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España necesita una catarsis urgente

Un grupo de ultras hace el saludo franquista durante la concentración en el Valle de los Caídos.

Un grupo de ultras hace el saludo franquista durante la concentración en el Valle de los Caídos. / JAVIER BARBANCHO / REUTERS

España vive aún cautiva de su pasado. Lo que, a pesar de repetirlo como mantra, la transición no logró, este Gobierno ha dado un paso adelante para lograrlo, y es empezar a poner los vestigios de la guerra civil y de la dictadura en el lugar en el que se corresponden: los sublevados, fuera de toda visibilidad y glorificación, y las víctimas fuera de las cunetas y reestableciendo su honor.

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La catarsis es urgente. Con el anuncio de la exhumación de los restos de Franco y de Primo de Rivera del Valle de los Caídos, se ha empezado a tambalear la inviolabilidad de la que gozan los seguidores del antiguo régimen. Vimos cómo se manifestaron con banderas preconstitucionales, himnos ominosos y manos alzadas aquellos que se aferran al monumento como su faro de luz entre una sociedad que pide a gritos salir de la oscuridad de aquellos tiempos.

En una sociedad que se presuma de demócrata y avanzada no se puede permitir la exhibición de simbología o las apologías a aquellas personas que, en contra de la voluntad popular, se levantaron en armas, aprovechando la inestabilidad social, para imponer su voluntad a cartucho y consejo de guerra. Desde los medios de comunicación y la política no se puede permitir la visibilización de aquellos que desprecian el avance; por ello, también es necesaria la ilegalización de grupos como la Fundación Nacional Francisco Franco, cuyo discurso no entra en la libertad de expresión, pues en ella no cabe el discurso del odio.

Numerosas pruebas están en la mesa, y todas señalan a la base corrompida de nuestro sistema, cuya carcoma aún se alimenta pasadas décadas de la muerte del dictador.

Hubiera sido de justicia poética que el día 18 de julio se desenterrara al dictador en un particular nuevo alzamiento (bonito eufemismo utilizado en su día para llamar a un verdadero golpe de estado) y empezar a poner fin a todo aquello que nos lastra, a revisar las heridas y a cauterizarlas de una vez y a admitir de dónde venimos para saber a dónde vamos.

Poética o no, esta justicia debe llegar.    

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