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Una iniciativa revaloriza el valor documental del fragmento más largo que se conserva de la pared de hormigón que dividió a la capital alemana

Un fragmento del muro de Berlín.

Un fragmento del muro de Berlín. / Andreu Jerez

Andreu Jerez

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Más de tres décadas han trascurrido desde la caída del muro de Berlín y de la reunificación de las dos Alemanias. El pasado 3 de octubre, la capital alemana celebró los 32 años de la culminación de un proceso exprés de reunificación nacional que la mayoría de ciudadanos de la República Federal y de la desaparecida República Democrática Alemana (RDA) apenas consideraban posible meses antes del 9 de noviembre de 1989.

Aquel día, una rutinaria rueda de prensa del comité central del partido único de la RDA acabó desembocando en un asalto ciudadano al Muro de Berlín, la frontera europea que mejor representaba la paz imposible y la guerra improbable que suponía la guerra fría. Lo que vino después fue el desmantelamiento definitivo de la URSS y el presunto “fin de la historia” pronosticado por el politólogo estadounidense Francis Fukuyama.

Berlín, una ciudad que vive ensimismada y un poco de espaldas al resto de Alemania – a pesar de ser capital federal desde 1999 –, ha ido olvidando paulatinamente el papel que jugó en su día a día ese muro de hormigón y la llamada franja de la muerte, es decir, la supervigilada y militarizada franja de tierra aneja al Muro.

Ese olvido responde, en primer lugar, a que la mayoría de berlineses de uno y otro lado querían ver desaparecer lo antes posible los restos de muro, con lo que se conservaron muy pocos tramos de los más de 160 kilómetros que separaban Berlín occidental del territorio de la RDA. En segundo lugar, la ciudad ha ido evolucionando urbanísticamente y se han ido llenando los terrenos baldíos que dejó la desaparición del muro.

East Side Gallery

Quedan pocos tramos en pie, algunos medio escondidos entre la maleza u olvidados bajo puentes por el que pasa el tren urbano. El más largo, mejor conservado, y también el más icónico y visitado por los turistas, es la llamada East Side Gallery, un fragmento de 1,3 kilómetros que recorre la ribera oriental del río Spree y que separaba el barrio occidental de Kreuzberg del oriental de Friedrichshain.

El tramo más largo, mejor conservado, y también el más icónico y visitado por los turistas, es la llamada East Side Gallery, un fragmento de 1,3 kilómetros que recorre la ribera oriental del río Spree 

En la primavera de 1990, artistas de 21 países transformaron el cemento gris de ese fragmento del Muro en una galería de arte a cielo abierto tras pintar con diversos motivos cada uno de sus segmentos. La East Side Gallery quedó así compuesta por 106 pinturas, entre las que destacan la de un Trabi – el típico coche utilitario de la RDA del que algunos modelos todavía circulan por las calles berlinesas – atravesando el Muro o la del beso en la boca entre el último presidente germano-oriental, Erich Honecker, y Leonid Brézhnev, uno de los últimos dirigentes de la URSS.

La idea original era convertir ese trozo de Muro animado en una especie de exposición itinerante que recorriese el mundo y culminase con una subasta de las obras. El proyecto fracasó y la East Side Gallery devino en uno de los principales atractivos para el turismo de Berlín. Tras un deterioro progresivo, el Gobierno berlinés decidió iniciar un proceso de restauración a partir de 2008.

Ahora, la Fundación del Muro de Berlín, que gestiona la herencia histórica y documental que dejó la frontera interior berlinesa, ha puesto en marcha una nueva iniciativa para revalorizar la East Side Gallery: a partir del próximo noviembre, los 1.300 metros de Muro estarán jalonados por 17 placas informativas con códigos QR con los que los visitantes podrán acceder con sus teléfonos móviles a vídeos de entrevistas con algunos de los artistas que hicieron posible la transformación del Muro y a material adicional sobre cómo funcionaba la división de la ciudad.

Discusión política

Berlín redescubre, de alguna manera, su Muro. O, como dice el responsable de Cultura del Gobierno berlinés, Klaus Lederer, de los poscomunistas de Die Linke: “No se trata sólo de redescubrir la East Side Gallery, sino también de convertirla en un lugar de discusión política a través de la participación activa".

A partir de noviembre, los 1.300 metros de Muro estarán jalonados por 17 placas informativas con códigos QR que darán acceso a entrevistas con los artistas autores de los murales y a material adicional sobre el funcionamiento de la ciudad dividida.

Esa discusión política parece cobrar más importancia que nunca ante la Guerra Fría 2.0. a la que se enfrenta Europa con la invasión de Ucrania y la renovada tensión nuclear entre Rusia y la OTAN. Un vistazo al estado de la Alemania reunificada tres décadas después de su consumación también arroja sombras sobre un proceso que muchos ciudadanos germano-orientales siguen considerando una anexión más que una reunificación.

Una cifra del último informe del encargado federal para Alemania oriental resume esa sensación predominante en los territorios de la antigua RDA: sólo el 39% de la ciudadanía germano-oriental está hoy contenta con el sistema democrático frente al 59% en los estados occidentales. Aunque su frontera interna despareció físicamente en 1990, las diferencias económicas, culturales y de percepción siguen situando a Alemania lejos de ser un solo país.

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