Modelo de ciudad
40 años de lucha ciclista: ¿por qué Barcelona no es Ámsterdam?
La capital catalana empezó a reclamar espacio para las bicis a principios de los 80, una década después que Países Bajos hiciera lo propio con resultados mucho más evidentes
Aragó, la calle que necesitó 30 años para ceder un espacio a los pedales
Así impulsó la ciudad holandesa la movilidad sostenible en una ciudad tomada por los coches y con una siniestralidad disparada
Carlos Márquez Daniel
Periodista
Periodista especializado en Barcelona. En 'El Periódico' desde principios de siglo. Los últimos 15 años, dedicados a la información local: movilidad, urbanismo, infraestructuras, política municipal, barrios, área metropolitana y medio ambiente. Colaborador habitual en los programas de televisión 'Planta Baixa' (TV3) y 'Bàsics' (Betevé).
Carlos Márquez Daniel
Los primeros ciclistas de Barcelona, los de la era moderna, son ahora sexagenarios que mantienen intacto el ademán contestatario. No solo siguen usando la bici como medio de transporte, también les llama una cierta desobediencia, la misma actitud que en los 80 les llevó a cortar calles, pintar carriles bici piratas o burlar a la Guardia Urbana. El 19 de mayo de 1993, tras una década de lucha callejera, decidieron conquistar Aragó. Eran unos 300, dejaron las bicis en el suelo y se sentaron. Al día siguiente fueron portada de este diario bajo el título 'Grupos vecinales y ecologistas piden que la calle Aragó se convierta en un paseo". De pie, con camiseta blanca y manos en la cintura, se distingue, aunque está de espaldas, a Albert Garcia, uno de los impulsores de Amics de la Bici, el Woodstock de las entidades locales que defienden la movilidad sostenible. Se venía un Amsterdam desde hacía tiempo; se mascaba que la capital catalana podía seguir el ejemplo de la capital de Países Bajos, que también logró cambiar sus calles gracias a la movilización social. Pero no sucedió. A pesar de tener mejor clima y mejores condiciones para el pedaleo, Barcelona se atascó. Nunca mejor dicho.
Ámsterdam, principios de junio de 1977. Centenares de ciclistas se concentran en la plaza de los Museos, no muy lejos de barrio de De Pijp, que fue uno de los epicentros del movimiento Stop de Kindermoord (parad el asesinato de niños), que surgió como reacción a las cifras de víctimas por accidente de tráfico, 3.300 en 1971, de las cuales 500 eran menores de edad. Los participantes en aquella protesta simularon su propia muerte sobre el asfalto, regalando sin querer una de las fotos más célebres de la batalla contemporánea por el uso de la bicicleta en entornos urbanos. En 1993, Barcelona hizo lo propio en su principal autopista urbana. Pero la cosa había empezado mucho antes.
Apelemos a la memoria de Albert Garcia. "Hacíamos manifestaciones por la ciudad y la Guardia Urbana siempre nos controlaba. Iban delante abriendo camino. Recuerdo que en una ocasión ellos fueron recto, siguiendo la ruta que habíamos pactado, pero algunos de nosotros giramos y nos fuimos a buscar Aragó, que era nuestra predilección". La policía local inició una persecución absurda, pues el pelotón ocupó todos los carriles (entonces serían siete) y nada pudo impedirles, una vez más, que cortaran y ocuparan la calle que representaba todo aquello que consideraban una aberración.
Piratas del asfalto
Era el 3 de junio de 1984. Entre todos ellos, Txetxu Martínez, uno de los liantes que en 1981 fundaron Amics de la Bici e impulsor de la ya desaparecida revista 'El full de la bici'. "Buscábamos un cambio social en la ciudad, pero no imaginábamos que fueran necesarias más de cuatro décadas para empezar a conseguirlo. ¿Por qué tanto tiempo? Creo que es una cuestión simplemente política, de falta de voluntad por el miedo a las consecuencias".
Un año antes, el 15 julio de 1983 (se cumplen ahora 40 años) el colectivo a pedales inauguró el primer carril bici. No oficial, muy a pesar suyo; pirata, como lo bautizaron ellos. Un alcalde 'fake', vestido de traje blanco para la ocasión, cortó la cinta del nuevo vial, que ellos mismos pintaron, en el cruce de paseo de Gràcia con Diputació. El corredor avanzaba por esta última calle, subía por Casanovas, giraba por Rosselló y bajaba de vuelta por Bruc. Luego, tras los festejos, se fueron a Sant Jaume a lanzar proclamas, no sin antes enfrentarse en Via Laietana a un taxista que con su Seat 132 se llevó por delante a uno de ellos. Daños en la bici y una leve reyerta, poco más.
