloquecidamente indiscretos, o quizá sí. Sencillamente, el autor ha ganado el premio Anagrama de ensayo con ‘Curar la piel’, un libro en torno al tatuaje en el que se imbrican la reflexión, la erudición (la justa para que no caer en lo académico), lo anecdótico pero significativo y sobre todo lo íntimo y lo personal. Al autor no hay más que echarle la vista encima para darse cuenta de que está herido por la pasión del tatuado. Y eso que no se le ve el dragón que le cubre la espalda y que todavía está incompleto. 

Nadal Suau

Nadal Suau / Europa Press/Zorrakino

Cultura urbana

Hay un famoso libro de relatos de Ray Bradbury, ‘El hombre ilustrado’, que remite a un personaje que lleva en su cuerpo tatuajes que a su vez cuentan historias. Esa es precisamente la estructura elegida en el libro que recoge cinco de sus ilustraciones epidérmicas como hilo del que tirar para armar la narración. Así se establece que la práctica ya no tiene nada que ver con la marginalidad, la delincuencia y el “amor de madre” y sí con ser santo y seña de una cultura urbana cada vez más amplia, incluso entre los escritores. A bote pronto, surgen nombres de autores como Ray Loriga y John Irving, un verdadero adicto al tema y se constata su normalidad entre los más jóvenes. 

Para Nadal Suau el arte de la aguja y la tinta es una celebración. “Uno de los aspectos del tatuaje es su carácter ritual y eso me lleva a preguntarme si el regreso de la práctica tiene que ver con la pérdida de los ritos y con la necesidad de recuperarlos como una forma de jalonar los ritos de paso”. Esa sería una de las muchas respuestas que de forma sinuosa da el crítico a las grandes preguntas. ¿Por qué te tatúas? ¿Lo haces por moda? Qué extraña moda que implica algo que quedará en tu piel toda la vida, escribe.

Respetar la historia

Es por eso, dice, que no se ha arrepentido de los ‘tatoos’ que se ha hecho, aunque no le guste mucho el primero de los 21, diseñado por su amigo Pere Joan, pero ejecutado, ¡ay!, por un practicante inexperto que no supo reconducirlo en la piel. “Podría cubrirlo con nueva tinta, pero no lo haré porque entiendo que un mal resultado es parte de la historia”. Y ahí se llega a una más de las reflexiones del libro. Al hecho de que un tatuaje tenga su propia historia que no depende tanto de su dibujo como de las circunstancias en las que se ha hecho. Nadal confiesa haber recorrido distintas ciudades para asistir a citas con tatuadores estrella o bien acudir a los eventos locales por los que circulan como artistas visitantes. 

Hay también derivas poco evidentes que no hacen el libro tan festivo. Hay en él el acta notarial del fin de su relación sentimental con Begoña Méndez, presente en muchas de sus páginas, cómplice en la práctica y coautora del libro ‘El matrimonio anarquista’, un panfleto sobre el amor. Pero sobre todo, está la relación con un padre que no comprendía el afán de su hijo. “Me decía que los tatuajes eran cosa de macarras, jugadores de fútbol y estrellas del rock, aunque eran los futbolistas lo que le parecía peor”, recuerda riendo. El cuerpo del autor, enfrentado a un dolor voluntario y controlado, se contrapone en las páginas con la pérdida de un padre enfermo, que ha intentado ocultar el dolor y sus metástasis. “Me cuesta hablar de esa experiencia”, dice. Mejor acudir al libro que estará en librerías la próxima semana: “con nuestros tatuajes pasará lo mismo que con las arrugas, los recuerdos y el deseo. Los habitaremos. Los bendeciremos. Os los ofreceremos. Y moriremos”.