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Usuarios del patinete, vetados en el transporte público: "¿Qué quieren? ¿Que pierda el trabajo?"

Los viajeros afectados por el veto lamentan las dificultades que deberán asumir para complementar sus desplazamientos en metro, bus o Rodalies

Barcelona 19/12/2022 Usuarios de patinete eléctrico en el transporte público En la foto, Cristian Heredia en un vagón de los Ferrocarrils Catalans  en la estación Espanya  Foto de Ferran Nadeu

Barcelona 19/12/2022 Usuarios de patinete eléctrico en el transporte público En la foto, Cristian Heredia en un vagón de los Ferrocarrils Catalans en la estación Espanya Foto de Ferran Nadeu / FERRAN NADEU

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Luis Benavides
Luis Benavides

Periodista

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Los patinetes eléctricos llenan las calles de la ciudad, y cada vez ha sido más habitual verlos viajando en metro, bus o tren. Estos vehículos de movilidad personal (VMP) pueden ser la clave en el llamado transporte intermodal y sostenible, al tiempo que crece el rechazo hacia estos artefactos motorizados por parte de peatones y otros pasajeros. Pero ha sido el temor a que desencadenen incendios de difícil control lo que ha llevado a un veto temporal, que se iniciará el 1 de febrero, en el transporte público del área metropolitana de Barcelona, después de que hace unas semanas la Autoritat del Transport Metropolità (ATM) instara a los diferentes operadores a prohibir la entrada de estos vehículos eléctricos al menos durante seis meses, mientras se prepara un reglamento definitivo.

El detonante fue un incidente en un tren de Ferrocarrils de la Generalitat (FGC). La batería de un patinete se incendió cuando circulaba entre las estaciones de Sant Boi y Molín Nou y el maquinista tuvo que detener el convoy y apagar el fuego con un extintor. El accidente se saldó con tres heridos.

El veto del patinete eléctrico en el transporte público del área metropolitana de Barcelona se lo pone muy difícil a usuarios habituales como Adolfo Vales, de 49 años. "Vivo en Gavà Mar y tengo que coger el tren a las cinco de la mañana en Castelldefels. Necesito el patinete para llegar a la estación", protesta este trabajador de Mercabarna. "¿Qué quieren? ¿Que pierda el trabajo?", se queja este usuario, muy indignado por lo que considera un sinsentido. "¿Si explota un móvil también prohibirán viajar con el móvil? ¿Y si explota una silla de ruedas con motor? ¡Es absurdo!", añade.

Buena parte del colectivo 'rider' también ha visto amenazada su modo de vida con esta prohibición: "Trabajo para varias plataformas como Glovo y Uber en el centro de Barcelona, pero para llegar tengo que ir en transporte público. Si me dejan seis meses sin ferrocarril no sé qué haré para subsistir", explica a este diario S.N., vecino de Sant Boi y también estudiante de fontanería, oficio con el que espera poder aparcar definitivamente la dura vida de repartidor a domicilio. "Si tan peligrosos son, que nos obliguen a pasar unas inspecciones o revisiones, como se hace con los coches", propone este repartidor.

"Alternativas inviables"

Víctor Rodríguez. “Vivo a las afuera de Rubí, en una calle de montaña, y trabajo en La Boqueria, Barcelona. Hasta la estación de ferrocarriles más próxima tengo unos 30 minutos andando y con el patinete son muchos menos. Sin patinete tardaría el doble”, explica este camarero de 44 años.

Las posibles alternativas, como un autobús urbano para salvar esa empinada distancia entre su casa y la estación de Ferrocarrils, son inviables, según Rodríguez. “Ya lo intenté, pero el problema lo tengo para regresar. Vuelvo muy tarde y ya no hay autobuses. Además, acabo muy cansado”, explica este vecino de Rubí, propietario de un patinete robusto con neumáticos todoterreno. “Probé otros y nada, peso mucho y la calle tiene mucha pendiente”, bromea.

En lugar de prohibir su acceso, Rodríguez cree más conveniente destinar un vagón en cada convoy exclusivamente para estos vehículos considerados no contaminantes, y adecuarlos para que se puedan cargar con todas las garantías. “Somos muchos los que utilizamos patinetes y cada vez seremos más. Cuesta mucho encontrar piso en Barcelona. Nos obligan a marchar fuera pero seguimos currando en la ciudad”, protesta.

En una situación muy parecida se encuentra Christian Heredia, de 28 años, vecino de Badia del Vallés, pillado por este diario haciendo el transbordo en plaza de Espanya. Trabaja en un hotel situado muy cerca de la Gran Via de L’Hospitalet, por lo que cruza la ciudad de Barcelona dos veces al día. El patinete eléctrico le permite reducir considerablemente el tiempo de trayecto. Para empezar, la estación de trenes más cercana a su casa está a 20 minutos caminando. “Sin el patinete tardaba más de dos horas en llegar a mi trabajo, pero ahora llego en una hora y media”, asegura.

