Eclosión tecnológica
De la escasez a la manipulación: los tres grandes retos de la inteligencia artificial en 2024
ChatGPT: un año del asombro que ha propulsado el desenfreno capitalista de la IA
Carles Planas Bou
Periodista
Periodista tecnológico entre el mundo digital y la política internacional. Centrado en capitalismo de plataformas, IA, vigilancia y derechos digitales. Excorresponsal en Berlín durante más de cuatro años, cubrió los gobiernos de Merkel, la crisis de los refugiados y el auge de la extrema derecha. También ha trabajado en Europa Central y en Canadá. Graduado en Periodismo por la URL y máster en Relaciones Internacionales por la UAB. Ha colaborado con TV3, TVE, Deutsche Welle, Catalunya Ràdio, El Orden Mundial o El Salto.
Carles Planas Bou
2023 fue el año de la inteligencia artificial (IA). ChatGPT se convirtió inesperadamente en la aplicación de mayor crecimiento de la historia del software y catapultó las inversiones en una tecnología tan prometedora como controvertida. La fiebre desatada por los gigantes de Silicon Valley se aceleró a un ritmo vertiginoso y contagió a los mercados, llevando al sector a su mejor año desde la burbuja de las puntocom.
Sin embargo, 2024 apunta en una dirección menos halagüeña. Los analistas predicen que los próximos 12 meses serán una "ducha fría" para la emergente industria de la IA generativa. "El revuelo ha sido tan inmenso que creemos que se ha exagerado y que hay que superar muchos obstáculos para llevarla al mercado", ha explicado Ben Wood, analista jefe de la firma de análisis de mercados CCS Insight.
Estos son los tres grandes retos a los que se enfrenta el mercado de la IA este año.
Escasez material
Los pronósticos de un enfriamiento en el sector se basan en una cuestión crucial: sus costes son inmensos. La IA no funciona sin los chips, complejos circuitos electrónicos que actúan como su cerebro. La eclosión de la tecnología generativa ha disparado la demanda de semiconductores por parte de grandes compañías como Google o Microsoft, propiciando una pugna mundial para liderar ese mercado.
No obstante, el ritmo vertiginoso al que han crecido los pedidos también genera problemas para las pocas compañías capaces de fabricar chips. El gigante taiwanés TSMC, líder mundial en el sector, ha reconocido que la escasez de su método de envasado le impedirá satisfacer la totalidad de las demandas de los clientes durante el próximo año y medio. Una realidad que choca con la creciente adopción empresarial de IA para 2024.
Además, los semiconductores también requieren de minerales críticos y de tierras raras, elementos químicos de complicada extracción y que, en algunos casos, podrían enfrentarse a problemas de escasez. Su uso estratégico y su creciente demanda aceleran tensiones geopolíticas —especialemente entre Estados Unidos y China— que amenazan con causar cortes en las cadenas de suministro global.
Impacto climático
Aunque parezca un ente etéreo, la IA requiere de procesos que consumen ingentes cantidades de energía, pero también de agua. Cuanto mayor es la popularidad y la demanda de esta tecnología más se dispara el impacto climático de las infraestructuras que la sustentan. Los chips H100 que la compañía estadounidense NVIDIA prevé vender en 2024, uno de los procesadores gráficos más potentes del mundo, podrían consumir durante el año la misma energía que países pequeños como Lituania o Guatemala. Esa tendencia seguirá al alza los próximos 12 meses, algo que inquieta a muchos expertos.
Manipulación política
2024 será un año crucial para la democracia. Cerca de mil millones de personas —más de la mitad de la población mundial— participarán en los próximos meses en las elecciones que se celebrarán en 76 países, entre ellos EEUU, India, Rusia, México, Reino Unido, Indonesia o la Unión Europea (UE). Presumiblemente, la IA jugará un rol en todas ellas.
La proliferación comercial de modelos generativos cada vez más potentes ha hecho que crear contenidos realistas, desde imágenes a audios, sea más fácil y barato que nunca. Esa democratización del acceso a la IA está transformando la propaganda política, un cambio comunicativo con el que ya experimentan todo tipo de partidos. Los republicanos estadounidenses, por ejemplo, publicaron un vídeo que imagina escenarios apocalípticos y los vincula a la reelección de Joe Biden.
Sin embargo, su uso entraña riesgos, pues también agiliza la capacidad de difundir campañas de mentiras con la intención de manipular a la opinión pública. Ese fin puede lograrse especialmente con la fabricación de imágenes sintéticas o de 'deepfakes' para tergiversar la realidad y perjudicar a un rival político. Además, los errores que producen algunas de esas herramientas de IA —conocidos como 'alucinaciones'— también pueden contribuir a amplificar la desinformación, aunque sea de forma involuntaria.
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