Mey y el valor
Pau Arenós
Coordinador del canal Cata Mayor
Periodista y escritor, con una quincena de libros publicados, entre ellos, novelas y cuentos, y media docena de premios, como el Nacional de Gastronomía. Ha estado al cargo de las revistas 'Dominical' y 'On Barcelona'. Entre las últimas publicaciones, 'Nadar con atunes y otras aventuras gastronómicas que no siempre salen bien' y 'San Elvis, ruega por nosotros. Crónicas de un tiempo irreverente'
PAU ARENÓS
Mey Hofmann y el valor. Mey y el empuje. Mey y la visión.
Mey abriéndose paso en un mundo tutelado por hombres. Mey, la pionera. Mey y sus múltiples oficios (economista, pastelera, gemóloga, interiorista). Mey y el buen gusto.
Mey trascendió el oficio porque fue maestra: no solo cocinó (y muy bien) sino que enseñó (y muy bien). Evoco unos rigatoni rellenos de pintada y el 'farcellet' de acelga con mascarpone y la maceta dulce y la hamburguesa de chocolate, pero todavía más los 35 años al frente de la escuela y los miles de alumnos que ha repartido por el planeta. Las simientes, que en la naturaleza vuelan empujadas por el viento, y en el mundo profesional, en avión.
Su herencia no es aquella legendaria tarta de sardinas con tomate de los felices días de la Barcelona olímpica –y que permanece como afirmación y memoria–, sino esas personas, y las que seguirán entrando en el oficio –o que perfeccionarán la cocina casera: también se dedicó a los aficionados–, porque la escuela y el restaurante con estrella y la Taverna y el Bistrot y la pastelería y otras extensiones de su talento continuarán. Su hija Silvia –junto con los profesores, gestores, cocineros y camareros– tiene ese cometido.
Comí con Mey a finales de enero en el recién estrenado Bistrot. Ella ya sabía que el mal era incurable. Se lo calló y se comportó de forma habitual: como si tuviera que vivir cien años. Habló de futuro –siempre hablaba de futuro, y de los nietos y de las lentejas que les preparaba–, de cómo Silvia se integraba en el grupo y de si era oportuno o no abrir una panadería. Comió poco, se aseguró de que nos servían un arroz. El bacalao de guisantes y pilpil era de llorar. Llorar es lo que toca. Aunque Mey no lo habría permitido.
En la vida de Mey hay otra Sílvia fundamental, con la que ha trabajado 19 años. Le pidió que organizara el funeral. Ella lo ha hecho en silencio y en solitario: Mey no quiso explicar que se moría porque deseaba que se la recordara con plenitud. “Se ha ido como fue: con dignidad y elegancia”, dijo Silvia al teléfono.
Mey y la dignidad. Mey y la elegancia. Mey y el valor.
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