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Domènech i Montaner, un arquitecto por descubrir

El centenario de la muerte del creador del Palau de la Música es un buen momento para recuperar una figura que quedó eclipsada por Gaudí

El Pabellón de Sant Salvador, en el recinto modernista de Sant Pau.

El Pabellón de Sant Salvador, en el recinto modernista de Sant Pau.

Xavier Carmaniu Mainadé

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Estos últimos días, dos grandes eventos musicales han sido noticia en Catalunya. Uno, la visita de Bruce Springsteen, de quien nos lo han contado todo y solo ha faltado saber el color de sus calzoncillos. El otro, más discreto, ha sido el concierto que la Filarmónica de Berlín ofreció junto al Orfeó Català en la basílica de la Sagrada Familia para interpretar algunas de las obras más conocidas de Mozart.

Y de trasfondo la arquitectura lo conectó todo con un hilo invisible. En el caso de la Filarmónica, no hace falta ni explicar el porqué. Y en el del Boss, el escenario fue el Estadi Olímpic, originariamente construido en 1929 por Pere Domènech Roura, que era hijo de Lluís Domènech i Montaner, creador del Palau de la Música, precisamente la sede del Orfeó Català.

Centenario de la muerte

Aquel auditorio y la Sagrada Familia son dos perlas modernistas que no se pueden entender uno sin la otra, al igual que Gaudí está vinculado a la figura de Lluís Domènech i Montaner, de quien este año se conmemora el centenario de su muerte. Aprovechando la efeméride, se han organizado una serie de actos en todo el país para reivindicar su trayectoria. Es cierto que tanto el Palau como el Hospital de Sant Pau son dos edificios extraordinarios pero el nombre de su autor siempre ha quedado eclipsado por el de Gaudí, y eso que Domènech i Montaner fue su profesor en la Escuela de Arquitectura de Barcelona.

De hecho, después de su fallecimiento y hasta los años setenta, su figura no recibió mucha atención por parte de los estudiosos de la historia de la arquitectura. Lo explica su bisnieto, Lluís Domènech Girbau, en el libro publicado por Viena edicions ('Lluís Domènech i Montaner, una visió des del segle XXI') y en nuestro podcast. Durante la conversación el también arquitecto evoca que no fue hasta empezar a las prácticas con Oriol Bohigas que alguien le habló con profundidad de su bisabuelo. Tampoco es raro. A pesar de compartir profesión con su padre y su abuelo (el autor del Estadi Olímpic), en casa de los Domènech, no se hablaba demasiado del bisabuelo. Ahora puede sorprender pero se entiende cuando se tiene en cuenta que murió en 1923, justo cuando empezaron siete años de dictadura, al poco estalló la guerra civil y a Doménech Girbau le tocó crecer bajo una nueva dictadura.

Durante el franquismo, todo vínculo con el catalanismo quedaba restringido a la intimidad y lo cierto es que esa figura del modernismo tenía mucha relación con la articulación política de la identidad nacional catalana. Se puede comprobar visitando la exposición que hasta junio acoge el Ateneu Barcelonès. La muestra ha sido comisariada por el historiador Carles Sàiz Xiqués y tiene por objetivo analizar la vertiente política del arquitecto. Conversar con Sàiz permite hacerse una idea de la importancia que tuvo el homenajeado desde que en 1870 militó en la entidad Jove Catalunya, donde colaboró con Àngel Guimerà, Pere Aldavert y muchos otros...

Presidente de la a Lliga

Después pasó al Centre Català y posteriormente ingresó en la Lliga de Catalunya, de la que llegó a ser presidente en 1888. A los tres años formó parte del grupo escindido que constituyó la Unió Catalanista y en 1892 presidió la asamblea donde se redactarían las famosas Bases de Manresa, consideradas el primer documento moderno que reclamaba la autonomía. Posteriormente fue uno de los integrantes del grupo fundador de la Lliga Regionalista, pero partió peras con Francesc Cambó, a quien le reprochaba criticaba su peloteo a Alfonso XIII y estar demasiado pendiente de Madrid.

Así, a pesar de ser un burgués de ideas más bien conservadoras, Domènech i Montaner participó en la creación del Centre Nacionalista Republicano y su diario portavoz “El Poble Català”. De esa etapa, una de las cosas que llama la atención es que se mostró contrario a la creación de la Mancomunitat, porque a su juicio aquello sólo era una distracción en el camino para conseguir la verdadera autonomía de Catalunya, que era su aspiración.

Este posicionamiento tan particular, añadido a la distancia generacional respecto a otras personalidades influyentes como el también arquitecto y político Josep Puig i Cadafalch, con quien mantuvo una relación algo tensa, y sumado a que su muerte se produjo en diciembre de 1923, cuando hacía dos meses que Primo de Rivera se había hecho con el poder, provocaron que su nombre quedara de lado. Después, con el paso de los años, los historiadores se han dado cuenta de su trascendencia política y los arquitectos admiran sus soluciones constructivas que aportó en edificios como Palau de la Música y el Hospital de Sant Pau, que por más años que pasen, continuarán dejando con la boca abierta a quien los contemple.