Intoxicaciones
Si ves esto en la pechuga de pollo, tírala de inmediato
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El Periódico
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El pollo es uno de los alimentos más extendidos en la gastronomía occidental. Esta carne es, además de una gran fuente de proteína, un manjar que puede cocinarse de mil maneras diferentes. Frito, a la plancha, al horno o incluso en freidora de aire el pollo es desde hace años un producto indispensable en la dieta omnívora.
De todas maneras, como sucede con otros alimentos cárnicos, es importante prestar especial atención al estado de las pechugas antes de empezar a cocinarlas, ya que, de presentar algún desperfecto, podrían suponer un riesgo importante de contraer infecciones alimentarias de distintos tipos. Para ello, hay varios aspectos a tener en cuenta.
Color, olor y textura
El aspecto que presenta una pechuga de pollo es un punto de partida realmente útil a la hora de evaluar si su consumo supone un riesgo para nuestra salud. Para empezar, la carne de pollo cruda debe presentar un color rosado, mientras que después de cocinarlo esta debe ser blanca. Es importante comprobar que la pechuga no conserve el color rosa tras pasar por la sartén o el horno, lo cual sería un indicativo de que todavía sigue cruda y, por tanto, puede afectar a nuestro organismo.
Asimismo, una señal de deterioro claro sería el color gris o verde del pollo antes de cocinarlo. De todas formas, no debe confundirse esto con el oscurecimiento o decoloración del producto, los cuales son el resultado de la exposición al oxígeno de una de sus proteínas, tal como recoge el portal 'Business Insider'.
En cuanto al olor, este no debe ser apreciable apenas, por lo que de notar un aroma similar al azufre o a huevos podridos deberás tirar la pieza a la basura de inmediato. Por su parte, la textura del pollo debe ser brillante y blando al tacto. Si al tocarlo notas que la carne está pegajosa o viscosa, significará que no es apto para el consumo.
Salmonelosis
Una de las bacterias que se pueden contraer mediante el consumo de pollo en mal estado es la salmonela, la cual provoca la salmonelosis. Entre los síntomas de esta afección, que suelen aparecer entre 6 y 72 horas después de comer la pieza infectada, se encuentran la diarrea, la fiebre, las náuseas y los vómitos, la cefalea o las mialgias. Cabe destacar que, además de la carne, esta bacteria puede encontrarse en productos como los huevos, y sus efectos duran entre cuatro y siete días.
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