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"Poner límites al humor es un tipo más de totalitarismo"

Santiago Segura, Florentino Fernández y José Mota.

Santiago Segura, Florentino Fernández y José Mota. / Álvaro Caballo

Juanma gonzalez

Uno de los pilares de mi vida es el humor, todo tipo de humor. Puede hacerme gracia un chiste tosco y chabacano, en su preciso contexto, como el mal llamado humor inteligente, mal llamado porque todo humor, todo chiste, gag, chascarrillo u ocurrencia debe ser inteligente para hacer gracia.

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La sociedad se mide por su humor, hemos pasado de estar copados de chistes de gangosos y mariquitas a otro humor más elaborado, sutil y pensado. La madurez de una sociedad se mide por lo que le hace gracia, y el poner límites al humor, más allá de que algo nos deje de hacer gracia porque somos más inteligentes, avanzados y sensibles, es un tipo más de totalitarismo.

Que un profesional del humor pierda su trabajo y sea linchado, separado, amenazado por hacer, con mayor o menor acierto, su trabajo porque un colectivo concreto sea incapaz de reírse de sí mismo, nos hace una sociedad triste, atrasada, poco inteligente. Un chiste debe ofender, en mayor o menor grado siempre a alguien, porque el humor no es más que una exageración de algo, un espejo en el que deberíamos mirarnos para ser más empáticos, más sensibles, menos egoístas y mejores personas.

Reivindico mi derecho, el de todos, de poder reírme de cualquier cosa, igual que reivindico el derecho a que algo no me haga ni puñetera gracia.

¿Qué clase de sociedad somos que hemos avanzado desde aquellos tiempos en los que podías ir a la cárcel por decir que Franco tenía el culo blanco?

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