En comunidad

"Bici o coche": planes B de usuarios del patinete en el transporte público

Los patinetes ya no pueden subir al transporte público

Recetas para salvar al patinete de la expulsión del transporte público

A continuación, tres usuarios del patinete eléctrico, miembros de la comunidad de lectores de EL PERIÓDICO, explican cómo se desplazarán a diario a partir de hoy, 1 de febrero

31.1.2023 - MONTCADA I REIXACH - estación de tren - Sergio Cuevas con su patinete electrico - foto Anna Mas

31.1.2023 - MONTCADA I REIXACH - estación de tren - Sergio Cuevas con su patinete electrico - foto Anna Mas / Anna Mas

Luis Benavides

Luis Benavides

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“Conduzco un patinete reglamentario, siempre llevo casco, tengo seguro y recorro 7,5 kilómetros por trayecto de casa al trabajo”. Así se presentaba una lectora, Sílvia González, en una carta enviada a la sección Entre Todos muy crítica con la que considera una doble vara de medir entre “las bicicletas, salvadoras del medio ambiente, y los patinetes, el gran mal de esta sociedad”.  

González se verá afectada por el veto de manera puntual, pero no por ello considera menos desproporcionada esta medida impulsada desde la Autoritat del Transport Metropolità (ATM) como respuesta a un aparatoso incidente en un tren de Ferrocarrils de la Generalitat (FGC) que se saldó con tres heridos. Ella siempre lleva una T-Casual en la cartera, principalmente por si las condiciones metereológicas son adversas o se queda sin batería. “Si por la tarde llueve tendré que dejar el patinete en la oficina y al día siguiente sí o sí coger el metro, cuando hasta ahora podía llevármelo plegado”, protesta esta responsable de comunicación de una empresa con sede en la Zona Universitaria.

Con su VMP González emplea unos 25 minutos para llegar al trabajo, y otros tantos para volver a casa. En metro tardaba unos 50 minutos y con el bus, algo más de una hora. “Opté por el patinete (y no la bicicleta) porque llegaría al trabajo más presentable que pedaleando”, bromea esta lectora, quien se pone mucho más seria al hablar de la prohibición: “también pueden estallar las baterías de una silla de ruedas eléctrica, un portátil o un móvil y no por ello han prohibido viajar con ellos”.

A partir de hoy, 1 de febrero, con la entrada en vigor del veto suscrito por los diferentes operadores -bus, metro, tranvía, ferrocarriles y Rodalies-, González contempla dos escenarios. El primero, con una vigilancia muy laxa, “como ha pasado con las mascarillas”. El segundo, con controles intensos pero difíciles de mantener en el tiempo. “Supongo que harán una campaña de concienciación, puntual, sin multas”, vaticina. Con todo, no se arriesgará a bajar con el patinete a los andenes: “no me arriesgaré, no tengo edad para que me llamen la atención”. 

"¿Alternativas? Contaminar"

Sergio Cuevas Pérez, de 36 años, también envió una carta criticando el veto y sobre todo "la falta de alternativas". “¿Qué proponen? ¿Contaminar y por tanto contribuir a la muerte prematura de miles de personas a causa del exceso de contaminación?”, escribía este bibliotecario vecino de Sant Fost de Campsentelles.

Hablamos con él para saber qué hará a partir de hoy para ir a trabajar. “Tengo dos opciones, coger la bicicleta, por una cuestión de conciencia ecológica, o coger el coche, que no me gusta pero en ciertos momentos, como días de lluvia o meses de mucho calor, es mi única alternativa”, explica Cuevas, en referencia al desnivel que debe superar para llegar a su puesto de trabajo, en el barrio de Singuerlin, en Santa Coloma de Gramenet.

Solía coger el tren en Mollet, bajaba en Montcada y a partir de aquí tenía 15 minutos en patinete eléctrico. “Prohibamos antes el coche, por las muertes que provoca, o las playas porque la gente se ahoga”, defiende con tono sarcástico este joven, quien recientemente estuvo en una manifestación organizada por la Associació Catalana de Monocicles Elèctrics y también ha iniciado una petición en Change.org solicitando a la ATM (Autoritat del Transport Metropolità) que “solo se prohíba enchufar los patinetes eléctricos y demás VMP en el transporte público”. Más de 250 personas le respaldan con su firma.

Si mucha gente se pasa a la bicicleta, advierte Cuevas, los conflictos entre pasajeros aumentarán. “La bicicleta ocupa mucho más espacio, como tres veces el espacio de un patinete. Lo que deberían permitir es llevarlo en una bolsa, como hacen en Sevilla”, apunta.

Precisamente otra lectora, Roccyre Cueva, de 47 años, cambió su patinete eléctrico por la bicicleta. Lo hace a regañadientes. Y es que compró el ciclo hace un tiempo para hacer deporte, pero no imaginaba que lo necesitaría a diario. En ese caso, habría comprado una bici más ligera o plegable. “La cabina del ascensor es pequeña, por lo que tendré que subirla y bajarla por las escaleras cada día”, protesta la lectora.

Durante seis meses

Cuevas envió una carta criticando la medida impulsada desde los despachos de la ATM “sin evaluar cómo repercute en un sector de la población”, escribía esta vecina de Sant Gervasi. “Por un patinete en mal estado", continúa, "están afectando a una gran cantidad de usuarios”.

En su caso, el patinete se había convertido en sinónimo de calidad de vida. Cada día empleaba una hora y media para llegar al trabajo, usando patinete y Ferrocarrils. Vive en Sant Gervasi y trabaja en un polígono industrial entre Sabadell y Sant Quirze. “Me tocará cargar la bici arriba y abajo, y me limitará mucho en mi día a día. No podré, por ejemplo, aprovechar para hacer la compra de regreso a casa. Aparcarla en la calle es un peligro en esta ciudad”, protesta.

Le guste más o menos, le resulte más o menos cómoda, Bicicleta o bicicleta, no tiene otra alternativa, asegura. Serán solo seis meses, medio año que suena a eternidad para muchos usuarios del transporte público como ella. “Me parece demasiado tiempo para pensar en una normativa, podrían darse más prisa teniendo en cuenta la gran cantidad de afectados”, concluye.

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