Cata Menor

La ilusión es el motor (muerte al protocolo), por Pau Arenós

Lo que cansa, lo que desilusiona, lo que agota, es la ceremonia, la incomodidad de entregarse sin reservas a un juego forzado

El Chef por Poderes: una mirada a las asesorías

Hola, pasteleras; adiós, Chef Todista

Los 'cavatelli' con marisco del Bar Noe.

Los 'cavatelli' con marisco del Bar Noe. / FERRAN NADEU

Pau Arenós

Pau Arenós

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Diría que es la tercera vez que la palabra ‘ilusión’ aparece en un titular de estas correspondencias.

La primera para relatar la catastrófica ‘ilusión’ del aficionado que abre un restaurante motivado por el romanticismo.

La segunda para reflexionar sobre los jóvenes restauradores a los que la ‘ilusión’ de ser propietarios les ciega e inauguran con una provisionalidad empresarial que se eterniza.

La tercera, esta, aborda la ilusión de los comensales. La ilusión de ir a los restaurantes. Las ganas de ir a los restaurantes.

No me refiero ahora al establecimiento público como lugar de alivio para estómagos necesitados, sino a la visión de los comedores de un modo recreativo. Sentarme por placer y no por emergencia

Ya traté la semana pasada sobre una necesaria contención para sobreponernos al exceso, para que esto sea una carrera de fondo, y con fondo, y no un matarile de comilones.

Lo digo con rapidez: cada día me resulta más difícil la motivación y el deseo exaltado como comensal consciente que soy.

Las razones son diversas, si bien las dos principales se abren en extremos: o bien me aburro por la insipidez de las cartas clonadas o bien soporto con una mezcla de ternura y abatimiento las ínfulas de los cocineros transmutados en geniecillos.

Entre las no-lecciones de la pandemia, porque hemos aprendido poco, una necesaria simplificación que no llega, un alejamiento del barroquismo y la exageración, del lucimiento como acto banal y gratuito.

Repaso los platos que más me han gustado del 2023 y tienen en común la eficaz sencillez y la elevación del producto cotidiano.

Escribo esta semana sobre Noe, la casa de Mireia Bigorra y Björn Küssner, donde escapan de la rutina para establecer una culinaria con poderío, alejada del canon y lo previsible, y con el riesgo de equivocarse, claro.

Rompen con la solemnidad: “Queremos ser un bar”. El bar –otra forma de bar– como desintoxicador de restaurantes.

Tal vez lo que cansa, lo que desilusiona, lo que agota, es la ceremonia, el protocolo, la incomodidad de entregarse sin reservas a un juego forzado.

Suscríbete para seguir leyendo