En Les Corts
La incertidumbre planea sobre las últimas casitas obreras de la Colònia Castells de Barcelona
El movimiento vecinal apremia a convertir los únicos testigos en pie del barrio desaparecido en un espacio referente de la memoria histórica
El parque de la desaparecida Colònia Castells cuesta a Barcelona un millón de euros más de lo previsto
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Jordi Ribalaygue
Periodista
Periodista especializado en información local de Barcelona y el área metropolitana. Ha trabajado en El Mundo, EFE, Público, Ara, Tot Barcelona y medios locales de Sant Adrià de Besòs y Badalona. Ha colaborado en la redacción del libro 'Objectiu Venus', sobre el barrio de La Mina.
Apenas queda rastro de la Colònia Castells, uno de los últimos reductos que perduraba en Barcelona de viviendas creadas para los trabajadores de una misma fábrica. Como colofón a un largo proceso de expropiación y derribo, el parque que se ultima sobre los restos del desaparecido vecindario está cerca de ser inaugurado, tras encarecerse en un millón de euros respecto a lo que figuraba en el contrato de las obras. Una parte del sobrecoste se atribuye a la restauración de las fachadas deterioradas del pasaje Piera, el único que sobrevivirá para evocar la fisonomía del barrio desmantelado, aunque el uso futuro es incierto. En el pasaje se ha dejado a un lado una línea de fachadas, que pertenecieron a una decena de casitas derribadas. Y, justo enfrente, otra decena de viviendas de planta baja enteras, que se desconoce qué utilidad tendrán.
La demora en resolver cuál será la suerte de los domicilios deshabitados e indultados asquea al movimiento vecinal de Les Corts, crítico con la remodelación por que, en su opinión, se desprecia el valor patrimonial, histórico y sentimental de la barriada arrasada. Los mismos colectivos piden explicaciones sobre el aumento del gasto para construir el parque y reclaman también que los habitáculos pasen a ser un equipamiento dedicado a rememorar el pasado del lugar y la vida en comunidad que lo caracterizó.
“No tenemos ninguna noticia de cómo avanza la modificación de planeamiento que se necesita para que las casitas puedan tener esa función”, lamenta la presidenta de la Coordinadora Vecinal de Les Corts, Adela Agelet. El Ayuntamiento apunta a este diario a que los trámites del cambio se hallan en una fase preliminar.
Agelet remarca que se trata de “un compromiso” para dotar de sentido a las únicas edificaciones que se salvaron de la piqueta y convertirlas en un espacio de “actividad cultural referencial en memoria histórica”. “En ningún momento se nos ha dicho que el proceso para conseguirlo esté iniciado ni cuándo acabará”, critica la dirigente vecinal. El Ayuntamiento responde que “se está trabajando en los estudios técnicos necesarios para redactar el planeamiento urbanístico que prevea los nuevos usos de las viejas viviendas de la Colònia Castells”.
Discrepancias sobre el diseño
A juicio de la coordinadora de entidades del distrito, el diseño de la zona verde de próxima inauguración “es inapropiado” para la parcela donde se alzó el vecindario. En cambio, otra parte del barrio siente que la remodelación revierte el deterioro del paraje. El consistorio retocó el plan para desplegar una zona singular de recreo para niños, entre otras variaciones que han llevado a que la reforma cueste 3,64 millones de euros, en vez de los 2,68 millones en que se selló tras adjudicarse.
“Habíamos marcado mucho que recordase el pasado y la memoria -recalca Agelet-. Pero han puesto huertos, fachadas, una especie de dónut gigante en medio sin ninguna funcionalidad acomodaticia… Se amontonan elementos y unos y otros se estorban, se contraponen y no se ha conseguido clarificar el espacio”.
Sillas frente a la puerta
“Se podría haber hecho un esfuerzo por mantener las formas de vida de esos tipos de barrios, pero esa forma de vida horizontal no interesaba para el modelo de barrio en que se ha convertido Les Corts”, opina Marc Dalmau, autor de L’expropiació de la ciutat popular (Pol·len edicions), un ensayo sobre la demolición de la Colònia Castells. Dalmau recuerda que era uno de los contadísimos exponentes de una rutina en extinción en Barcelona, la de “sentarse con la silla en la puerta de casa y apoyarse entre sí con un uso intensivo de la calle”, define.
El autor piensa que el caso la barriada demuestra que “no interesa que haya gente de rentas bajas viviendo en el centro” y que acaba expulsada “directa o indirectamente”. “Hay muchísimos ejemplos, ha seguido la misma dinámica que ha llevado a que quede poco patrimonio obrero” en la ciudad, manifiesta Dalmau, que ve "gentrificación" en el derribo municipal de la colonia. Además, cree que existe “una memoria incómoda” sobre la Colònia Castells que es improbable que halle cobijo en el parque que la suple: “Hay una memoria cómoda, fácil de recordar, y la otra es la de los últimos 30 años, la de la expropiación y los retrasos, las medias mentiras y el maltrato que ha sufrido quien vivió allí, al que prometieron que se iría rápido y tendría un parque sensacional. No ha acabado siendo así”.
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