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Los planes para edificar en el antiguo aeródromo, convertido en un espacio ciudadano, ponen en alerta a sus defensores

Paseos y deporte por la pista del aeropuerto de Tempelhof.

Paseos y deporte por la pista del aeropuerto de Tempelhof. / Marina Ferrer

Marina Ferrer

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“Tempelhof, en su forma actual, ha sobrevivido a tres alcaldes. Esperamos al siguiente”, explica Verena Schönhart, de la plataforma “THFBleibt100%THF” --traducible como “THFSigue100%THF”--. Las iniciales fueron el código del aeropuerto de Tempelhof. En 2008 quedó fuera de servicio, tras un largo debate entre los partidarios de mantenerlo en activo, en pleno casco urbano, y quienes lo consideraban tóxico para el vecindario.

Dos años después, sus 355 hectáreas se convirtieron un espacio libre y gratuito para el ciudadano. Por sus antiguas pistas circulan ciclistas semiprofesionales o meros aficionados, skaters, patinadores, familias enteras y gente paseando el perro, mientras en las zonas de césped asilvestrado se arman barbacoas, levantan cometas, se juega a fútbol, se ensaya solo o en grupo con instrumentos musicales o se toma una cerveza. Casi cualquier actividad al aire libre es posible, inclusive sacar los esquís en invierno o abandonarse al botellón entre sus huertos urbanos más o menos organizados, en cuanto asoma la primavera. Un reflejo de la identidad berlinesa, combinación de caos y reglamentación, donde todo está sujeto a unas normas, pero casi todo acaba siendo posible. Al fin y al cabo, queda entre dos barrios con reputación de indomables, el multiétnico Neukölln y el viejo bastión contracultural de Kreuzberg.

“¿Otro referéndum? Nein, Danke”, opina Matthias Link, uno de los siete coordinadores voluntarios de los distintos proyectos --desde medioambientales a deportivos-- que se reparten por el Tempelhofer Feld, el campo de Tempelhof. Su rechazo al referéndum no se dirige contra el que justo este 26 de marzo se celebra en Berlín en torno a la pregunta de si quiere avanzarse a 2030 el objetivo de la neutralidad climática –en lugar del 2045--.

Repetir la consulta

Su “Nein” se dirige contra la propuesta de la que previsiblemente se convertirá en nueva coalición de gobierno en la capital y ciudad-estado, liderada por el conservador Kai Wegner y con la actual alcaldesa en funciones, la socialdemócrata Franziska Giffey, como segunda. Ambos han propuesto una nueva consulta, repetición del referéndum de 2014. Entonces un 64 % de los participantes se pronunciaron por dejar el Tempelhofer Feld como está. Es decir, sin permiso para nuevas edificaciones.

Wegner y Giffey consideran necesaria otra consulta, visto que la escasez de vivienda es la principal preocupación ciudadana. Su propuesta consiste en edificar en el anillo de rodea el Tempelhofer Feld, que quedaría así encorsetado entre bloques de viviendas. Hace años que Berlín dejó de ser un oasis de alquileres asequibles entre las capitales europeas. La especulación inmobiliaria ha disparado los precios tanto la vivienda de alquiler como de propiedad.

“Para luchar contra la especulación hay otros instrumentos. Y también ahí los ciudadanos dimos nuestra respuesta en otra consulta ciudadana”, recuerda Link. Se refiere al referéndum celebrado en 2021 coincidiendo con las elecciones generales y con las regionales. Una mayoría se pronunció a favor de expropiar bloques de viviendas a las grandes inmobiliarias para aumentar la oferta de pisos de alquiler a precios asequibles.

Giffey no respaldó esa opción, pero sí sus aliados de gobierno, Verdes y La Izquierda. El referéndum no era vinculante, aunque tenía su peso político. Al margen de ese resultado, Berlín revalidó en las urnas en 2021 su reputación de ciudad caótica. Las regionales acabaron anuladas por un cúmulo de irregularidades logísticas. En febrero se celebraron nuevas elecciones, que sepultaron a Giffey en un récord a la baja para los socialdemócratas. La gran coalición aún está en vías de negociación, pero todo apunta a que Wegner romperá la racha de tres alcaldes socialdemócratas –Klaus Wowereit, Michael Müller y Giffey-.

A Tempelhof le identificaron los berlineses con los “Rosinenbomber” -o bombardeos de las golosinas-, los aviones del puente aéreo aliado que abastecieron al sector occidental bajo el bloqueo soviético de 1948/1949. Había sido inaugurado en 1923 y se convirtió en aeródromo central de la capital del Tercer Reich. El puente aéreo cambió esa asociación con el nazismo para convertirlo en símbolo de heroicidad, con unos aviones que además de transportar alimentos lanzaban golosinas a los niños berlineses.

Siguió en activo hasta más allá de la caída del Muro, en 1989, hasta que en 2008 despegó su último vuelo regular. Con la crisis migratoria de 2015 se convirtió en centro de refugiados, con 10.000 plazas entre contenedores provisionales. En 2020 sus antiguas terminales ejercieron de centro de vacunación contra la covid-19. Para sus defensores, Tempelhof es un pulmón de vida que sobrevivirá a cualquier alcalde.

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