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Conservar las chimeneas de Sant Adrià implica dar la espalda al mar

Las tres chimeneas de FECSA-ENDESA en Sant Adrià del Besos constituyen el impacto visual más importante de Europa en un núcleo urbano con salida directa al Mar Mediterráneo. Son una muestra de lo que no se debe hacer en materia de infraestructuras energéticas al lado de un espacio natural.

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Sant Adrià lleva desde la segunda mitad de siglo XX albergando en su territorio aquello que Barcelona no quiere: la depuradora, la incineradora, la central de ciclo combinado, el puerto FORUM, la central de reparaciones y mantenimiento de los tranvías, el nudo de conexión de autopistas de la C31, el barrio de la Mina, las vías del tren de la línea R1 y las famosas tres chimeneas. Es más, en septiembre se inaugurará la escuela de ingeniería de la UPC en terrenos también de Sant Adrià, aunque recibirá el nombre de EEBE, (Escola d'Enginieria de Barcelona Est), ¿significativo, no?  Por cierto, como centro educativo no paga IBI.

Sant Adrià tiene, sin embargo, dos joyas ocultas: la desembocadura del rio Besòs y la playa, tan ocultas que sus propios ciudadanos viven de espalda a ellas, ni las defienden, ni las potencian, existe una especie de síndrome de Sant Adrià que es una derivación del síndrome de Estocolmo en materia de infraestructuras hipnóticas.

Nada de lo que he citado más arriba lo ha decidido inicialmente Sant Adrià de Besòs, nada, todo le ha venido impuesto y, cuando por una vez en su historia tienen la posibilidad de decidir unilateralmente en el diseño de una de sus zonas más emblemáticas, lo hacen pero para conservar aquello que se les impuso en el pasado y encargan a la Diputación un informe favorable, en lugar de hacerlo en sentido contrario.

Si Barcelona y Badalona han conseguido abrirse espectacularmente en los últimos 25 años al mar, Sant Adrià ha hecho todo lo contrario: ha vivido y vive de espaldas a él, y lo malo es que además pretende seguir haciéndolo. Tienen una oportunidad histórica de abrirse al Mediterráneo, la tienen y la van a desaprovechar.

El mantenimiento de las chimeneas provocará un impacto urbanístico enorme, son necesarios auténticos rascacielos en primera línea de costa para mantener la infraestructura. Los ingresos por IBI que genere el nuevo barrio, derivados de viviendas, aparcamientos y locales al Ayuntamiento, se los va a comer la infraestructura que se desea mantener, a ello le hemos de sumar que ese desarrollo no será inmediato, pues dudo mucho que las constructoras propietarias de gran parte de los terrenos adyacentes deseen construir de forma inmediata con el riesgo de no vender ni una sola vivienda, lo que provocará una degradación aún mayor de la zona.  

Hagan ustedes un sencillo ejercicio, no las miren de lejos, acérquense a ellas y piensen si les gustaría que sus hijos se criaran a menos de 150 metros de las mismas. Muchos de los que las defienden solo las han visto desde la distancia, no han convivido diariamente con ellas.

La zona podría convertirse en la salida natural al mar, no solo de Sant Adrià de Besòs, sino también de Santa Coloma. Imaginaos: llegar paseando desde Can Zam por el lateral del río Besòs hasta una zona de playas similar a la de Barcelona, eso sí, sin las chimeneas, que no dejan de ser errores que una generación hace pagar a otra. 

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