'DELICATESSEN' LITERARIA

Maggie O'Farrell: "La búsqueda de la belleza es lo opuesto a la muerte"

La escritora irlandesa publica su celebrada novela 'Hamnet' que recrea la corta vida del hijo de Shakespeare e ilumina la figura de Anne Hathaway, la esposa del genio

icult Maggie O Farrell Foto  Libros del Asteroide

icult Maggie O Farrell Foto Libros del Asteroide

Elena Hevia

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¿Qué significa para alguien llamar a un hombre, a una obra y a un fantasma con el nombre del hijo muerto? Este es el enigma que la imprescindible escritora irlandesa Maggie O’Farrell (Coleraine, Ulster, 1972) ha puesto en funcionamiento en su última novela, ‘Hamnet’ (Asteroide / L’Altra), que ha recibido críticas ditirámbicas por su extraordinaria escritura. La apuesta es de calado porque ese ‘alguien’ es nada menos que William Shakespeare, que no aparece con su nombre a lo largo de la novela quizá porque es casi ridículo retratarlo en labores cotidianas, friéndose un huevo para desayunar o jugando con sus hijos. No solo porque estas imágenes chocan con el mito mayúsculo sino porque es muy poco lo que se sabe de su vida. En esa rendijas construye O’Farrell una historia situada en Stratford-upon-Avon que deja al Bardo, instalado en Londres con sus tareas teatrales, prácticamente fuera de foco para colocarlo sobre la esposa del autor y sus tres hijos. En especial, en Hamnet (que como nombre es una variante de Hamlet), el único varón, fallecido a los 11 años.

“La existencia de Hamnet no es muy conocida, ni siquiera en Gran Bretaña. Ha sido olvidado por la historia. Así que darle el nombre de su hijo a uno de sus grandes personajes, cinco años después de la muerte del niño, es hacer muy visible a un Shakespeare en pleno duelo como ser humano”, explica la escritora desde su domicilio familiar en Edimburgo. Una de las hijas de O’Farrell se cuela al fondo de la pantalla del ordenador para incomodidad risueña de la autora. Es inevitable pensar en un vínculo entre esta cotidianidad y la que retrata la novela, que prácticamente cede el protagonismo a Anne Hathaway, la esposa del genio que ha arrastrado una leyenda negra durante siglos. “Yo quería hacer un libro sobre la relación entre un padre y un hijo, pero poco a poco se me fue imponiendo la figura de Hathaway que ni siquiera se llamaba Anne sino Agnes, como figura en el testamento de su padre; que posiblemente sabía mejor que nadie cómo se llamaba su hija”.

Desamor infundado

Lo que corre sobre esta mujer ocho años mayor que Shakespeare es que era fea, que lo ‘cazó’ cuando él tenía 18 años y su familia les obligó a casarse de penalti, que él la odiaba y que se fue a Londres para huir del hogar. Y además está esa famosa cita extraída del testamento del dramaturgo en la que le deja a ella su “segunda mejor cama”, un supuesto desprecio, con el que se quiere refrendar todo esto. “El testamento de Shakespeare es un texto muy árido que no parece realizado por la misma mano que ha escrito los mejores pasajes de amor en inglés, además lo de la cama está incrustado entre dos líneas que podrían haber sido añadidas por cualquiera”. La autora apuesta por una pareja enamorada y lo hace conjeturando –lo mismo que los adversarios de Hathaway-: "Cuando Shakespeare decidió retirarse de escena regresó a Stratford con su esposa, lo que me hace dudar que lamentara su matrimonio. Podía haberse ido a cualquier otro sitio, porque además de un gran dramaturgo fue también un hombre de negocios muy exitoso y todo el dinero que ganó, que fue mucho, lo enviaba a su familia. Además no era nada raro en aquella época que el marido fuera a trabajar a la capital para hacer fortuna”.

"No me plantee el libro desde una sensibilidad feminista pero mi motor era contar una historia que se había escondido"

A Anne (o Agnes) Hathaway la pinta O’Farrell como una mujer con profundos conocimientos de las plantas curativas y de las aves rapaces, una especie de bruja sabia muy alejada de las que le predicen a Macbeth su ambiguo futuro. El retrato bebe directamente de la biografía que la gran autora feminista Germaine Greer le dedicó a la esposa desde esa perspectiva. “No me plantee el libro desde una sensibilidad feminista, pero mi motor como en el caso de Greer, era contar una historia que se había escondido. Lo importante era darle una voz a este chico abandonado por la historia así como a su madre y hermanas. Porque aunque todo lo que les preocupa a los biógrafo pasaba en Londres y el lugar en el que el hijo de un fabricante de guantes se crió no es irrelevante”.

El arte, reverso de la muerte

Es fácil establecer un conducto subterráneo entre la anterior obra de la autora, ‘Sigo aquí’ (‘Visc, i visc, i visc’, en catalán) una 'memoir' en la que relata el peligro constante a que se ve sometida una de sus hijas afectada por reacciones alérgicas extrema y ‘Hamnet’, la historia del hijo muerto. “Todos mis libros surgen como reacción al que he escrito anteriormente y no sé si hubiera podido escribir 'Hamnet' sin ‘Sigo aquí’. Ambos libros hablan de la muerte pero sobre todo de la vida. Yo quería enfatizar el vínculo entre el muchacho y la obra que inspiró. Por eso la novela versa sobre nuestra necesidad de arte, porque escribimos y buscamos la belleza y esto siempre será lo más opuesto a la muerte que podamos imaginar. Crear es nuestra celebración de seguir con vida.

¿Que hacemos con el Shakespeare gay?

Lo que Maggie O'Farrell ha ha dejado a un lado conscientemente es la tan traída y llevada posible homosexualidad del autor. En el siglo XVI, el sexo entre hombres era un delito pero sin embargo el rey Jacobo mantuvo relaciones abiertas con el duque de Buckingham, "el cuerpo mejor formado de Inglaterra". El dato en el que se basa la sospecha respecto a Shakespeare son sus sonetos amorosos dedicados a muchachos. "Un amigo gay me reprochó que hubiera ocultado este aspecto, pero decidí no hacerlo evidente. En la novela hay un pasaje en el que Hathaway sospecha que su marido ha estado con otras mujeres en Londres. Ahí dudé si hablar del asunto o no, pero creo que ella no hubiera encajado bien ese tema y eso habría llevado la novela hacia otra dirección”. 

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