"Un albergue para toxicómanos frente a una escuela de alta complejidad. ¿Qué puede salir mal?"

Esta carta podría titularse 'Réquiem por una escuela pública', donde el determinante 'una' denota que se trata de un elemento que forma parte de un conjunto. Es 'una' escuela, no importa su nombre. Estos temas y muchas asignaturas se enseñan muy bien en la escuela catalana. Desgraciadamente muchos alumnos aprenden desde muy pequeños que forman parte de 'una escuela' de la que, casi, es mejor no decir el nombre. Unas escuelas que, pese a cumplir un papel fundamental en una sociedad moderna, no tienen buena fama, están estigmatizadas y no son elegidas por el grueso de las familias. 'Escuelas de alta complejidad', las llaman. Auténticos guetos creados por una sociedad racista pero de tapadillo. Frases así se utilizan, se pronuncian, con la boca pequeña, mientras se tira de contactos para intentar convertir algo público en casi un coto privado.

Huelga decir que para la Administración tener unas escuelas así es un chollo. Esconde las desigualdades sin tener que invertir, mucho más, en educación, y por si fuera poco puede aplicar la ley de Murphy, que podríamos resumir en que "cuando algo va mal siempre puede ir peor". Por ejemplo, puedes ser un alumno de escuela de alta complejidad —ya de por sí injusta— y que a la salida del colegio te pongan un albergue para toxicómanos.

La Administración, en este caso la local, sabe que la mejor defensa es un buen ataque y siempre podrá acusar de insolidarias a las familias de 'una' escuela que se quejen de que ese albergue no está en el sitio más apropiado. Nada nuevo, todavía se acusa de racistas a las familias que osan quejarse al ver que no todas las escuelas públicas asumen su papel social y que sean solamente 'unas' las responsables de cargar con todo... ¿Qué puede salir mal?