Ruta gastro

Dónde comer en Oviedo, la nueva Capital Española de la Gastronomía

Restaurantes con solera, de autor, vermuterías de culto o confiterías con especialidades propias, entre las pistas que no hay que dejar pasar

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La fabada de Cocina Cabal.

La fabada de Cocina Cabal. / Cocina Cabal

Javier Sánchez

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Si para algo tiene que servir ese invento llamado Capital Española de la Gastronomía es para poner en el mapa ciudades que pasan desapercibidas al aficionado al buen comer. Sucede con la que lo será en 2024: en Oviedo hay direcciones de sobra en las que disfrutar comiendo, pero la capital se mantiene en un segundo plano a la sombra de la concentración de estrellas del oriente asturiano, por ejemplo.

Hay zonas de tapeo clásicas en la ciudad como el Bulevar de la Sidra, estructurado en torno a la calle de Gascona, o la ruta de los vinos, encajada entre el centro comercial Salesas y la estación de tren. En la primera zona, son direcciones fiables las sidrerías Las Güelas y La Cabana. En la ruta de los vinos, son más que recomendables Avelino, de corte y recetas clásicas, o La Lola, desenfadado y más moderno. Más allá de estas pistas, hay restaurantes y locales que merecen una visita más detenida.

NM

El mascarón de proa de toda la oferta ovetense de Nacho Manzano (dos estrellas Michelin por Casa Marcial) es este restaurante semioculto en el centro comercial Gran Bulevar El Vasco. Un espacio inusual y vanguardista, para un número de clientes muy limitado, en el que disfrutar de grandes clásicos de Manzano y creaciones especialmente diseñadas para esta propuesta.

El interiorismo de NM.

El interiorismo de NM. / EPE

Muchos de los platos son trilogías bien pensadas, combinaciones fruto de la inspiración de un gran cocinero. Son ejemplos la coliflor asada, crema helada de espárragos y caviar o las vainas con jugo de merluza y champiñón. Producto de alto nivel hay en la cigala a la brasa o la ‘carne’ roja de Navarra (un pimiento, en realidad). Los postre son tremebundos: la leche y pasto huele y sabe efectivamente a leche recién ordeñada y campo recién segado en verano. Cocina vista con juventud al frente, servicio de sala atento y buenísima bodega, donde lucen generosos, burbujas y vinos que se salen del guión. Merece una estrella.

Casa Fermín

Quizá el gran clásico de la ciudad (San Francisco, 8). Uno de esos restaurantes que hay que conocer una vez en la vida y que el año que viene, además, cumple 100 años. En este negocio familiar, son Luis Alberto Martínez, su mujer, María Jesús Gil, y el hijo de ambos, Guillermo, los encargados de asegurar un presente y un futuro radiante para un local en el que se puede comer a la carta o atacar un menú degustación. Aquí cenó Meryl Streep durante los últimos premios Princesa de Asturias.

Atún rojo de Casa Fermín.

Atún rojo de Casa Fermín. / Casa Fermín

En Casa Fermín se practica una cocina bien hecha, sin artificios innecesarios y con platos infalibles. Merece la pena entradas como la ostra escabechada con fruta de la pasión y agua de mar o la fastuosa ensaladilla de bogavante. Los pescados son de nota: dos ejemplos son el ‘pixín’ (rape), con sopa de 'allioli' y sidra o la merluza con emulsión de su jugo y pisto de tomate. No desmerecen las carnes, entre las que destaca el solomillo de ternera asturiana. Hay que dejar siempre hueco para sus ‘casadielles’ (empanadillas dulces rellenas de nuez).

Ca' Suso

Este restaurante (Marqués de Gastañaga, 13), abierto en 2006, ofrece un paseo por los sabores de Asturias sin salir de Oviedo. Los hermanos Feito ofrecen una cocina de casa de comidas refinada. Como en casi cualquier comedor asturiano, no pueden faltar las croquetas, en este caso de queso La Peral. También se ponen contundentes cuando toca, con platos como el pote asturiano, los callos o el choco de Tineo con berza y setas en caldo de su propia cocción.

Uno de los pescados de Ca' Suso.

