Conflicto en Oriente Próximo
La división regresa a Israel tras medio año de guerra en Gaza
Las calles del Estado hebreo vuelven a llenarse de manifestantes que exigen la dimisión de Netanyahu y el adelanto de las elecciones, a medida que crece la oposición en el seno del Gobierno y las presiones externas
El auge de los ultraortodoxos expulsa a los moderados y seculares de Israel
75 años del Estado de Israel: de la utopía socialista a una democracia en riesgo
Andrea López-Tomàs
Periodista y politóloga. Corresponsal en Oriente Próximo desde Beirut.
Las calles de las principales ciudades de Israel vuelven a llenarse cada fin de semana. Medio año después de su día más trágico, aquel 7 de octubre en que milicianos de Hamás arrasaron con 1.139 civiles de las comunidades fronterizas con Gaza en el sur del país, las avenidas están a rebosar de gente. Parece que el tiempo no haya pasado. El escenario es prácticamente idéntico al de hace seis meses. El único recordatorio de aquella masacre son los centenares de rostros repetidos en carteles pegados en farolas, paredes y bancos. Son los rostros de los 134 cautivos israelíes que aún siguen secuestrados en el enclave palestino. Pero la rabia, el fastidio y la presencia sigue siendo la misma. Tras seis meses de guerra, la sociedad israelí vuelve a estar harta.
Dani Filc lleva semanas en las calles. Este activista de la organización antiocupación Standing Together repasa las tres corrientes que se han encontrado en las plazas. "Hay una corriente minoritaria que pide un acuerdo de alto el fuego que incluya el retorno de los secuestrados y presente un horizonte de solución política con el establecimiento de un Estado palestino", explica Filc, identificándose claramente con ella. "Luego, están las familias de los secuestrados que, hasta ahora, eran más pasivas y solo pedían un acuerdo para su liberación, y una tercera corriente que quería adelantar las elecciones para echar al primer ministro, Binyamín Netanyahu", cuenta a este diario. "En las últimas semanas, la protesta no sólo se ha ampliado, sino que también se ha radicalizado uniendo a varias de estas corrientes", añade.
Esta presencia masiva de israelíes en las calles recuerda a los días previos al 7 de octubre. Antes de la tragedia, la polémica reforma judicial del Gobierno ultraconservador de Netanyahu había inspirado el mayor movimiento civil en la historia de Israel. Durante meses, decenas de miles de personas salían cada sábado a manifestarse en contra del plan de revisión legal. "Pero, salvo en los márgenes, esta protesta no hablaba del rol fundamental que tiene la ocupación de los territorios palestinos en el desmoronamiento o en la erosión de la democracia en Israel", recuerda Filc. "Después del 7 de octubre, es imposible obviar o dejar de lado el rol de la ocupación", apunta el también profesor de la Universidad Ben Gurion del Negev. Ahora, el clamor a favor de que las "elecciones saquen a Netanyahu del poder" es generalizado.
Unidad inicial
Tras el impacto inicial por el ataque, la sociedad israelí se replegó en una unidad impensable días antes. Gente de todo el espectro político se movilizó para ayudar a la traumatizada población sureña y a sus soldados llamados a filas. Todo el mundo conocía a alguien al que habían matado, secuestrado o herido. El hábil rey 'Bibi' capitalizó ese sentimiento en un gobierno de unidad, junto al líder de la oposición, el centrista Benny Gantz. Pero, seis meses después de aquellos funestos días, el panorama ha cambiado. "El 7 de octubre es consecuencia directa de las políticas de Netanyahu, que incluyen sabotear cualquier posibilidad de proceso de paz, erosionar todo lo que pudo el poder de la Autoridad Palestina de Mahmud Abás, fortalecer a Hamas económicamente y aliarse con la ultraderecha religiosa y fascista en el Gobierno de Israel", apunta Filc.
Netanyahu ha demostrado repetidas veces su intención de perpetuar la guerra. Incluso, de extenderla. "Últimamente Israel está buscando una escalada aumentando sus enfrentamientos con la milicia libanesa Hizbulá y con Irán", denuncia Filc. "Hay muchos intereses internacionales en contra de eso, pero ¿podría llegar a ser una acción desesperada de Netanyahu para tratar de mantenerse en el poder?", se pregunta el profesor, recordando las estrategias de Bibi en el pasado para presentarse como el único hombre fuerte y capaz de liderar Israel. Pero la continuación del conflicto no le garantiza su permanencia. En las últimas semanas, sus socios ultraortodoxos en el Gobierno han amenazado con echar por tierra la coalición si Netanyahu obliga a sus jóvenes a alistarse en el Ejército.
Preocupaciones internacionales
Más allá de las fronteras del Estado hebreo, los seis meses de guerra feroz, ajena a las leyes internacionales, han despertado graves preocupaciones. Esta semana, el presidente estadounidense Joe Biden ha expresado a Netanyahu que su apoyo a Israel depende del anuncio y la implementación de "una serie de medidas específicas, concretas y mensurables para lidiar con el daño a civiles, el sufrimiento humanitario y la seguridad de los trabajadores humanitarios". Los aliados tradicionales del Estado hebreo, junto a su población, empiezan a perder la paciencia con el líder israelí. "Netanyahu ha llevado a Israel a una postura de aislamiento absoluto en el plano internacional", denuncia Filc. Por ahora, la oposición se basa más en la retórica que en pasar a la acción, pero muchos países han advertido que si finalmente el Ejército israelí lanza su invasión de Rafah, la zona fronteriza con Egipto que concentra a la mayoría de los desplazados palestinos, habrá mayores consecuencias.
Durante el último medio año, Netanyahu ha hecho oídos sordos a todas las presiones internacionales. Con la posibilidad de unas nuevas elecciones el próximo mes de septiembre, tal y como sugirió Gantz hace unos días, el líder israelí trata de perfilarse como el gran defensor de la soberanía de su país, que resiste a las presiones externas por el bien de la seguridad nacional. Como en repetidas ocasiones en el pasado, muchos pronostican que Netanyahu no sobrevivirá a esta guerra. "Por más habilidad política que tenga, esta vez no puede eludir pagar el precio de sus políticas terribles a lo largo de todos los últimos años", apunta Filc.
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