Éxodo
El auge de los ultraortodoxos expulsa a los moderados y seculares de Israel
Las tendencias demográficas y la deriva derechista de la población israelí están provocando un creciente deseo de emigrar de la ciudadanía liberal

Manifestación en Tel Aviv. /
Israel nunca ha sido país para todos. "La patria del pueblo judío" ha limitado su alcance a los devotos de una misma fe. Pero, ahora, ni esas creencias compartidas pueden unir a todos los judíos bajo el mismo paraguas. Ante la deriva ultraderechista del país, agravado por unas tendencias demográficas favorables al dominio de los ultraortodoxos, muchos israelís optan por abandonar el proyecto nacional. Ni las recientes protestas multitudinarias en contra del Gobierno de extrema derecha pueden compensar los deseos de una creciente parte de la población de dejar Israel.
Noa ya no puede mirar a su país igual, ni siquiera a su barrio. "Una vez despiertas, no hay vuelta atrás", afirma esta periodista israelí que cuenta con ciudadanía española. "Nunca había pensado que me iba a ir de Israel, pero de repente, me ha caído la ficha y me he dado cuenta de que no es posible estar en un país que es ocupante, por mucho que una quiera obviarlo y sublimarlo", cuenta esta mujer en la cincuentena que se oculta tras un seudónimo. "No quiero que mi hijo crezca aquí, que crezca como israelí, que vaya al Ejército; la situación es tan cíclica e irresoluble que solo hay generación tras generación de jóvenes israelís educados en la ocupación y palestinos educados como seres ocupados", denuncia.
Ciudadanía de derechas
Su zozobra es una que se repite en las conversaciones con amigos, en las búsquedas por internet, en los trámites burocráticos. Este despertar, aún sin cifras oficiales, nace por distintos motivos, pero se agrava ahora. Ahora que el Gobierno de Binyamín Netanyahu integrado por ministros de ultraderecha, abiertamente homófobos y racistas, lleva un mes en el poder. Ya ha hecho salir a miles a la calle para protestar contra la reforma del poder judicial en un gesto sin precedentes. Pero no es suficiente. "Me voy para no volver, ya que no puedo contribuir a que este lugar sea mejor", afirma Noa con "impotencia".
El nuevo Gobierno israelí solo viene a confirmar una tendencia que lleva años cocinándose en el Estado hebreo. En 1995, sólo el 29% de la población se consideraba "de derecha", pero una encuesta del Instituto de Democracia de Israel (IDI) muestra que en el 2021, ese número alcanzaba el 62%. Los partidarios de la izquierda solo eran el 11%, frente al 36% de 1995. Después de un lustro de inestabilidad política, los israelís votaron el pasado noviembre por quinta vez en tres años y medio y eligieron a unos representantes que han formado el Gobierno más derechista de la historia del país. La presencia de la ultraderecha y una mayoría de ultraortodoxos en el Gabinete constatan el giro conservador de un país que nació en las comunas.
"A mí me parecía que tenía sentido este país y que podía ser un Estado socialista e igualitario", reconoce Noa. Más de 15 años después de aterrizar en Israel, se ha dado cuenta que esos sueños son imposibles. Ahora, las instituciones abogan por medidas propias de la "Hungría de Viktor Orbán". Los ministros liderados por Netanyahu diseñan estrategias para controlar los medios de información públicos y modificaciones para reformar el poder judicial. Su propuesta de reforma legal quiere despojar al Tribunal Supremo de la capacidad de anular legislación o decisiones gubernamentales consideradas ilegales para que sus sentencias puedan ser "anuladas" con una mayoría parlamentaria simple.
Tendencias demográficas
Otra encuesta del IDI muestra que el 70% de los judíos seculares en Israel están preocupados por preservar su estilo de vida bajo el nuevo Gobierno, considerado también el más religioso en la historia del país. Y es que los aliados de Netanyahu ya han expresado su intención de oprimir a minorías, como la comunidad LGTBIQ+, las mujeres o grupos raciales, a través de medidas legislativas. Los ministros abiertamente racistas y antiárabes en el gobierno indican que vienen tiempos más oscuros para la población palestina de Israel, que supone un 20%.
La demografía augura un futuro aún más complicado para gente como Noa. Actualmente, el país está compuesto por un 12,6% de población ultraortodoxa. Pero las predicciones indican que esta cifra alcanzará el 24% para 2050, según el Consejo Económico Nacional de Israel del 2021. La mayoría de los ultraortodoxos solo estudian y reciben subvenciones del Estado. "Israel se va a convertir en algo parecido a la República Islámica de Irán", apunta Noa. Con una presencia dominante de ultraortodoxos en las calles y una mayoría creciente en las instituciones, son muchos los que alertan de la posibilidad de que el Estado hebreo mute a algún tipo de teocracia.
Además, la situación económica en Israel es otro motivo de expulsión para muchos. Es el séptimo país más caro del mundo, según el ránking de Numbeo, situándose por delante de Singapur, Luxemburgo o Hong Kong. A su vez, cuenta con la tercera ciudad más prohibitiva del globo: Tel Aviv se queda por detrás de Nueva York y Singapur, después de haber liderado la clasificación de The Economist en 2021. La indignación ante los elevados costos y la desigualdad de ingresos se ve agravada por la inflación más elevada registrada en una década, con un máximo del 4,6% interanual.
"Más miedo en las calles"
Noticias relacionadas“Intento no pensar en cómo será mi futuro si las cosas continúan como ahora”, confiesa Elinor Nadit entre miles de personas en la protesta multitudinaria semanal en Tel Aviv en contra del nuevo gobierno. Esta estudiante de biología forma parte del grupo Alternativa Socialista que pide una “huelga general”. “El nuevo Ejecutivo está planeando arrebatarnos muchos de nuestros derechos democráticos a medida que van consolidando su poder”, denuncia Nadit a este diario. “Como persona queer, siento cada vez más miedo en la calle, porque aquellos que son violentos con las mujeres, la comunidad LGBTIQ+ y los palestinos se sienten más empoderados y han aumentado la violencia”, añade.
Jonathan Hirschfeld lleva viniendo a las manifestaciones cada semana desde que el Ejecutivo de Netanyahu tomó posesión hace poco más de un mes. “Esto es crucial y es una lucha global, lo hemos visto con Trump en Estados Unidos o Bolsonaro en Brasil”, cuenta este pintor telaviví de 44 años. “Netanyahu es el caballo llevando el carruaje pero seguiríamos protestando si fuera cualquier otra persona, porque esta reforma judicial cambiará el sistema en Israel y nos dejará sin la protección de los tribunales”, cuenta a EL PERIÓDICO. “No queremos ser una dictadura”, concluye.
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