GUERRA EN ORIENTE PRÓXIMO

La última ofensiva de Asad causa 45.000 desplazados en pocas horas en Siria

El Ejército de Damasco, con la ayuda de las milicias chiís apoyadas por Irán y la aviación rusa, está cerca de controlar todas zonas que están aún bajo control rebelde

Voluntarios de la Defensa Civil con niños, tras un bombardeo en Daraa.

Voluntarios de la Defensa Civil con niños, tras un bombardeo en Daraa.

Adrià Rocha Cutiller

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Cuando huele sangre el tiburón ataca. Aunque haya en vigor un acuerdo de alto el fuego desde hace un año. El presidente sirio, Bashar el Asad, está a punto de ganar la guerra en su país; de acabar con la oposición que se alzó, en 2011, en su contra. Siete años después, tras perder enclaves paso a paso, a los rebeldes les quedan pocas zonas de territorio. Asad ya ha comenzado la ofensiva para arrebatarles una de las últimas: Daraa, al sur del país.

En una semana, los ataques por tierra del Ejército sirio y sus milicias aliadas —Hizbulá y los grupos chiís comandados por Irán— y la aviación rusa por aire, han causado estragos. 32 civiles han muerto, según el Observatorio Sirio por los Derechos Humanos (OSDH). Damasco, la madrugada pasada, ha tomado los pueblos de Basr al Harir y Mlehat al Atash: su ubicación era clave para la oposición a la hora de defender Daraa. Se espera que Asad intensifique aún más los ataques y bombardeos.

En la zona, desde verano de 2017, reinaba un alto el fuego. Le sirvió, a Damasco y sus aliados, para centrar su atención en otros focos: Idleb y, sobre todo, Guta. Una vez capturada esta última zona, los soldados de Asad fueron a pequeños reductos del norte de Homs. Acabada la campaña allí, sus tropas viajaron al sur. Ahora es el turno de Daraa.

«Durante los dos últimos días —ha dicho Naciones Unidas en un comunicado este martes—, hemos visto unas 45.000 personas que están huyendo de la zona de los combates y bombardeos. Nunca habíamos visto un nivel de desplazamiento tan masivo en Daraa hasta ahora». Los combates, de momento, se centran al norte de la capital provincial, una zona rural. Los bombardeos ocurren en los barrios rebeldes dentro de la ciudad de Daraa.

Sin lugar donde huir

Esta región se encuentra al suroeste de Siria y tiene frontera con los Altos del Golán —ocupados militarmente por Israel— y Jordania. Los desplazados, de momento, se dirigen al sur; lejos de las zonas de combate. Pero, al llegar a la frontera, Jordania los para. «Simplemente no podemos recibir a más», dijo este lunes la portavoz del gobierno jordano. El país árabe ha acogido, hasta ahora, un millón de refugiados sirios.

En las zonas rebeldes de Daraa, en la actualidad, viven unos 750.000 civiles. El control de la región está dividido entre varias facciones: pequeñas milicias integradas en el Ejército Libre Sirio (ELS), el Estado Islámico y Hayat Tahrir al Sham, el nombre que Al Qaeda se inventó para intentar limpiar su imagen en Siria.

Si Asad, tras esta ofensiva, toma la zona, solo quedará bajo control rebelde la provincia de Idleb, al norte del país y habitada por un millón de personas —en su mayoría desplazados de guerra. Idleb está rodeada por puestos de observación del Ejército turco pero es bombardeada constantemente. Turquía, a su vez, controla otras regiones sirias unos kilómetros más al norte. Son las zonas de AfrínJarabulus y Azaz, arrebatadas, con el paso del tiempo, a las milicias kurdosirias de las YPG.

El principio de todo

Con Daraa empezó todoLas revoluciones, a inicios de 2011, se esparcían en el mundo árabe; dictadores caían y, entre los distintos países de la región, crecía el descontento popular. En Túnez, el país pionero, el inicio fue un frutero que se quemó vivo. En Siria, fue un grafiti. «Ha llegado tu turno, doctor», escribieron, en febrero de 2011, un grupo de adolescentes en una pared de un colegio en Daraa. Se referían a su presidente, Bashar el Asad, oftalmólogo de profesión.

Los chicos fueron arrestados y torturados y algunos cientos se manifestaron en la ciudad para que fuesen liberados. Semanas después, las manifestaciones ya se contaban por miles en todo el país. Con los años, las protestas se transformaron en guerras y francotiradores aparecieron por las calles; los manifestantes pasaron a ser rebeldes organizados militarmente. Después, entre los escombros y el caos, florecerían grupos extremistas y yihadistas como el Estado Islámico o Al Qaeda.

Siete años y unos meses después, la guerra ha dejado medio millón de muertos —de los cuales 150.000 no están identificados—, seis millones de desplazados internos, cinco millones de refugiados que han huido al extranjero y un país, Siria, que tardará décadas en recuperarse. Al doctor Asad no le llegó su turno y parece que ya no le llegará.