RESUMEN DEL AÑO

Trivial 2022: demuestre lo que sabe sobre el año que acaba

El escritor Josep Maria Fonalleras repasa 12 meses marcados por la guerra en Ucrania, la inflación, la muerte de Isabel II, la victoria de Argentina en el Mundial y los caprichos de Elon Musk

También le retamos a responder a 50 preguntas elaboradas por la redacción de EL PERIÓDICO

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JOSEP M. FONALLERAS / REDACCIÓN

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No existe un buen resumen del año sin mencionar los adioses. Pienso, por ejemplo, en los muertos más recientes, como Pablo Milanés o Jesús Quintero, que conformaron nuestra educación sentimental, o en los más alejados en el tiempo, como Peter Bogdanovich, quien nos explicó que, al final del camino, siempre hay una película que es la última película, y una calle polvorienta y desierta.

Pienso en Olivia Newton-John que pasó de chica frágil a mujer de cuero negro en aquella fiesta de la brillantina, o en Mijail Gorvachev, que trató de llevar a la Unión Soviética hacia una Rusia democrática y acabó, aquella Rusia , en la quiebra moral de ahora. O Javier Marías o Jean-Luc Godard y, porque me toca más de cerca, Vicenç Pagès Jordà, un escritor de raza, uno de los nuestros, como lo fue también, de otro modo, Ray Liotta.

Pero, por supuesto, no ha habido defunción, este año, como la de la reina Isabel II. Había llegado un momento en que nos habíamos pensado que era inmortal, pero se demostró que no, y a fe que las exequias, que duraron 10 días, fueron un auténtico 'tour' de pompa y circunstancia, con todo el velamen del imperio desplegado, con séquitos fastuosos, velatorios insignes, majestuosos funerales con himnos y fanfarrias y desfiles como hacía tiempo que no veíamos. Muerta la reina, reina el hijo, que ha tenido que esperar a la jubilación para poder ser monarca. Quizá por eso se puso tan nervioso cuando, a la hora de firmar el relevo, se le esparció la tinta y se revistió de cólera.

También murió Jerry Lee Lewis, el de 'Great Balls of Fire', unas bolas de fuego que no son de rocanrol, sino de devastación, en Ucrania, desde febrero. Una guerra que tenemos a la vuelta de la esquina y que nos ha traído imágenes de muerte y desolación (y de desamparo, con el frío del invierno) y anuncios del apocalipsis inminente.

El mundo (que ya ha casi desistido de luchar contra la emergencia climática a base de cumbres inútiles) contempló atónito el Armagedón posible mientras se distraía con un balón en el desierto, esperando a que lleguen los bárbaros, que se extienden como una mancha de aceite por Europa y por medio mundo (o el mundo entero).

Aquí, por ahora, devorados por la inflación, sedientos por la sequía, aburridos de las trifulcas domésticas, en esta calle desierta y polvorienta, ya hemos olvidado que hace poco más de medio año que vamos sin mascarilla, como si todo aquello (ustedes ya me entienden) hubiera sido un espejismo.