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La nueva oleada de intolerancia mundial

Habitantes de la multicultural Almere, sentados en un banco.

Habitantes de la multicultural Almere, sentados en un banco. / CARLES PLANAS BOU

"Los que de cara a los problemas actúan con intolerancia no están  hechos para luchar", nos dijo Mandela; y aun así, en una época en la que tenemos que luchar cada día contra actos injustos que perjudican los derechos humanos, parece que la intolerancia se difunde como un reguero de pólvora.

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Los crímenes de odio en EEUU subieron un 17% en 2017, su tercer aumento consecutivo; y los antisemitas registraron un aumento del 37% de acuerdo con un informe del FBI. Parece que el ser humano no ha aprendido nada de la Historia.

La intolerancia es una  forma de odio cobarde que siempre ha existido: permanece escondida en los recovecos de la mente de las personas que sienten miedo hacia lo que desconocen y, simplemente, sale a flote en sus manifestaciones crueles cuando los líderes se lo permiten.

Es una tendencia que separa a los individuos, más que juntarlos, como si fuera un muro. Y en estos años de "trumpismo", este muro se ha hecho realidad. Hasta ahora no se ha conseguido ver el multiculturalismo -más que como una amenaza- como un aporte de riqueza. Por supuesto, la convivencia entre muchas culturas en un mismo estado, como pasa en EEUU, puede tener sus problemas, pero ¿cómo ha podido ser la construcción de una frontera armada entre México y EEUU la solución mayormente aceptada? ¿Existen ciudadanos de clase A y otros de clase B? ¿Y cuánto vale la vida de un inmigrante mexicano que intenta cruzar la frontera ilegalmente para poder aspirar a una existencia mejor, como la de los ciudadanos de  clase A? En Europa, de los miles de muertos en la frontera ni se habla, quizás por su eurocentrismo, lo cual conlleva la elección por parte de los medios de información de divulgar algunas noticias más que otras; o tal vez por su incapacidad de plantearse el asunto de  manera coherente, ya que el problema de la intolerancia hacia los inmigrantes afecta también a los europeos.

De todas formas, la intolerancia pertenece a la naturaleza humana y, parafraseando al político estadounidense Aiken, "aunque una mañana nos despertáramos todos de la misma raza, color o religión, encontraríamos otra motivación para discriminar al otro al mediodía".

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