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La carta de un local berlinés en inglés.

La carta de un local berlinés en inglés. / Marina Ferrer.

Marina Ferrer

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Lo del 'No German, sorry' se ha implantado en cafeterías, bares de copas e incluso algún 'döner' de comida rápida de Berlín. Es una frase cada vez más habitual destinada al cliente que se dirige en alemán a la persona que le atiende. El tono no es de provocación, sino de amable disculpa. El cliente suele responder pasando al inglés, en caso de hablar también ese idioma. O tratando de hacerse entender entre el rudimentario alemán del otro y el rudimentario inglés propio, lo que no suele entrañar mayor dificultad.

Que en la capital de un país con 84 millones de habitantes, teóricamente la potencia dominante en la Unión Europea (UE), un camarero le pueda imponer al cliente un idioma extranjero sonaba impensable hace unos pocos años. Ahora es realidad no solo en el céntrico y turístico Mitte, sino también en los distritos multiétnicos de Kreuzberg o Neukölln, donde por la calle se escucha más turco, árabe o incluso ucraniano que inglés.

“Llevo dos años aquí. Soy el único entre mis colegas que habla alemán. Bueno, más o menos alemán… ”, explica Matthews, un australiano que sirve espressos, capuccinos, latte macchiatos, americanos o cualquier otra variedad --con leche normal, semidesnatada, sin lactosa o sus equivalentes veganas-- del largo catálogo con una veintena de posiciones --solo para los cafés, luego vienen los zumos o bollería-- que ofrece el local. La situación es parecida en la heladería vecina, llamada Tribeca, que además de productos veganos ofrece sus equivalentes sin gluten u otras posibilidades. Todo en perfecto inglés. Son dos entre los muchos locales de esa misma calle que expone sus carteles sólo en ese idioma foráneo. El único término alemán que se distingue en una de las pizarras de la calle es el nombre del local –-'Schneckenhaus', o Casa del caracol--.

Carteles en varios idiomas

Estamos en una zona de cafés y copas entre Kreuzberg y Neukölln. Las múltiples terrazas que se reparten entre sus estrechas aceras y calles, algunas de ellas cerradas a todo vehículo que no sean bicicletas, ofrecen aún un panorama repartido más o menos equilibradamente entre carteles en inglés y otros en alemán, en árabe o turco. El dominio anglosajón se agranda a medida que se acerca uno a Prenzlauer Berg o Mitte, donde además del circuito monumental y los grandes museos se encuentra el distrito gubernamental y parlamentario. El centro del poder de la República Federal de Alemania (RFA).

“El alemán no es un idioma fácil. Sufrimos una falta de personal en todos los sectores profesionales, pero especialmente en gastronomía. Hay que ser flexibles”, explica Ottile Klein, de la Unión Cristianodemócrata (CDU), el partido del alcalde-gobernador de la capital y ciudad estado de Berlín, Kai Wegner. En la capital alemana el porcentaje de ciudadanos de nacionalidad extranjera es del 24,6 %, según cifras de 2022 del departamento federal de Estadística (Destatis). Su Senado, o gobierno regional, presume de la internacionalidad de su ciudadanía, en que conviven personas con 193 nacionalidades distintas. Ya no se pide al personal que hable inglés como deferencia al potencial visitante extranjero, sino que es el camarero/a el que no tiene otro idioma vehicular que esa lengua franca.

Klein es diputada por el distrito de Berlín-Mitte. La flexibilidad actual contrasta con las “quejas” expresadas hace unos cinco años por su correligionario y entonces ministro de Sanidad, Jens Spahn. En los locales de Mitte de la modernidad no puedes ya pedir tu comida o bebida si no es en inglés, lamentaba el entonces ministro, de 43 años y representante de la línea renovadora de la CDU, que luchó en su momento por suceder a Angela Merkel al frente del partido.

"Colonización lingüística"

Spahn no estaba solo en su lamento contra la “colonización lingüística”. Socialdemócratas como Wolfgang Thierse, expresidente del Parlamento federal y originario del territorio comunista, alertaba también por entonces contra lo que se calificaba de peligrosa variante de la gentrificación de Prenzlauer Berg, su barrio de toda la vida, convertido en zona de copas tras la caída del Muro (1989).

Las quejas de entonces quedaron atrás. Ahora el senador de Cultura, también de la CDU, se llama Joe Chialo, nacido en Alemania pero de origen tanzano, y defensor también de la “flexibilidad” idiomática en la vida pública. Por pragmatismo ante la falta de personal o por convicción.

La “defensa” del idioma alemán es ahora una especie de reducto de la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD). En este caso, no por rechazo a un intrusismo anglosajón en la hostelería, sino sobre todo por considerar “peligrosa” la creciente presencia de policías de origen turco o árabe que se dirigen entre sí en “otros” idiomas.

“Mi único cartel en inglés es el de ‘cash only’”, afirma Mustafá, propietario del puesto de “Kebab” más popular de Berlín, en Mehringdamm. No es un recién llegado a la capital. Habla un perfecto alemán, lo mismo que el personal del vecino y asimismo concurridísimo puesto salchichero llamado “Curry 36”. Ambos puntos de cómida rápida se caracterizan por las largas colas que se forman ante ellos día y noche, sea de clientela local o gente de paso.

Cartel en inglés en un local de restauración en Berlín. 

Cartel en inglés en un local de restauración en Berlín.  / Marina Ferrer.

El 'cash only' fue algo bastante común incluso en el céntrico Mitte, para sorpresa de turistas y especialmente visitantes del mundo nórdico, donde lo difícil es encontrar locales donde acepten el pago en metálico. La extensión del inglés como idioma dominante en bares y restaurantes ha ido acompañada de la proliferación de otro cartel, el de 'Only card', para los cada vez más numerosos locales donde solo aceptan el pago con tarjeta.

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