Objetores

Deserciones de conciencia en el Ejército israelí

Algunos jóvenes renuncian a ingresar en el servicio militar obligatorio como parte de su activismo en contra de la ocupación de los territorios palestinos ocupados

"No estamos allí para mejorar la ocupación porque no hay forma de hacerlo, es moralmente indefendible", denuncia Ori Givati, de Breaking the Silence

Jóvenes soldados israelís acuden al funeral de un compañero de filas en el norte del país, el pasado mes de mayo.

Jóvenes soldados israelís acuden al funeral de un compañero de filas en el norte del país, el pasado mes de mayo. / JACK GUEZ

Andrea López-Tomàs

Andrea López-Tomàs

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"No quiero formar parte de la opresión del pueblo palestino". Shahar Perets tuvo claro que ella no quería ser la causa de ningún dolor cuando conoció a un grupo de jóvenes palestinos durante un campamento de verano. "Entendí mejor su sufrimiento al escuchar sus historias personales", explica esta joven israelí. "Por eso, decidí no alistarme en el Ejército", recuerda. Ahora su negativa la ha obligado a entrar en prisión cuatro veces. Como objetora de conciencia, Shahar ha pasado 61 días de sus tempranos 19 años entre rejas.

Al cumplir la mayoría de edad, todo israelí está obligado a incorporarse a las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI). Los hombres pasan tres años en el Ejército y las mujeres, dos. La incapacidad física o mental y la objeción religiosa pueden ser causas de exención del servicio militar. Muchos jóvenes acceden a declarar alguna enfermedad psíquica para evitar esos años forzados. Otros se unen a una yeshivá, una escuela judía ortodoxa, como alternativa. Las personas palestinas con ciudadanía israelí, el 20% de la población, no tienen la obligación de alistarse.

Pero Shahar rechazó todos estos atajos. Ella quería que las consecuencias de su decisión fueran públicas y llevar este espinoso asunto a la palestra. "Es un tema muy complicado en Israel, el Ejército no es algo a menospreciar o a criticar", cuenta desde su casa, tres días antes de volver a ingresar en prisión. No se discute en las sobremesas ni en las aulas. Ni mucho menos en el hemiciclo. "Tienes que conseguir recursos fuera de Israel para obtener información; tú mismo debes tomar la iniciativa para cuestionártelo", añade.

"Seguramente me enfrente a problemas en el futuro para conseguir un trabajo", dice. Y es que Shahar ha dado donde más duele. Desde su creación, el Ejército es uno de los pilares de la identidad israelí. "Las FDI en la sociedad israelí lo son todo; cuando era niño mi familia ya estaba hablando de qué haría cuando estuviera en el Ejército", rememora Ori Givati, director de promoción de causas de Breaking the Silence. Esta organización recoge testimonios de más de 1.300 soldados que tras servir en filas, quieren exponer la verdad sobre sus acciones como parte de la lucha contra la ocupación en los territorios palestinos.

Conciencia colectiva

Con 18 años, los meses de servicio se convierten en una parte clave en el crecimiento de estos jóvenes. Se construyen amistades de por vida. Se descubre un nuevo mundo. La sociedad israelí valora esta conciencia colectiva y el sentimiento de solidaridad hacia el propio grupo. "Siempre se nos dijo que somos un país pequeño rodeado por enemigos, que necesitamos protegernos", apunta Perets. Esta objetora de conciencia forma parte de la red Mesarvot - Refuser Solidarity Network (Mesarvot - RSN) que busca dar apoyo a los que toman esta decisión en Israel.

"Mientras crecemos, lo único que sabemos es que es necesario tener este tipo de control sobre los palestinos porque nuestra seguridad siempre está amenazada, pero cuando vas sobre el terreno, te das cuenta que nuestro trabajo consiste en preservar el apartheid", denuncia Ayala Olier, la coordinadora de solidaridad internacional de Mesarvot - RSN. En 2002, la Corte Suprema legisló la concesión de exenciones del servicio militar por pacifismo, pero distinguió entre la oposición a la guerra en general y la "objeción de conciencia selectiva". Esta podría "debilitar los lazos que nos unen como nación".

Durante más de 50 años, jóvenes como Shahar han dicho no a la ocupación con sus propios cuerpos. Aunque se desconoce el número estimado, la objetora de 19 años no es la única que está en la cárcel. El compromiso con el Ejército se alarga hasta los 40 años como reservistas que pueden ser movilizados hasta el frente en caso de conflicto. "La ocupación es un sistema, es una orden que nos da el Gobierno", señala Givati. "Cuando serví como soldado en los territorios ocupados, ni siquiera sabía que había una ley militar", añade.

"Matar árabes"

Una conversación a las puertas de Gaza cambió a Ori. En el 2012, estaba esperando para entrar en un tanque a la Franja cuando escuchó a unos reservistas mayores que él. "Hablaban de lo ansiosos que estaban por entrar a Gaza y matar árabes", narra. "Entonces empecé a preguntarme qué hago aquí y comencé a pensar en mi vida, qué ha provocado en mi crianza en Israel que quiera entrar en un tanque a la Franja", se cuestiona aún. Ahora trabaja con su voz para narrar lo que vieron sus ojos cuando era parte de la ocupación.

Invadir casas de madrugada, detener ciudadanos en los 'checkpoints', participar en guerras o vigilar a la población palestina son parte de algunas de las funciones de los soldados israelís. "No estamos allí para mejorar la ocupación porque no hay forma de mejorarla, es moralmente indefendible", insiste Givati. Durante su servicio militar, conocen a palestinos por primera vez. "Es muy intencional que los israelís no se reúnan con los palestinos; si la educación incluyera las voces de los palestinos, cambiaría totalmente la situación", reconoce Shahar.

Pero la realidad sobre el terreno está muy lejos del cambio. "Nuestro Gobierno está avanzando en la anexión de facto de Cisjordania aunque no sea legal", explica Givati. Conocedor de primera mano de la ocupación, mantiene la esperanza. "Es importante que corresistamos con el pueblo palestino ya que toda ocupación en la historia se ha acabado y está terminará también", concluye. Shahar aún no ve el momento de que esto ocurra. "Es muy difícil pensar en el futuro desde la cárcel", reconoce.