Uno de los pescados de Ca Suso. / Ca Suso

En la parte de pescados, se salen del sota, caballo y rey. Y para bien. Por ejemplo, elaboran albóndigas de congrio en salsa verde con tirabeques o sirven un sabroso golondro (también llamado lucerna) en jugo de caldereta de roca y langostinos. En las carnes también juegan ofreciendo un rabo de vaca vieja braseado con hongos 'shiitake' y puré de patatas con queso (también llamado ‘aligot’). En los postre dan una vuelta de tuerca a la ‘casadiella’, ofreciéndola en forma de coulant.

Cocina Cabal

Aunque el restaurante (Suárez de la Riva, 5) de Vicente Cabal (de ahí el nombre) saltó a la fama por alzarse con el título de mejor fabada del mundo en 2022, en ese local inaugurado en 2019 hay muchos más alicientes para dejarse caer por allí. Eso sí, no hay que dejar pasar la ocasión de probar el gran clásico de la cocina asturiana, “hecho con chorizo de Tineo y morcilla del mercado del Fontán (otra parada fija en la ruta ovetense)”, según el propio chef.

La fabada de Cocina Cabal.

La fabada de Cocina Cabal. / Cocina Cabal

Entre el resto de tentaciones, hay que destacar el tartar del calamar de potera, inusual entre las preparaciones en crudo, o el plato de centollo, en guiso y crujiente. Entre los pescados, funcionan las mezclas en los platos con propuestas como la de lubina, andarica (nécora) y langostinos o la merluza con 'velouté' de marisco, trompeta negra y carabinero. Buen sitio también para probar el ‘pitu de caleya’ servido en dos tiempos, otro icono asturiano.


Pedro Martino

Uno de los grandes nombres de la cocina asturiana es el de Pedro Martino, que atesora numerosos premios y que lleva ya un par de años largos asentado a 15 minutos de Oviedo en un restaurante que es obligatorio visitar. Situado en el pueblo de Caces, sobre el río Nalón, el local es el mejor escenario posible para la filosofía de este cocinero, famoso por sus callos -cada año se convoca un concurso nacional con su nombre- pero que apuesta por la creatividad con sentido.

Plato de Pedro Martino.

Plato de Pedro Martino. / Pedro Martino

Entre sus bocados más conocidos, el ‘coulant’ de cocido de garbanzos, el caldo de pote asturiano con la berza crujiente o la cebolla rellena del Cantábrico con yema líquida. En la carta se encuentran también platos que impactan desde la descripción como la rúcula salvaje con requesón de Pregondónsidra de hielo y turrón de avellanas o el ‘gochu’ (cerdo) asturcelta asado con calabaza encurtida. El postre, antropología pura, es la ‘cascarilla’, elaborado a base de las cáscaras de las habas del cacao y que recuerda el peso de la industria asturiana del chocolate en el siglo XX.


La Paloma

Hay ciudades que no serían lo que son sin determinados bares. Eso sucede con Oviedo y La Paloma (Independencia, 3). El favorito para vermutear desde hace décadas exige una visita para conocer el alma ovetense. El santo y seña es el vermut que sirven desde 1975 seleccionando materia prima líquida de Martini y envejeciéndola en barricas de roble. El resultado es una bebida potente, que se sirve siempre sin hielo, con una rodaja de limón y una aceituna.

Para evitar que el vermut se suba a la cabeza más de la cuenta hay una amplia carta que ha ido evolucionando con el tiempo y donde uno encuentra desde nachos hasta ensaladilla rusa, pasando por cachopo o pulpo a la brasa. Se pida lo que se pida, hay que tomar una gamba a la gabardina, la estrella rebozada y frita del local desde siempre.


Rialto

En la vida de las ciudades del norte tienen una importancia capital las confiterías y Oviedo no podría ser menos. Rialto (San Francisco, 12) es historia de la ciudad desde 1926 gracias, en parte, a haber creado uno de esos dulces que trascienden generaciones: las moscovitas, finas pastas de almendra marcona y cobertura de chocolate que se comercializan no solo en sus tiendas sino también en establecimientos ‘gourmet’ de toda España.

Confiteria Rialto.

Confiteria Rialto. / EPE

Entrar en la confitería histórica del número 6 de la calle de San Francisco es asomarse a un retablo viviente de la vida en la ciudad. Este es el local al que acuden muchos ovetenses, aun hoy en día, a merendar cada tarde. Además de las moscovitas, también se elaboran aquí los ‘carbayones’ (nombre popular que se da los ovetenses) y que son pasteles de hojaldre, almendra y yema. No todo es dulce: en el local también preparan sándwiches mixtos y cruasanes vegetales, por ejemplo.