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Ningún supremacismo en las aulas

Velas y mensajes en recuerdo de las víctimas del 17-A en la Rambla.

Velas y mensajes en recuerdo de las víctimas del 17-A en la Rambla. / JORDI COTRINA

Estos días están siendo difíciles en Catalunya. Pero saldremos adelante: estamos en buenas manos.

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En mi lugar de trabajo –un centro educativo- coincido con profesores, familias y alumnos de orígenes, estilos de vida y convicciones muy variados. Supongo que a muchos de ustedes les sucede algo semejante. Yo estoy orgulloso de mis alumnos y alumnas: de todos. Algunos ya están llegando a la Universidad (¿quién lo habría podido imaginar hace algunos años, cuando comenzaron –con notables limitaciones lingüísticas y ambientales- la ESO? Pero ¡ahí están!), e incluso van obteniendo excelentes calificaciones. Otros se dirigen a estudios profesionales o se sumergen en los “Programas de formación e inserción” (PFI). Lo relevante: ningún supremacismo por razones de origen, aspecto o estilo cultural, que sí los diferencian, pero no los “clasifican”. No ha habido “los nuestros y los demás”, ni en la ley ni en los hechos. Ningún día.

Voy al grano: sería penoso que, en nuestro país, alguien quisiera distinguir personas por el acento de sus palabras, el templo que frecuentan (si frecuentan alguno), sus apellidos, o sus convicciones. Ninguna persona es ilegal, asumí hace unos años, ni mejor o peor por aquello que haya hecho algún pariente o miembro de su colectividad. Catalunya es tierra de paz y de acogida: no son éstas palabras de un folleto de propaganda institucional o política. Es la realidad, desde la primera escuela en adelante.

Recomiendo que aprendan bien el catalán, que asuman todas las responsabilidades cívicas, que eviten los grupos cerrados. Sé de qué hablo, me parece, porque -desde hace ya unos años- enseño Ética y Filosofía a chicos y chicas que expresan esa multiculturalidad, casi total. Y me encanta. Son nuestra esperanza: jamás han sido ni serán una pesadilla. Serán jueces, periodistas, médicos, administrativos...

Limpiemos más la mirada: cada persona tiene un valor único, pero no “desde” una posición, sino “desde” el corazón. Las ideas pueden ser cuestionadas, los comportamientos ilícitos deben ser penalizados, pero estamos construyendo una sociedad mejor.

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