La primera Masa Crítica
Pocos meses después, en febrero de 1984, dio comienzo lo que puede considerarse el embrión de la Masa Crítica, la marcha ciclista reivindicativa que cada primer viernes de mes se reúne a las ocho de la tarde en Arc de Triomf para recorrer Barcelona. En su web sostienen que su origen está en San Francisco, en 1992, cuando distintos colectivos empezaron a reclamar una ciudad más sostenible. Noble objetivo y mejor homenaje, pero resulta que aquí, ocho años antes, ya se hacía lo mismo de manera recurrente, con salida a las seis de la tarde desde la plaza de Catalunya. "Al principio podíamos ser unos 50 -recuerda Albert- y era una locura circular por la ciudad. Era una auténtica jungla, nos decían de todo. No había ninguna cultura de la bicicleta".
¿Qué ha fallado para que Ámsterdam y Barcelona hayan avanzado a un ritmo tan distinto a nivel de ciclismo urbano? Tanto Txetxu como Albert lo tienen clarísimo: "No hemos tenido políticos que hayan apostado de manera decidida por la bicicleta, como sí ha pasado en otras ciudades". Aclaran que no es una opinión; es una certeza. Porque en los últimos años, sobre todo desde el nacimiento del Bicing, en 2007, se han pintado muchos carriles bici (estamos sobre los 250 kilómetros), "pero eso no significa que tengamos infraestructura ciclista".
Provisionalidad
"Mañana puede llegar un alcalde nuevo -sostiene Albert- y anunciar que elimina todos los carriles. Es muy fácil: quita los separadores y borra las líneas. No se han incluido en el urbanismo, mantienen la provisionalidad, y esa no es la manera seria de apostar por la bicicleta. Puede pasar en Valencia, donde ha habido un cambio de gobierno muy radical".
Lanzar mensajes firmes a través de la planificación y el modelo de ciudad, eso es lo que ven allende los Pirineos pero no a orillas del Mediterráneo. Puede que la bici sea víctima de un enconado debate político, pero no ayuda que a diario entren en la ciudad más de medio millón de vehículos procedentes de todos los confines de la galaxia metropolitana.
La bicicleta, lamentan Albert y Txetxu, se ha convertido en una "herramienta política, tanto a favor como en contra". "Mientras esto siga así, Barcelona no avanzará ni dará el paso definitivo hacia lo que ahora llaman movilidad sostenible". Siguiendo su estela, le pasó un poco lo mismo al tranvía por la Diagonal. No así al automóvil, cuyo 'boom' de los años 60 y 70 fue indiscutible con ese mensaje tan asido a la prosperidad y la modernidad. También pasó en Ámsterdam, ciudad que llegó a derribar edificios para hacer sitio a autopistas urbanas. O en Copenhague, donde las principales plazas eran aparcamientos gratuitos al aire libre.
El bando de Maragall
El primer carril bici de la capital catalana (hubo pruebas provisionales en los 80) se inauguró el 13 de octubre de 1990. Es el de la Diagonal entre Francesc Macià y el parque de Cervantes, curiosamente, uno de los más anchos de la ciudad. Lo recorrió el alcalde Pasqual Maragall junto a algunos de sus concejales, como Joan Torres (Circulación y Transportes), que anunció que este era el inicio de una larga amistad: "En todos los proyectos urbanísticos que se hagan a partir de ahora se estudiará el carril bici". Ya entonces, Amics de la Bici se quejó de los baches y del hecho de tener que compartir espacio con los peatones, algo que la ordenanza ya veta a no ser que esté pintado un vial ciclista, como sigue siendo el caso en la Diagonal.
Un año antes, en 1989, Maragall hacía público un bando en el que compartía su intención de promocionar el uso de la bicicleta, lo que implicaba reservarle espacios o permitir que se usarán lo que entonces se denominaba "isla de peatones", las 'supermanzanas' de toda la vida que echaron a andar en 1973 cuando el alcalde Enric Masó pacificó el Portal de l'Àngel durante las fechas navideñas echando mano de vallas y conos, o como se diría ahora, urbanismo táctico.
Asilo político
Se iba normalizando una relación que había tenido unos inicios de cierta tensión. En 1987, por ejemplo, nueve ciclistas, entre ellos Txetxu, fueron juzgados por arrancar señales de tráfico. El consistorio les había demandado por haber vandalizado los postes que marcaban un vial ciclista provisional, el 60% del cual discurría por calles empedradas.
A la cosa le faltó poco para ir a mayores si tenemos en cuenta el relato de uno de los acusados: "El guardia llegó incluso a sacar su arma. Después llegaron numerosos coches y nos trasladaron a nosotros y a las bicicletas que no soltábamos para nada, hasta comisaría". Aquello terminó en nada, pero los miembros de Amics de la Bici tenían un plan si la cosa terminaba mal. Pediremos asilo político en el consulado holandés". Ya entonces, Ámsterdam le había dado un vuelco a la ciudad. Barcelona...
Suscríbete para seguir leyendo