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Basura de Barcelona | + Historia

El Ayuntamiento de Barcelona ha anunciado a los cuatro vientos que se están realizando cambios en el servicio de limpieza de la ciudad. Una magnífica excusa para dar un salto de 100 años y saber si las calles entonces estaban muy sucias.

Basurero en las calles de Barcelona.

Basurero en las calles de Barcelona. / AFB

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Xavier Carmaniu Mainadé
Xavier Carmaniu Mainadé

Historiador

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Cuando se acercan las elecciones municipales, los ayuntamientos se vuelven sorprendentemente activos y ponen en marcha muchas iniciativas que, dicen, supondrán grandes mejoras para la ciudadanía. En Barcelona, por ejemplo, estos días puede visitarse una exposición sobre el nuevo sistema de limpieza pública que se está empezando a poner en marcha. La muestra, que puede verse en La Modelo hasta el 29 de abril, hace un recorrido por la evolución de este tema tan sensible para los habitantes de la capital catalana. Empieza en 1981, cuando los primeros consistorios democráticos pusieron en marcha los planes de saneamiento para intentar revertir la situación previa, porque durante los años del franquismo la cuestión de la limpieza había sido dejada de la mano de Dios. El recorrido expositivo termina con una mirada al futuro que, según se explica, será mucho mejor porque la tecnología permitirá realizar una gestión más eficiente y adaptable a las circunstancias de los nuevos tiempos.

Siempre es de agradecer que nuestros gobernantes afronten el futuro con optimismo. Quizás la próxima vez podrían incluir una mayor perspectiva histórica porque así todavía seríamos más conscientes de cómo esta ciudad, que constantemente es examinada por sus vecinos, ha mejorado extraordinariamente la gestión de sus residuos en un solo un siglo. ¿Verdad que ahora sería impensable imaginar una Barcelona sin recogida de basura?

Pues esta era la realidad hasta 1911, cuando solo unos pocos particulares se preocupaban de retirarla. Cabe decir que entonces no se generaba la cantidad exorbitada de residuos de hoy. Además, la mayoría era lo que ahora llaman materia orgánica. Todavía no había llegado la sociedad de consumo salvaje ni el reinado de nuestro señor el plástico, que está en todas partes. Esto explica que hubiera gente de las afueras que tenían granjas y campos que se acercara a la gran ciudad para recoger la basura barcelonesa y convertirla en abono. O sea, que cosas que hoy en día nos parecen muy modernas, era lo que hacía la gente aplicando el sentido común.

El problema era que todo aquello se llevaba a cabo sin ton ni son, y se basaba sobre todo en el voluntarismo. En consecuencia, había partes más sucias y dejadas que otras. Había que tomar cartas en el asunto porque eran un nido de infecciones y un imán irresistible para todo tipo de bichos.

Tres de los principales problemas de la capital catalana a principios del siglo XX eran la salubridad, la higiene y el precio de las subsistencias. Para remediarlo, Joan Serra Sulé -un personaje del que no tenemos constancia de que nadie haya hecho una biografía- en 1908 escribió un memorando titulado 'Anteproyecto de Abastos Alimenticios, de Limpieza Pública y Domiciliaria y de Emplazamiento de la 2a Exposición Universal para la ciudad de Barcelona'. Este texto, que fue premiado en un congreso sobre gobierno local celebrado en Buenos Aires en 1910, planteaba cómo debía ser la Barcelona del futuro y ya preveía la organización de la Exposición que se acabaría celebrando en 1929. Según el proyecto de Serra Sulé, los pabellones construidos para el evento después serían aprovechados para almacenes de víveres y también para la gestión de residuos.

La idea gustó al poder municipal, que decidió adoptar las propuestas del autor del texto en materia de limpieza pública. No fue un proceso fácil y durante la implantación de las nuevas medidas, hubo una huelga de barrenderos en enero de 1911. La situación llegó a un nivel tan grave que el consistorio tuvo que pedir ayuda al ejército para retirar la basura de las calles.

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A partir de ese mismo año, el municipio encomendó a la empresa Fomento de Obras y Construcciones SA que se ocupara de esos temas. FOCSA era la responsable de cuidar el alcantarillado, la limpieza de la vía pública y la basura. Aquella compañía acabaría convirtiéndose en la actual Fomento de Construcciones y Contratas (FCC) que, pese al paso de las décadas y de todo tipo de regímenes políticos, ha sido siempre encargada de recoger la basura de las barcelonesas y barceloneses.


El descubrimiento de la microbiología

La preocupación por la salubridad de las grandes concentraciones urbanas aparece a mediados del siglo XIX, porque, por un lado, las ciudades crecen más que nunca con la eclosión de la Revolución Industrial; y por otro, porque la ciencia descubre la microbiología y comienza a entender los procesos de infección y transmisión de enfermedades a través de los virus y los gérmenes.

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