LA LIGA

Messi continúa con su 'crisis'

La estrella azulgrana liquida al Mallorca con tres goles en los primeros 30 minutos y encarrila otra manita de un Barça sin las vacas sagradas

Messi supera de penalti a Aouate en el primero de sus tres goles de ayer.

Messi supera de penalti a Aouate en el primero de sus tres goles de ayer.

DAVID TORRAS
BARCELONA

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No se sabe quién fue el primero, pero a algún insensato se le ocurrió abrir un debate sobre Messi, y a Leo no se le ocurrió nada mejor que cerrarlo en 29 minutos. Ni media hora le duró el tema. Disparó tres flases y dejó retratados a todos los que han andado enredando estos días con él. Messi no se toca porque, por más buena cara que ponga, tiene muy malas pulgas. Así que nada mejor para el Barça y para Guardiola que duden de él y le hagan enfadar. Anoche lo pagó con el Mallorca, que pasaba por ahí y se llevó los tres de Messi y otros dos de acompañamiento de Cuenca y Alves. Una manita para cambiar de debate. Así que en Madrid les iría mejor estar calladitos y dejar a Leo en paz. Ellos ya saben cómo las gasta.

Como si alguien hubiera preparado el guion, en un minuto no apto para los supersticiosos, el 13, Messi plantó el balón en el punto de penalti. En cuanto escuchó el silbato, se fue hacia ahí, mientras el Camp Nou coreaba su nombre, igual que ante el Sevilla. No había esa tensión, pero en su cabeza seguro que revoloteaban aquellas sensaciones. Sin pausa, de un chutazo, despejó ese mal recuerdo y fue como si se rompiera el mal de ojo. Messi emergió con la grandeza de siempre. Después le regaló un gol a Villa, que este desperdició en un gesto al que siguieron otros más de cierta desesperación. Villa no es Messi, eso no se debate, y está en una especie de callejón del que no acaba de salir.

NI XAVI, NI INIESTA, NI CESC / Pero Messi y el Barça salieron a lo grande de ese túnel artificial en el que, agarrados a dos marcadores, algunos se empeñaron en meterle, en esas ganas de destronarle cuanto antes y acabar de una vez con su insoportable hegemonía. Paciencia y a seguir esperando. El campeón encontró los goles que se le escaparon ante el Sevilla sin jugar mejor que hace una semana, y con ello recibirá los elogios que llegan más desde el marcador que desde el análisis futbolístico.

En un acto más de confianza en la plantilla, en una decisión que refuerza que el grupo está por encima de cualquier once, Guardiola dispuso una alineación donde las ausencias se imponían sobre los elegidos. El trío que mejor representa el ADN de este Barça, los tres cerebros privilegiados que siempre tienen el juego en la cabeza y que mejor cuadran en el 3-4-3, se quedaron fuera del escenario. Xavi, en la grada, sí, en la grada, un lugar que conoce de oídas, e Iniesta, otro que tal, y Cesc, en el banquillo. Ni un minuto. Puyol y Piqué, las otras vacas sagradas, recién recuperados, salieron con el 4-0.

Sin ese triángulo, el dibujo táctico cobró una forma distinta, más alargado y abierto que nunca por la presencia de Adriano y Cuenca en las bandas. El joven de Reus dio una lección de talento y de osadía, ajeno a la presión, como si tal cosa, y cerró su esperanzadora actuación con un gol. Otra joya de la casa, a la que se añadiría Delofeu, Gerard, según su nuevo nombre artístico, que apareció mas desbocado y menos pausado que su compañero. Tiene solo 17 años, una edad que todavía no soporta abrir según qué debates.

REACCIÓN FULGURANTE / El Barça de Messi, tampoco. Buscarle las cosquillas no es una buena estrategia. Antes de empezar, los que no dudan, que son mayoría, ya sospechaban cuál sería su reacción al runrún de estos días. Con Leo al frente, no hay manera de pararle salvo por accidente. Es lo que fue Varas, una excepción a la norma que dicta que jugando como jugó, siempre lleva las de ganar. Ayer necesitó mucho menos, es verdad, porque al Mallorca se le hizo siempre tarde y, salvo un ataque nada más empezar, se comportó como un resignado condenado.

Dos centros, uno de Cuenca y otro de Alves, acabaron en las botas imantadas del de siempre, el primero en la derecha y en el segundo con la izquierda. Da igual. Dentro y dentro. Y Messi, feliz, otra vez, entre los gritos del Camp Nou, para vergüenza de quienes han osado tomar su nombre en vano. Cuenca recibió el premio que merecía a su descaro y Alves dibujó el marcador que mejor simboliza lo que es este equipo: el 5-0,

el mismo que hace un año acabó con otro debate, parecido al que los olvidadizos han dado cuerda estos días por Madrid. Messi sí se llevó el balón. Él sí tiene sitio en casa. Para este y para los que vendrán.