'Tupper sex' y cochinillo

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EXPEDICIÓN MALASPINA / 12 de marzo del 2011

El cocinero del 'Hespérides'

El cocinero del 'Hespérides' / periodico

LUIS MAURI

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El Índico no quiere dejar marchar al Hespérides sin bailar por última vez con el buque y sus moradores. Después de bastantes días con la mar llana como el agua de una piscina, los vientos han vuelto a levantar fuerte marejada. La recta final hasta Perth, en cuyo puerto el Hespérides atracará la mañana del domingo, se antoja más un camino de pronunciadas curvas. Aunque después del fuerte temporal de hace dos semanas, el zarandeo de los últimos dos días apenas importuna ya a los expedicionarios.

Hay una perspectiva que además lo suaviza todo: dentro de unas pocas horas todos estarán en tierra firme. Detrás habrán quedado 5.000 millas de océano cubiertas en 30 días de navegación con extenuantes jornadas de trabajo de 14, 16 y, en algunos casos, 18 y más horas. En 21 fijó el récord el equipo de zooplancton. Y se desvanecerá esa cierta sensación (unas veces inocua; otras, desazonante) de encapsulamiento en el espacio y en el tiempo que ha embargado durante un mes a los expedicionarios. Un mes atrapados en una diminuta cápsula endogámica dentro de la cual la más nimia novedad adquiere necesariamente dimensiones de acontecimiento sensacional.

La noche del viernes, los científicos le prepararon una despedida de soltera a una bióloga de Vigo que contraerá matrimonio a su regreso Galicia. No faltó en la parodia ninguno de los tópicos al uso: discurso jocoso sobre los efectos domesticadores del matrimonio, desternillante remedo de estriptís masculino interpretado por tres investigadoras y surtido de juguetes sexuales fabricados artesanalmente con material sobrante de los laboratorios: consoladores de variado calibre, tangas de plástico, cubrepezones con plumeros de fantasía, bolas chinas, esposas, látigo, mordaza¿ Unas risas y unas cervezas.

En el interior de la cápsula, con frecuencia se fantasea con la cocina sentimental. El biólogo gallego Antonio Fuentes, 28 años, sueña con el pulpo a feira que prepara su madre; el alférez murciano Antonio García Avilés, 37, con el caldero del Mar Menor a la manera de su tío pescador; el informático Antonio Sandoval, nacido en Murcia hace 29 años, con un cochinillo asado como en Segovia; la ambientóloga madrileña Belén González, 25, con una lasaña; el teniente de navío Sergio López, valenciano, 31, y la alférez de navío Elena Villar, gaditana, 35, suspiran por una jugosa tortilla de patatas; el físico Pedro Llanillo, burgalés, 28, por un cordero asado en horno de leña; el barcelonés de 41 años Jordi Dachs, jefe científico de esta etapa, por un buen pan untado con tomate y embutidos de Vic.

¿Y el cocinero del Hespérides? ¿Con qué plato sueña el cabo primero de la Armada Francisco Rubio, nacido hace 38 años en la localidad murciana de Pliego? "Con las migas de mi madre. Se hace una masa con harina, agua y sal y se deja reposar. En una sartén grande se fríen ajos y ñoras en aceite de oliva y se incorpora la masa. Se remueve continuamente hasta que se evapora el agua y las migas quedan sueltas. Luego se les puede añadir tropezones al gusto: tocino, magra de cerdo, sardinas, fruta¿ Es un plato campesino, típico de los días lluviosos, en los que no se puede trabajar en el campo".

La comida, a bordo,

Cocinar en el barco entraña más dificultad que en tierra. "El espacio es muy limitado y la cocina es eléctrica, nada de llamas a bordo", explica Rubio. "Con mala mar, la cocina se convierte en un lugar peligroso. Las cazuelas, ollas y sartenes se anclan para evitar que vuelquen con un golpe de mar, pero aún así siempre hay riesgo de salpicaduras de aceite o caldos hirviendo". Los días de fuerte temporal no se cocina; solo se sirven bocadillos y fruta. Esos días, el estómago tampoco pide gran cosa más.

Los menús son sencillos, correctos, algo redundantes. Carne (ternera, cerdo, pollo), pescado, pasta, arroz, patatas (muchas patatas: fritas, hervidas, en puré), fruta en almíbar, postres lácteos, pan. Los domingos, algún extra: arroz con conejo, vieiras al horno. Rubio decide con cinco o seis días de antelación qué cocinará. Y admite sugerencias de la tripulación, siempre que estas cuadren con la despensa.