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La persistente acumulación de conciertos multitudinarios, como los del Primavera Sound, tensa las relaciones de los grandes eventos de la ciudad con los vecinos del Fòrum

Un vecino señala uno de los escenarios del Primavera Sound desde un bloque de viviendas cercano, en Barcelona.

Un vecino señala uno de los escenarios del Primavera Sound desde un bloque de viviendas cercano, en Barcelona. / ZOWY VOETEN

Jordi Ribalaygue

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Enric Navarro escucha uno tras otro los conciertos del Primavera Sound sin necesidad de pagar entrada. Preferiría no hacerlo, pero vive enganchado al Fòrum, en Barcelona. Este año, además, ve uno de los grandes escenarios del festival desde el balcón. “Es una provocación que esté tan cerca. Estamos a poco más de 300 metros. En la noche del jueves al viernes, dormimos muy poco y mal”, desgrana Navarro, portavoz de la plataforma Stop Concerts, surgida del hastío por la sucesión de certámenes masivos que, desde la Feria de Abril al Cruïlla, acampan en primavera y verano a pocos pasos de los bloques pegados donde la Diagonal muere. 

El Primavera Sound, con decenas de miles de asistentes por día hasta el domingo, está autorizado a que las actuaciones se alarguen hasta las 5.30 de la mañana. El cóctel de masificación y música hasta el rayar del sol tensa de nuevo los límites entre ocio y descanso en la capital. El dilema -cada vez más vivo- revela el difícil encaje entre eventos multitudinarios y núcleos habitados próximos a los espacios que los albergan, como ocurre en las inmediaciones del Fòrum y Montjuïc. El malestar que viene larvándose desde hace años ha aflorado con más intensidad tras el marasmo de la pandemia. Es la misma incomodidad que empuja a colectivos vecinales a instar que se busquen terrenos desiertos en el entorno de Barcelona para externalizar espectáculos de gran formato. 

“Ahora hay un problema de acumulación absoluta en el Fòrum y Montjuïc. Se debería hacer un estudio para no trasladarlo a otra zona habitada”, señala Miquel Prats, portavoz de la Federación de Asociaciones de Vecinos de Barcelona (FAVB). “Hemos encontrado una posible ubicación alejada de viviendas. Queremos enseñar el plano al futuro gobierno de Barcelona”, comenta Navarro, quien hace reparar en el rumor que de la calle penetra en su piso. Procede de los espectadores que hormiguean en dirección a los escenarios antes de que los grupos empiecen a tocar. “Imagina oírlo a las cuatro de la mañana… Genera estrés, estado de nervios, un estado mental y psicológico inadecuado… Es un problema de salud”, resuelve. 

Huir de los festivales

Hay vecinos que ponen tierra de por medio cuando los festivales se apoderan del Fòrum. Según un balance de la empresa municipal BSM, el parque acoge 18 eventos durante 44 días este 2023. Son dos citas más que en 2022 y cinco más que en 2019. El recinto permanecerá ocupado tres jornadas menos que el año pasado, pero ocho más que la temporada anterior a que el covid cancelara la agenda. Los acontecimientos musicales de gran formato tomarán la explanada durante 35 días, dos más que en 2022 y una semana más que en 2019. “Tanta concentración lleva a que, por vivir donde viven, haya vecinos que sepan que no podrán descansar y tendrán que buscar alternativas. Si fueran cuatro días, se pueden sacrificar, pero se repite varias veces en cuatro meses. Genera un agravio”, advierte Prats.  

“Me he tragado todos los festivales del Fòrum, pero esta vez me voy fuera hasta el domingo”, confiesa Navarro. “Aprovecharé para no escuchar el ruido, que es inaguantable. Pagamos uno de los IBI más caros de la ciudad y no tenemos contraprestación. No queremos ser la discoteca de Europa”, zanja. No es el único vecino que huye para no privarse de sueño. Maribel escapa por primera vez del Primavera esta semana. “Es demasiado molesto. Luego están los que pasan borrachos y gritando a las tantas”, refiere.

Manifestación contra el ruido en las inmediaciones del Fòrum, durante la celebración del Primavera Sound. 

