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Joan Tapia

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Presidente del Comité Editorial de EL PERIÓDICO.

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El lunes de la gran incógnita

Todos pontifican, pero nadie sabe si a Pedro Sánchez se le ha roto su ADN y dimitirá. O si, por el contrario, presentará una moción de confianza para ganarla y seguir plantando cara

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez / Moncloa

La semana se abrió con el resultado de las elecciones vascas que fue bueno para la coalición PNV-PSE que se revalidará en el poder. Y se cierra con la ya iniciada campaña catalana con dos encuestas -la del CIS y la del CEO de la Generalitat- que dan ganador a Salvador Illa con más de 40 escaños y a bastante distancia de ERC y Junts que batallan por el segundo puesto.

No era el peor momento para Pedro Sánchez y, sin embargo, el miércoles por la tarde publicó una dolida carta en X en la que anunciaba un periodo de reflexión de cinco días, con suspensión de todos sus actos públicos, para estudiar una posible dimisión. Y denunciaba una campaña de la derecha y la ultraderecha de “acoso y derribo por tierra, mar y aire” después de que un juzgado de Madrid admitiera a trámite una querella de Manos Limpias, actor político de poco prestigio, por tráfico de influencias de su esposa Begoña Gómez.

La sorpresa fue inmensa. ¿El confeso resiliente Sánchez podía sucumbir a una dura campaña descalificatoria, con medios condenables, pero ya habituales en la política española? Lo dije el jueves, era una decisión incoherente con el ADN del personaje que había resistido todo. Ser expulsado de Ferraz en 2016 y ganar el 2017 las primarias contra el aparato del PSOE. Perder por goleada las autonómicas del pasado mayo y convocar elecciones generales en julio. Ser investido, habiendo quedado segundo, firmando un documento infumable con Junts y tramitando la ley de amnistía pese a la indignación de los representantes de media España que le acusan de haber desarmado al Estado por el plato de lentejas de los diputados de Puigdemont. 

Tampoco era una decisión responsable porque la dimisión de un presidente no es algo a reflexionar en público. Se dimite, si se decide -es su derecho- o no se dimite, punto. Como dijo en otro tiempo Felipe González se puede estar o no embarazada, pero nunca embarazada a medias. ¿Qué ha pasado y qué pasará? Nadie lo sabe, pero toda España está pendiente de lo que diga el lunes Sánchez que puede cambiar radicalmente todo.  

Cuesta creer que un político que se califica de resiliente y que ha luchado tanto y sin complejos por el poder pueda sucumbir ante una campaña de "acoso y derribo" que pretende sacar tajada de las posibles imprudencias de su esposa

Si nos guiamos por su ADN, Sánchez ha tenido un fuerte 'shock' (o cabreo) por la campaña contra su esposa, pero se lamerá las heridas y el lunes decidirá presentar una moción de confianza, con programa político añadido, buscando el apoyo parlamentario de los muy distintos grupos de la investidura. Y, reforzado por el sí a la moción, plantará luego cara al PP en las elecciones europeas tras la victoria del PSC -está por ver la magnitud- el 12M.

Es la lógica de su ADN. Pero hay quienes dicen -con más información que yo- que el presidente está muy “tocado” porque el acoso y derribo ha llegado a Begoña Gómez. ¿El 'killer', que en un mismo día destituyó a la vicepresidenta Carmen Calvo, a su poderoso jefe de gabinete, Iván Redondo; y al ahora discutido José Luis Ábalos, creía que sus enemigos no querían sacar tajada de las posibles imprudencias de su esposa? Quizás. Y es cierto que Begoña Gómez ha estado muy ligada a las adversidades y los éxitos de su carrera. No ha sido una pasiva acompañante.  

Quizás a Sánchez se le haya roto el ADN y no lo recupere antes del lunes ¿Puede querer encabezar la lista del PSOE en las europeas para convertirlas en un referéndum sobre su persona y derrotar al PP? Puede, pero la herencia que dejaría a su partido frente a una nueva y difícil investidura -para el PSOE y para el PP- que podría llevar a otras elecciones generales sería, como mínimo, muy complicada. 

Muchos años después nadie sabe exactamente por qué dimitió Adolfo Suárez el 21 de diciembre de 1981 tras haber logrado el milagro de desmontar el franquismo desde dentro, de legalizar sin traumas al PCE y de haber ganado dos elecciones generales con una improvisada coalición. Quizás porque pese a su pragmatismo camaleónico -tan criticado entonces a derecha e izquierda- se sintió incapaz de seguir plantando cara a las circunstancias. 

No lo sé, pero tiendo a pensar que si el lunes Sánchez no recupera su ADN y no presenta con empuje una moción de confianza -se ha dejado la puerta abierta- será que se siente, no abandonado por los suyos, sino incapaz de aguantar el timón en un clima moral de guerra civil. Sin fusiles. Las dos Españas de Antonio Machado que acabó en Colliure.  

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