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El fútbol, una trata de esclavos

Ter Stegen evita la entrada de Verratti en la remontada del Barça sobre el PSG en el Camp Nou.

Ter Stegen evita la entrada de Verratti en la remontada del Barça sobre el PSG en el Camp Nou. / EFE / QUIQUE GARCÍA

Si hay algo que sucede cada año en cuanto llegan estas fechas es la normalidad con que se acepta la trata de esclavos que tiene lugar en el mundo del fútbol profesional a todos los niveles. Es aterradora la naturalización del tráfico indecente que tiene lugar con unas cifras que hacen daño a cualquier persona con alma. En los medios de comunicación no hay ninguna crítica, todo lo contrario: cada día se escucha o se lee que tal o cual jugador es barato, o tiene el precio de mercado, o es muy caro.

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Es inaceptable la banalización del tráfico de botas doradas, que mueve miles de millones de euros en el mundo del fútbol, un germen de corrupción que se extiende como la lava de un volcán que lo arrasa todo, incluida la decencia. Formo parte del entramado como socio de un equipo, y si continúo pagando es por el recuerdo que tengo hacia mi abuelo. Lo único que puedo hacer --y es lo que llevo a la práctica-- es no asistir a ningún partido, pero cada vez me siento peor, ya que se ha convertido en la mayor perversión de manipulación simbólica, algo que ni tan siquiera ocurre en la política. Algunos intelectuales e historiadores destacan que el Holocausto sucedió con el consentimiento tácito de una mayoría de la población. Hacer oídos sordos a este tráfico de futbolistas porque beneficia a tu equipo te incapacita para poder criticar la maldad de otros tipos de corrupción, como la social, la económica o la política.   

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