Manifestación contra el ruido en las inmediaciones del Fòrum, durante la celebración del Primavera Sound.  / ZOWY VOETEN

Caso semejante se da en Montjuïc, el otro gran contenedor de eventos de Barcelona. “Estamos rodeados de más de 100 acontecimientos al año”, recuenta Jordi Andolz, miembro de la Plataforma de Afectados por Contaminación Acústica (PACAME). Atestigua que se prepara para irse durante el Sónar, de aquí a dos semanas: “No me deja teletrabajar. Me pongo cascos, cierro ventanas y persianas... Aun así, mis clientes oyen la música”.  

Otros se resignan a no pegar ojo. “Con suerte, podremos irnos a dormir a las cuatro y media de la mañana”, calcula Mari Carmen, residente en Diagonal Mar, molesta con las vibraciones: “Se mueve todo. El primer año llamé a los Bomberos. El sillón iba de izquierda a derecha, las plantas se movían… Pensaba que me mareaba”. “Parece que te golpeen en la cabeza”, protesta Antonio, que no ve factible marcharse para escabullirse del sarao: “Una vez lo hice, pero tengo la casa muy lejos, en Murcia”. “Somos un barrio de trabajadores, los que sostenemos Barcelona. Cuando necesitamos descansar, nos privan de sueño, de la playa y de seguridad”, reprocha el presidente de la Asociación de Vecinos del Maresme, José Manuel López.

Al borde de los 70 decibelios

Según datos del Ayuntamiento de Barcelona, el sensor de contaminación acústica situado en la confluencia en frente del Fòrum fluctuó entre 60 y cerca de 70 decibelios durante buena parte de la madrugada del viernes. Los mapas de capacidad acústica marcan que, en ese cruce, no se deben franquear los 55 decibelios entre las 23.00 y las 07.00 horas.  

En todo caso, el consistorio, que instala controladores de sonido dentro y fuera del recinto, certifica que el Primavera Sound cumple los baremos. El concejal del distrito de Sant Martí, David Escudé, destaca el efecto que ha tenido limitar horarios a terrazas y bares, igual que a los súpers para no surtir de alcohol a los botellones. “En la madrugada del viernes, no se acumuló gente en la rambla Prim”, resalta el edil, que plantea mantener las restricciones a los negocios en próximos festivales en el Fòrum.

Escudé defiende que los conciertos en la zona “se están reduciendo y se irán reduciendo”. En todo caso, queda primero despejar quién gobernará Barcelona antes de comprobar si se recortan en número. La candidatura del ganador de las municipales, Xavier Trias, se compromete a “desconcentrar” de actividades el Fòrum y trasladarlas a “otras ubicaciones de la ciudad”.

De todos modos, el escepticismo cunde en el movimiento vecinal. “Los avances han sido escasos. Ha habido descensos de dos o tres decibelios en zonas tensionadas, que son bienvenidos, pero son pocos. Tememos que estos logros se reviertan”, alerta Prats. "Un ayuntamiento respetable nunca debería llegar a que el derecho al ocio pase por delante del derecho al descanso. El beneficio del negocio de unos pocos lo pagan muchos con su salud", remata Andolz.

Cambios en escenarios y horarios para mitigar molestias

Ante las quejas, la organización del Primavera Sound esgrime que se ajusta a la norma y que extrema “medidas y precauciones” para contener el ruido. “Van desde el diseño del recinto a la óptima orientación de los escenarios”, señala. Añade que “hay trabajadores exclusivamente dedicados” a monitorizar el nivel de sonido.

El grupo Clipper’s aborda la primera edición del festival Nits de Barcelona. Explica que han adaptado horarios para “respetar las horas de descanso nocturno de los vecinos”. “Muchos de los conciertos acabarán a las 22.30 horas”, recalca la promotora del evento, alojado en los Jardines de Pedralbes. Para salvaguardar espacios protegidos con la máxima catalogación patrimonial, adoptará “sistemas de pesos y contrapresos” en la decoración para “evitar perforaciones innecesarias”, luces ultravioletas para resguardar la vegetación y un circuito especial de evacuación de residuos para prevenir “la aparición de plagas”. 

El Festival Alma se estrena en el Poble Espanyol. La productora Concert Studio avanza las actuaciones a las 20.30 y las 21.00 para que concluyan en torno a las 23.00, de sobras antes de la medianoche. Además, piensa que la ubicación está suficientemente apartada de los domicilios para minimizar molestias.

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