Carla Gómez, de 19 años, también consigue arañar unos cuantos minutos al día, a la semana, gracias a su VMP. "Tengo el patinete desde hace un año y pico y estoy encantadísima. Vivo a unos 20 minutos caminando de la estación de ferrocarriles más cercana, pero ¡con pendiente! Con el patinete son cinco minutos", explica esta joven dependienta de una tienda de ropa del centro de Barcelona, quien espera que las autoridades reconsideren el veto o al menos permitan llevar los patinetes plegados en una bolsa. Por su parte, otro joven, David Vázquez, de 21 años, apuesta por los Bicibox o, mejor, taquillas tipo 'lockers' repartidas por todas las estaciones. "Acabo de trabajar a las dos en Sant Boi, en una empresa de mantenimiento industrial, en el polígono, y a las tres tengo clase (en un instituto del barrio del Clot, Barcelona). Sin patinete, no me da tiempo", lamenta este chaval, convencido de que los políticos olvidan que el patinete no es un juguete o un capricho, sino "el vehículo de la clase trabajadora"

Baterías bajo sospecha

Respecto a las baterías, Heredia dice cargar correctamente su vehículo de movilidad personal para asegurarse un buen rendimiento de la batería y evitar incendios en su piso. Nunca lo hace en el tren o ferrocarriles de camino a su puesto de trabajo. “No llevo el cargador encima”, apostilla este usuario de transporte público, muy preocupado al conocer la prohibición del transporte de estos VMP. “Siempre me pongo en vagones donde hay espacio, intento no molestar al resto de pasajeros”, añade.

Si las baterías suponen un peligro, “que prohíban cargar en los vagones”. Es la opinión de Fran Sera, vecino del Poble Sec, quien no se imagina su día a día sin su artefacto de dos ruedas a motor. Solo lo utiliza para ir y volver del trabajo. “Me subo en Espanya y cojo los Ferrocarrils hasta Europa-Fira, pero necesito el patinete para el último tramo, hasta mi empresa, porque está lejos y es un polígono industrial”, puntualiza este joven de 33 años, sorprendido por la decisión de la ATM.

Santiago S., de 31 años, se muestra comprensivo con el ATM y operadores después del accidente. "Hay gente que manipula baterías, que no las tratan bien, y supone un peligro incluso con el patinete en reposo, sin cargar. Quizá la solución pasa por obligarnos a contratar un seguro, y que se haga cargo en caso de accidente", razona este electricista vecino de Manresa.

Leo viajaba esta mañana en metro con su patinete, pero con totalmente descargado. "No suelo coger el metro, pero me quedé sin batería y no me ha quedado otra", explica resignado un joven que pone encima de la mesa una casuística a tener muy en cuenta por parte de los gestores del transporte público. ¿También vetarán la entrada de patinetes en estas condiciones? ¿Qué harán en estos casos?

Casco, chaleco reflectante y luces de posición. Olga Valladares se desplaza en patinete eléctrico perfectamente equipada, respetando las normas de circulación (“voy por la calzada, con los coches”, asegura) y también las del transporte público. “Ahora porque me puse a hablar contigo, pero me suelo sentar por allí con el patinete plegado”, dice, al tiempo que señala una zona de asientos espaciosa.

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Si no puede bajar al andén con patinete, usará una bicicleta plegable. Valladares observa un rechazo generalizado a los patinetes, directamente relacionada con el incivismo y sobre todo el caso omiso a las normas de circulación por parte de algunas personas. “Últimamente veo menos patinetes por las calles y creo que es porque la Guardia Urbana está muy encima nuestro. Me parece bien, no puede ser que vayan por la acera o dos en el mismo patinete”, explica esta trabajadora del Port de Barcelona, partidaria incluso de la obligatoriedad de un seguro para circular con estos VMP.  

El incivismo de algunos pero también el mal mantenimiento de estos vehículos está detrás de la iniciativa de la ATM. Con todo, el incidente ocurrido hace unas semanas en Ferrocarrils es algo excepcional, pues las baterías de litio ya tienen sus propios sistemas de seguridad para evitar explosiones o deflagraciones, según los expertos. “Me parece fatal (que prohíban el acceso al transporte público con patinete eléctrico) porque pagamos justos por pecadores”, se queja otro abonado a la intermodalidad (en este caso, ferrocarril y patinete), Óscar Seijó, de 48 años, que poco más quiere añadir. Llega tarde al trabajo, se disculpa.