La autora de 'La señora Potter no es exactamente Santa Claus'

Laura Fernández: "Vivimos como si no fuéramos motas de polvo en el universo"

La autora publica 'Damas, caballeros y planetas' que reúne los relatos escritos a lo largo de 15 años

El exorcismo de Cat Power y Yorgos Lanthimos, por Laura Fernández

El escritor como pieza de museo, por Laura Fernández

¿La mejor novela familiar?, por Laura Fernández

Laura Fernández

Laura Fernández / Ana Puit

Elena Hevia

Elena Hevia

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Laura Fernández creció leyendo a escritores (estadounidenses) que cuando tenían 15 años mandaban el cuento que habían escrito a una revista y recibían o bien cartas de rechazo o la noticia de que iban a ser publicados. “Pero es que aquí en España no tenemos ni siquiera el lujo de ser rechazados porque no hay revistas y tú tienes que crecer en solitario y con suerte, algún día llegar con un libro entero a algún sitio, con lo que parece que la literatura haya aparecido de golpe”.

Los relatos que la autora de ‘La señora Potter no es exactamente Santa Claus’ -que fue uno de los libros mejor recibidos en el 2021- presenta bajo el título de ‘Damas, caballeros y planetas’ (Random House) han estado ahí a lo largo de los años aparecidos algunos en publicaciones 'underground' y por lo tanto poco accesibles, excepto tres inéditos. Todos ellos vienen acompañados por textos de presentación que tienen tanto valor literario como los propios cuentos y siguen aquel precepto de Stephen King, uno de los autores de cabecera de Fernández, que dice: “todo cuento tiene su propia vida secreta”.

Cuentos únicos

Y aviso. Esto no es un libro de relatos concebido como un disco en el que todas las canciones actúan como engranajes. Lo que hace la autora es alimentar individualmente a todos y cada uno de estos cuentos desgajados de su particular mundo, ya construido en otras novelas, que se mueve entre la ciencia ficción delirante, el humor más ‘naif’ y un amor incondicional a la escritura, al tiempo que son habitados por cafeteras que son objetos amorosos, dinosaurios oficinistas, periodistas fallecidos que siguen dando la tabarra, fantasmas que viven en pensiones y escritores más o menos frustrados. Posmodernos como Thomas Pynchon o Robert Coover también funcionan como faros de su literatura en la que la ‘rareza’ intrínseca de la autora ha venido para quedarse en un panorama demasiado homogéneo para aportar un color y una variedad que no existía aquí hasta que llegó ella.

Decimos relatos y a Fernández no le acaba de gustar el nombre porque desde que leyó ‘La niña del pelo raro’ de David Foster Wallace sintió que se podían escribir narraciones breves que valían lo que novelas enteras con la misma capacidad de reproducirse y crecer que aquellas pero en miniatura.

Psicoanálisis retrospectivo

La vida secreta, incluso para ella, de estos relatos la ha sorprendido. Por eso evoca a Lucia Berlin cuando releyendo una de sus propias narraciones se dio cuenta de que ahí estaba diciendo que era alcohólica y no fue consciente de ello mientras lo escribía: “Yo casi me he psicoanalizado en los prólogos. En mi primer relato que escribí en el 2009, acababa de tener a mi primer hijo. Inventé un planeta en el que los hombres no pueden alcanzar los puestos de poder porque son ellos los que quedan embarazados, muchos son padres solteros que han mantenido relaciones con mujeres terrícolas que no saben que han sido madres. Quería darle la vuelta a ese universo y jugar con los clichés superamericanos supongo que por mi reciente embarazo”.

También explica que algunos de los cuentos le han servido para despedirse de sus ficciones anteriores, cuya elaboración vivió, como abducida, con una enorme intensidad marcada por la sorpresa y la alegría con la que puntúa sus narraciones llenas de interjecciones y mayúsculas, marca de la casa. Y no es para menos, su mirada tiene el más ambicioso de los focos: “Vivimos como si no formáramos parte de un planeta, como si no fuésemos motas de polvo en el universo. Pero nos hemos acostumbrado a ponerle encima una manta de realidad y olvidamos que cualquier cosa es posible”.