'Top manta' también en invierno

Barcelona (aún) no es Salou, aunque en demasiadas ocasiones pueda parecerlo. El turismo permanece vivo en la capital catalana durante todo el año, igual que la venta ambulante irregular, sector que depende en gran parte del primero. Pero el número de manteros en las calles de la ciudad -cifras para las que nunca ha habido consenso- fluctúa más según condicionantes como la presión policial, que en los últimos meses está siendo intensa, según denuncia el colectivo, organizado en el Sindicato Mantero, y según confirman desde SOS Racisme y desde la Fundació Barcelona Comerç (cada uno con su particular lectura).    

Alicia Rodríguez, coordinadora del servicio de atención y denuncias de SOS Racisme, explica que los vendedores ambulantes irregulares se sienten cada vez más perseguidos. "Cada día les cuesta más encontrar dónde colocarse a vender, y en invierno, además, tienen menos horas", narra la técnica de SOS Racisme, quien añade que el colectivo no entiende de temporalidad, ya que tiene que ganarse la vida (y mandar dinero a sus familias) durante todo el año. "Incluso salen a vender cuando llueve, cambiando lo que vendan normalmente por paraguas", prosigue la activista por los derechos humanos.

Basta con viajar en la línea amarilla, la que usan los manteros para desplazarse desde el barrio del Besòs, donde vive gran parte de ellos, hasta el centro de la ciudad, donde venden, para ver que allí siguen, acarreando sus grandes fardos al hombro. Lo que ya no se produce, es una evidencia, son escenas como las vividas hasta mediados de julio en el Port Vell, cuando se concentraban cientos de ellos. "Según nos explica la propia policía ahora mismo hay unos 200. Hay más presión policial y ha funcionado", expone satisfecho Pròsper Puig, vicepresidente de la Fundació Barcelona Comerç, entidad que fue muy crítica con la gestión del gobierno local del fenómeno previa al desmantelamiento del zoco tolerado de Joan de Borbó.   

A ojos de Rodríguez, la pequeña tregua vivida por los manteros esta primavera en Joan de Borbó, hasta la polémica instalación del 'skate park', fue una "tregua trampa". "Concentrarlos a todos allí sirvió para que se visibilizaran más. Para mostrarlos como un gran problema que sirviera para justificar la represión posterior", argumenta Rodríguez.

El grupo municipal de la CUP lleva meses denunciado esa persecución policial. A finales de octubre advirtieron a Ada Colau de que no se sentarían a negociar los presupuestos hasta que se detuvieran las redadas racistas a sus ojos racistas contra los manteros en la Rambla, operativos que los antisistema consideran desproporcionados y los comunes definen como "disuasorios". La concejala anticapitalista María José Lecha denuncia contradicciones entre las dos formas de gestionar el fenómeno por parte del equipo de Colau. "Tienen el dispositivo social, y el policial, pero con el segundo muchas veces excluyen a los chicos del primero, ya que acumulan causas penales", apunta la concejala, quien asegura que actualmente el colectivo está formado solo por unas 80 personas. 

COOPERATIVA Y PLANES DE OCUPACIÓN

Sobre esos planes socialesplanes sociales, en SOS Racisme reconocen la predisposición y buena voluntad del equipo de gobierno, pero no ven que pueda solucionar el problema. "Es un parche. Venta ambulante habrá igual", apunta Rodríguez. "Son una vía, pero en las formaciones, la mayoría no cobra, y después de ir a estudiar tienen que ir a vender para poder comer", reflexiona Lecha.  

Hoy por hoy, esas políticas sociales se han materializado en la creación de una cooperativa que ya tiene a 15 personas en formación y que prevé llegar a emplear a 25; 43 planes de ocupación que han iniciado también la formación y otros 11, en Mercabarna, que "en breve" -según fuentes municipales- iniciarán el periodo de ocupación.