Quemar después de leer

El escritor como pieza de museo, por Laura Fernández

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WhatsApp Image 2023 09 08 at 10.03.03 / SARA MARTÍNEZ

Laura Fernández

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Existe, en la ciudad vieja de Edimburgo, un Museo del Escritor. Oculto a simple vista, en uno de los misteriosos 'close' que atraviesan la famosa y atestada Royal Mile -su calle principal, en agosto sede del omnipresente Fringe, el festival de teatro en el que todo ocurre a la vez en todas partes-, se erige una casa habitada, desde el Más Allá, por tres escritores de la ciudad. La casa fue construida en 1622 y se la conoce como Lady Stairs House. De ahí el nombre del callejón que te permite llegar hasta ella: el Lady Stair's Close. Elizabeth Dundas, la famosa Lady Stair, se lo compró a su propietaria original, una tal Lady Gray, que la mandó construir cuando enviudó, en el mismo siglo XVII. Pese a su nombre, ninguno de los tres escritores que la habitan hoy es una mujer.

Sobre la puerta del Writer's Museum cuelga un cartel de los que ondean con el viento en el que el perfil de un hombre -que recuerda vagamente a Robert Louis Stevenson- se inclina sobre su escritorio, un antiguo secreter, para escribir con pluma. La imagen, romántica en el viejo y original sentido de la palabra, podría teletransportarse al presente, a un presente en el que el legado no fuese únicamente legado sino cimiento, parte de aquello que se sigue construyendo -la literatura escocesa, y por extensión, mundial- si no estuviéramos hablando de un museo muerto. Un mero inventario de objetos de escritores que, a excepción del citado Stevenson, que, en tanto creador de un mito, será siempre moderno, contemporáneo, se quedaron en el pasado.

Además de reliquias, curiosísimas, de los viajes de Stevenson, hay, en el Writer's Museum, desde menús de cenas en las que participó el poeta Robert Burns -un héroe nacional-, hasta el caballo de juguete en el que montaba cuando era niño Walter Scott, el novelista con el monumento más impresionante del mundo. De lejos, el Scott Monument de Edimburgo parece una iglesia gótica, y en realidad, es prácticamente una catedral erigida sobre su figura, sobre la que se han esculpido los más icónicos personajes creados por el autor de 'Ivanhoe'. Sir Walter Scott es, sí, el tercer escritor que habita el Writer's Museum. Scott fue contemporáneo a Stevenson, y a la pasión que la ciudad profesó por sus escritores, a los que, al parecer, dio por acabados a finales del XIX.

Epicentro del universo Harry Potter

Porque el Writer's Museum es una institución gubernamental, y sin embargo, cerrada a la posibilidad de crecer. Edimburgo es una ciudad eminentemente literaria. Y no únicamente porque buena parte de su turismo lo sea -J. K. Rowling la convirtió en el epicentro del universo Harry Potter, porque fue allí donde escribió prácticamente toda la saga, hay cafeterías que presumen aquí y allá, de haber sido el sitio en el que Rowling escribió un capítulo, o dos o tres, de la historia, y no únicamente la hoy cerrada Elephant House, que fue donde empezó todo-, ni porque esté repleta de librerías -con muchísima historia, y de todo tipo-, ni porque entre sus 600.000 habitantes se cuenten hoy un buen puñado de escritores, entre ellos, la mismísima Maggie O'Farrell.

La divertidísima Muriel Spark

Sede de editoriales -como la pequeña Charco Press, dedicada a la traducción de literatura latinoamericana-, y lugar de nacimiento de Arthur Conan Doyle -y no sólo de nacimiento: ¡todo Sherlock Holmes, incluido el personaje que lo inspiró, nació allí! ¡Los callejones que recorren los personajes no son londinenses, están basados en los callejones de la ciudad vieja de Edimburgo!- y Muriel Spark, la divertidísima escritora rompebarreras de todo tipo -y la que mejor ha definido el Edimburgo de principios y mediados del siglo XX, y su relación con el mundo: ojalá alguien traduzca en algún momento 'Curriculum vitae', su autobiografía, un 'Apegos feroces' fascinante-, la ciudad no deja de crecer, literariamente, a espaldas del 'establishment'.

Sin Irvine Welsh ni Ian Rankin

¿No debería algo llamado Writer's Museum dejar de llamarse así si no va a dejar entrar a nadie más que a Burns, Scott y Stevenson? Un museo vivo que se tuviese a sí mismo por un Museo del Escritor se aseguraría de contar con manuscritos de, por qué no, 'Trainspotting' -Irvine Welsh es otro ilustre de la ciudad-, y a lo mejor una pipa, o una tablero de ouija del creador de Sherlock Holmes, algo relacionado con Harry Potter, o Ian Rankin -hay rutas de su detective, Rebus, por toda la ciudad-, y tal vez exposiciones temporales de materiales de novelas que acaben de publicarse, como cualquiera de O'Farrell. Pero no cuenta con nada de eso, porque prefiere ser una pieza de museo a un museo. Y por eso, adivinen. Pese a que la entrada es libre, no hay nunca nadie.

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