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Un ciudadano, un voto

Carles Puigdemont, acompañado de Anroni Comín y Meritxell Serret celebran los resultados en Bruselas.

Carles Puigdemont, acompañado de Anroni Comín y Meritxell Serret celebran los resultados en Bruselas. / AP / GEERT VANDEM WIJNGAERTG

Un sistema electoral basado en el "un ciudadano, un voto" hubiera dado la mayoría a los partidos constitucionalistas en Catalunya. Los no independentistas han ganado en votos pero tienen menos escaños. Una ley electoral injusta hace que la voluntad del 47,5% de la ciudadanía se imponga a la del 52,5 %.

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Una ley que hace que el voto de un ciudadano de Barcelona valga menos que el de otro de un pueblecito de Lleida menosprecia a quienes, por necesidad, viven en las zonas de gran concentración poblacional. Por otro lado, el discurso del 'expresident' Puigdemont, obviando al 52,5% de los ciudadanos y expresando su voluntad de seguir gobernando solamente para el 47,5 %, que apoya las tesis independentistas, seguirá hundiendo a Catalunya social y económicamente, y acrecentando la brecha que separa a su población.

La tendencia, puesta ya en marcha, de fuga de empresas y capitales seguirá en vigor empobreciendo la comunidad autónoma y ofreciendo un negro porvenir a los jóvenes que intentan abrirse camino en la vida. Se destrozarán las esperanzas de varias generaciones en aras al empecinamiento de una minoría porcentual que se cree con el derecho de imponerse a una mayoría ciudadana.

Para los que amamos Catalunya y pensamos que su sitio está dentro del Estado español, buscando un relación más ajustada para que todos nos sintamos cómodos, es una mala noticia. No se ve solución ni a corto ni a medio plazo. Estamos tristes.

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