El relax del mantero

Tras años de persecuciones, los vendedores ofrecen plácidamente desde bambas hasta electrónica en el gran zoco ilegal del puerto

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PATRICIA CASTÁN / BARCELONA

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El kilómetro de 'shopping' sobre el puro suelo que se ha enquistado en las últimas semanas en el paseo de Joan de Borbó ofrece dos novedades claras. La primera, en referencia al género. Ya no solo hay bolsos falsos de Chanel o Michael Kors, sucedáneos de Nike, camisetas del Barça y pañuelos de seda. Qué va. Como si se tratara de un gran zoco urbano, el comprador (en un 80% turista) ya puede hacerse con objetos electrónicos, pulseras artesanales ejecutadas in situ, pareos playeros, sombreros de todo tipo, un arsenal de suvenires a un euro, chancletas de playa, bisutería barata, biquinis, relojes de pulsera y hasta cócteles. La segunda, en la actitud de los vendedores. En lugar de estar ojo avizor para salir al galope si hay una intervención policial, ahora muchos yacen tumbados sobre la acera. El relax ha llegado al 'top manta'.

A las 12 del mediodía, cientos de manteros se habían instalado ya en el paseo de Joan de Borbó, formando dos grandes pasillos con puestos (mantas) a ambos lados. O sea, cuatro filas de escaparates para que el comprador no dé abasto con la vista. Lejos queda el estrés, comentaba un vendedor africano de bambas, que como el resto de compañeros ahora se puede permitir el lujo de alinearlas con gracia por modelos, tallas y colores. Inmensa oferta para un inmenso negocio que, según el comercio tradicional, oculta en muchos casos una organización profesional para favorecer la distribución de productos falsificados, comprados en blanco en las naves industriales de Badalona y a los que luego se añaden los logos. "A las seis de la mañana algunos ya preparan los montajes, y de madrugada ya hay gente organizada que reserva los mejores espacios", cuenta un vecino de la Barceloneta que vive justo enfrente.

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Esa insólita opción de conseguir una vitrina gratuita en un espacio superconcurrido en Barcelona es un imán para cualquier buscavidas en tiempos difíciles. "No tengo papeles ni trabajo, necesito vender en la calle para vivir", argumenta un senegalés. ¿Es rentable con tanta competencia? "Hay que regatear más para ganarse la vida". No da cifras. Algunas fuentes apuntan que esta vía es mucho más rentable que la formación profesional para conseguir empleos básicos que está promoviendo el ayuntamiento con un plan piloto. De ahí sus modestos resultados.

INSTALADOS A LA SOMBRA

Las mantas no solo exhiben género. Otras muchas se colocan bajo los árboles, en busca de sombra, donde se instalan los vendedores para soportar las largas jornadas de calor. Algunos dormitan mientras otros vigilan su chiringuito. Si a uno le falta una talla la va a buscar a otra manta. Frente a su puesto de sombreros y abanicos, un vendedor paquistaní se descalza y se corta las uñas de los pies con desparpajo. El ambiente es relajado, porque saben que allí están seguros. De momento.

Algunos vecinos interrogados en la zona asumen que "es una situación difícil porque no tienen otra salida que la venta ambulante". Otros son críticos: "No pueden hacer suya la calle ni usar como urinario la zona del Moll del Rellotge", dice un jubilado. En lo que todos coinciden es que la falta de control municipal ha hecho que la situación se vaya de las manos. "Habrá que ver cómo se saca de aquí semejante mercado sin liarla", dice Rosa, vecina de toda la vida. Cada día son más.

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Una pareja estadounidense regatea por unas Adidas. No piensan pagar más de 10 euros, pero les piden 20. Una señora de La Coruña se agencia un Prada más falso que Judas por 20 euros. Ni sabía que era una imitación de marca, simplemente le ha gustado. "Pero creo que lo he pagado caro", rumía. El negocio se anima por momentos y muchos paseantes acarrean bolsas, mientras los mossos pasan las horas bajo un sol de justicia blindando solo el tramo del Palau de Mar.

José Antonio Moreno, director general de la Asociación para la Defensa de la Marca (Andema), aseguraba durante la firma del manifiesto sectorial que la facilidad para vender copias ilegales en la vía pública ha echado atrás la implantación de algunas marcas en el centro de Barcelona. El río de compradores parece tener pocos problemas con las copias. No son clientes del lujo y buscan precio.