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Andalucía, la caída del feudo socialista

La presidenta andaluza, Susana Díaz, en rueda de prensa en la sede del partido en Sevilla.

La presidenta andaluza, Susana Díaz, en rueda de prensa en la sede del partido en Sevilla. / JULIO MUÑOZ (EFE)

Ricardo Urazurrutia Del Campo

Resaca electoral y toca análisis. La caída del feudo socialista parece haber llevado a reacciones de todo tipo, desde la  sorpresa y la incredulidad hasta el clásico "se veía venir".  Sinceramente, me quedo con estos últimos. No es de extrañar que una líder que antepone su proyecto de candidatura a Ferraz y posteriormente a Moncloa con un tipo de "socialismo" bastante proclive a la derecha, acabe malparada, pero vayamos por partes.

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En primer lugar, si bien es cierto que no se conocía una Junta sin "socialista", en la misma construcción sintáctica, parecía que el temor a la derecha podría lograr una movilización de la izquierda más avezada. No ha sido así. De los votos  perdidos por el PSOE, Adelante Andalucía no ha sacado ningún rédito. Dicho de otra manera: o bien los votantes de A-A consideraban que iban a ser la muleta izquierda de Susana Díaz o lo que es peor para dicha  formación, tal como apuntaba sarcásticamente Gabriel Rufián en  relación a Podemos: "ya no es la formación que iba a asaltar el cielo".

La entrada de la extrema derecha en la Junta se  explica por dos motivos bien diferenciados. El primero, que no le sorprenda a nadie: siempre estuvieron allí; es decir, Vox no es ni más ni menos que un sector escindido que siempre ha estado integrado en el  PP. Como más de una vez he indicado "media España no se levantó demócrata después de fenecer Franco". El segundo y más claro: la baja participación.

Cuando se dan estos repuntes a la baja en índices participativos, la capacidad de castigo siempre es mayor (sistemática e históricamente) a los partidos de izquierda. Básicamente gran parte del elector asqueado de izquierda se ha quedado en casa. La disciplina de voto de los partidos de derecha siempre es mayor. Ejemplo autonómico: Galicia.

Pues bien, Susana Díaz siquiera ha tenido la capacidad de movilizar al electorado de centro más volátil y pasional, ese que parece no saber ni por dónde le da el aire que, cómo no, ha votado nueva e inconscientemente más a la derecha del PP; a Ciudadanos. Inexplicablemente esta fuerza es la gran vencedora de este sector de  votantes tan volátil que, a día de hoy supone un "riesgo" en  tanto que parece no saber distinguir en el espectro político una fuerza de centro y una "muy de derechas". Vox, sin embargo siempre estuvo allí. Hoy día parece sorprender los nuevos rostros que  toma la extrema derecha, sin embargo, la pregunta que me invade es:  ¿habrá efecto contagio? ¿Efecto advertencia? ¿Un superdomingo electoral podrá conseguir movilizar a base de número de procesos al asqueado electorado de la maltrecha izquierda?

Sólo el tiempo lo dirá. Sin embargo, hoy, Susana Díaz, que debería  dimitir tras este descalabro, ha debido de aprender bien que sobreactuar, debilitar a tu partido internamente y tomar el gobierno  de la una Comunidad como un segundo plato pasa, indudablemente factura  siendo ejemplo total de esa máxima castellana "quien mucho  abarca, poco aprieta".

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